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Koepka, le echen lo que le echen

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Brooks Koepka besa el trofeo de campeón en el US Open. Copyright USGA/Jeff Haynes
Brooks Koepka besa el trofeo de campeón en el US Open. Copyright USGA/Jeff Haynes

Brooks Koepka (+1) ha logrado una hazaña en Shinnecock Hills al convertirse en el séptimo jugador de la historia que gana dos veces seguidas el US Open. Se une al exclusivo club que forman Willie Anderson (1903, 1904 y 1905), John McDermott (1911 y 1912), Bobby Jones (1929 y 1930), Ralph Guldahl (1937 y 1938), Ben Hogan (1950 y 1951) y Curtis Strange (1988 y 1989). Es, por tanto, el primero que consigue el majestuoso doblete en este siglo.

Koepka está forjando su propia leyenda de jugador capaz de ganar de todas las maneras posibles. Aquí radica su excepcional poderío. Se adapta a todo. Le echen lo que le echen. Venció el año pasado en Erin Hills ante un campo impropio de US Open, tierno, blandito, dócil. Lo aplastó con birdies y se llevó la victoria por derribo, destrozando banderas, preguntando después de disparar.

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Un año después vuelve a ganar en la némesis, en Shinnecock Hills, un campo que alimenta y engrandece la leyenda del US Open. Aquí ganan los pares, la paciencia, la inteligencia, la estrategia, el sentido común. Aquí no hay orgullo que valga. Hay que mirar a los ojos a la bestia y buscar la manera de derrotarla, pero siempre evitando el cuerpo a cuerpo. Koepka lo entendió desde el principio.

La tarjeta del campeón. Copyright USGA/Darren Carroll
La tarjeta del campeón. Copyright USGA/Darren Carroll

“La clave es evitar los dobles bogeys. No puedes frustrarte ante un campo así, tienes que adaptarte y seguir enchufado siempre. Cuanto más difícil es un campo, mejor, ya que hay muchos jugadores que se vienen abajo y se eliminan solos”. Esto lo dijo ayer nada más acabar la tercera ronda. Ni una queja, ni un lamento. Lo más fuerte que dijo fue que prefería no hablar de la bandera del 15 porque no tenía nada agradable que decir. “Creo que ha estado muy cerca de ser una preparación perfecta, lo único que he echado en falta ha sido algo más de hierba en los greenes”, explicó. Sí, definitivamente ayer comenzó a ganar este US Open. Koepka tiene muy claro que el campo nunca debe ser el enemigo, pues a la larga llevas las de perder.

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Su segunda victoria consecutiva en el US Open se fraguó en tres momentos clave. Empezó la jornada como una moto, masacrando las banderas, aprovechando que el campo aún estaba receptivo. En cinco hoyos marchaba tres bajo par, enseñando el morro. El segundo momento clave fue entre los hoyos 11 y 14. Salvó cuatro situaciones muy delicadas. En el 11 sacó un gran bogey desde el rough y en los otros tres encadenó tres pares de esos que saben a birdie, sobre todo en el 12 y 14, con putts de dos y dos metros y medio. Por último, remató su triunfo con un birdie de libro en el hoyo 16, el último par 5. Su tercer tiro fue excepcional. Fue el único hueco que le dejó Shinnecock en los segundos nueve y por ahí se metió. Desde casi 110 metros dejó la bola a uno.

Koepka entregó una tarjeta de 68 golpes para terminar con un resultado final de uno sobre el par. Jugó con cabeza, sabiendo en los últimos hoyos que su gran enemigo ya estaba en la casa club. Tommy Fleetwood entregó algo más dos horas antes una tarjeta sublime de 63 golpes y dejó un resultado tremendo de +2 en la casa club. Parecía que se quedaría lejos de la victoria, pero entre la presión propia de un domingo de US Open y que los greenes se fueron poniendo cada vez más duros, estuvo a punto de ser suficiente. El campeón los puso en fila. Tras Fleetwood acabaron Dustin Johnson (+3), a quien se le salió la cadena ayer y el putter no le ayudó en nada hoy, Patrick Reed (+4), mandando un mensaje alto y claro de que lo del Masters no fue ninguna casualidad y Tony Finau (+5), el único que llegó al hoyo 17 con opciones de moverle la silla a Koepka, aunque acabó con doble bogey.

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Finalmente, el campeón ha terminado sobre par tras una bonita jornada de golf, aunque muy alejada del drama, la tensión y la espectacularidad del sábado. Shinnecock no ha vibrado en ningún momento como en los últimos nueve hoyos de la tercera jornada. Es la primera vez que se gana sobre par desde Merion (2013) y la quinta vez en los últimos 39 años. La USGA aprieta pero no ahoga. O al menos no ahoga tanto como pudiera parecer en jornadas como la de ayer.

Tommy Fleetwood. Copyright USGA/Ben Solomon
Tommy Fleetwood. Copyright USGA/Ben Solomon

Koepka, a sus 28 años, lo tiene todo para hartarse a ganar grandes. Es un jugador especial. Muy, muy poderoso. La única duda está en su ambición, en su capacidad de meterse semana tras semana en el mono de trabajo. Ha ganado tres torneos en el PGA Tour y dos de ellos son el US Open. Está claro que cuando se mete en faena es temible, pero también es cierto que no lo hace demasiadas veces. Eso sí, en los grandes escenarios es terrorífico. Sus resultados en los grandes el año pasado así lo avalan: una victoria, sexto en el British, undécimo en el Masters y decimotercero en el PGA. Este año faltó al Masters porque no llegó a tiempo por culpa de una lesión de muñeca que lo ha tenido tres meses fuera de juego. Cuando Brooks se enchufa, ya saben, agárrense porque vienen curvas.

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