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Puestos a romper moldes, que gane un zurdo

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Brian Harman, hoy en el US Open. © Golffile | Ken Murray
Brian Harman, hoy en el US Open. © Golffile | Ken Murray

Puestos a romper moldes, y este US Open de Erin Hills está haciendo trizas unos cuantos, ya sólo faltaría que el líder en solitario después de la tercera jornada, Brian Harman (-12), cantara victoria, convirtiéndose en el primer zurdo de la historia en ganar este Grande, pues ninguno lo consiguió en las 116 ediciones anteriores. Y que lo hiciera precisamente el año que no está Phil Mickelson, el zocato que estaba llamado a ser el primero en agarrar este trofeo, o al menos el que más cerca había estado de hacerlo.

En fin, mucho le queda a Harman por trillar. Por detrás viene una jauría rabiosa en este US Open festivalero (por los birdies), que a más de uno habrá dejado satisfecho después de tantos años rajando de la USGA y de su crueldad insuperable. Una jauría en la que abundan los pegadores, justo lo que Harman no es, que a priori deben sacar ventaja en un campo tan largo y con las calles anchas. Otro molde más que pasar por la trituradora…

Lo que sí parece casi asegurado es que el ganador, por séptimo Grande consecutivo, será un primerizo. Como Sergio, Walker, Stenson, Johnson, Willett y Day, los últimos campeones. Una muestra más, por si hiciera falta, del interesantísimo desgobierno del golf mundial. Miren si no la terna de candidatos en Erin Hills: Harman, Thomas, Koepka, Fleetwood, Fowler, Si Woo Kim, Reed Henley o HoffmanOosthuizen y Sergio son los primeros ganadores de Grande que aparecen en la clasificación y están muy lejos, a ocho golpes de la cabeza.

Un último e incierto protagonista aparece en las previsiones para la última y definitiva ronda, y no es otro que el viento. Quizá las anchas calles del recorrido de Wisconsin entonces ya no lo sean tanto y las tarjetas por debajo de los setenta golpes, tan abundantes el sábado, brillen por su ausencia. O quizá algún descolgado pueda aprovecharse de las circunstancias… En fin, ya saben ustedes por dónde íbamos y la verdad es que hay que reconocer que Sergio está demasiado lejos.

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