Inicio US Open US Open 2020 Winged Foot prepara otra ‘masacre’: ¡su director quiere un más ocho!
Steve Rabideau, director del campo, quiere un resultado alto para el ganador

Winged Foot prepara otra ‘masacre’: ¡su director quiere un más ocho!

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Winged Foot Golf Club © USGA
Winged Foot Golf Club © USGA

Steve Rabideau, director de Winged Foot, sede del US Open 2020 que se disputa en un par de semanas tras su aplazamiento del pasado mes de junio, ha concedido una interesante entrevista a Golfweek en la que desgrana las enormes dificultades que han vivido estos últimos meses por el cambio de fecha, la incertidumbre y la climatología, así como la ilusión por que el torneo sea todo un éxito.

Para Rabideau, mantener motivado a su equipo fue tal vez el trabajo más difícil, después de cuatro años de dedicación intensiva a la preparación del West Course para el US Open y de las dudas generadas, primero por la pandemia, que obligó a la USGA retrasar el evento, y después por su propagación en Nueva York, que invitó a estudiar otras sedes como posibles alternativas para huir del epicentro del covid-19.

«Mantener alta la moral del equipo fue posiblemente lo más complicado. Contra las dificultades de mantener el campo en condiciones luchamos cada verano, es nuestra vida. Pero hemos tenido chicos durante cinco, seis, siete, ocho y hasta nueve años trabajando con la visa puesta en el 14 de julio. Muchas noches quedándose hasta tarde, pero avanzando hacia un objetivo. Y de repente, ese objetivo fue prácticamente eliminado», explica.

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Las restricciones de personal por el confinamiento afectaron al trabajo diario en Winged Foot, que pudo sacarlo adelante gracias a la formación de un equipo de empleados esenciales que se mantuvieron en sus tareas. «Éramos los únicos trabajando aquí, los únicos a los que se consideraba esenciales. Mantuvimos los campos durante el mes de junio con 25 personas», señala el responsable del campo, donde habitualmente hay 55 trabajadores para mantener los 36 hoyos.

A finales de julio recibieron la buena noticia de que el torneo se mantenía en su club. Aunque, por desgracia, sin la presencia de público en el campo: «Básicamente, lo único que nos queda es exhibir Winged Foot, así que hemos decidido hacer de este uno de los US Open más difíciles que jamás se hayan jugado».

Se viene a la memoria la ‘masacre’ de Winged Foot en 1974. «Sólo había pesimismo en el vestuario durante los días previos al torneo», recuerda Hale Irwin, que terminó conquistando allí su primer US Open con un resultado de siete golpes por encima del par. Geoff Ogilvy, en 2006, ganó el US Open en este mismo recorrido con un cinco sobre par. ¿Y en 2020, qué expectativas hay?

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El director de Winged Foot lo tiene claro… «Más ocho. Más ocho. Más ocho… Eso coronaría un verano complicadísimo y mis chicos saben que es en lo que estoy pensando». Un resultado para el que no hace falta hacer demasiados cambios, dadas las complejidades que ofrece el recorrido de por sí. «Vamos a dejar que Winged Foot sea Winged Foot», señala Jeff Hall, gerente de normativa y torneos de la USGA.

Los preparativos arrancaron en 2016 de la mano de Gil Hanse, destacado diseñador de campos, llevando a cabo una restauración. Los magistrales greens de Tillinghast recuperaron sus parámetros originales y se reconstruyeron utilizando las especificaciones de la USGA. Se reconstruyeron también los búnkers y se realizaron mejoras en los sistemas de drenaje y riego. Y se instalaron nuevos tees para estirar el West Course hasta los 6.782 metros.

«Con la tremenda inversión que ha hecho Winged Foot, ahora están mejor preparados para lidiar con un evento de lluvia si hiciera acto de aparición», señala Hall. «También te diré que este campo, ya sea suave o firme, es una prueba muy difícil de golf. Puede que sea necesario realizar un golpe diferente si las condiciones suavizan el campo, pero Winged Foot nunca es sencillo», añade.

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Las condiciones actuales son firmes y rápidas. Sólo una tormenta tropical como la que ya vivió hace poco el campo podría cambiarlas. «Tuvimos que cerrar durante dos días. Los encargados de los árboles todavía están haciendo algunas podas de seguridad. Perdimos bastantes árboles, el West Course se llevó lo peor, pero por suerte no echamos en falta nada significativo», detalla Rabideau.

El agua salada también llegó antes de tiempo desde Long Island, volviendo marrones precipitadamente algunas hojas. Y pese a la gran afluencia de socios tras el confinamiento (se llegó al punto de tener que prohibir invitados por la masificación del campo), el trabajo ha salido adelante. «La hierba se ve bien, aunque ha sido un verano muy difícil. Salimos de un invierno sin nieve, junio fue muy seco y en julio hizo bastante calor. Quien se dedique al cultivo de césped sabrá lo complicado que ha sido», explica Rabideau.

«Nuestro mayor desafío y en lo único en que nos enfocamos fue en la dificultad. Este año el rough necesitaba una atención especial porque el US Open de Winged Foot se caracterizará por unas calles estrechas y un rough grueso», añade. La USGA seleccionó potenciales ubicaciones de los hoyos el pasado otoño, pero el tiempo adicional con el que se ha contado por el aplazamiento ha permitido evaluar las opciones de configuración, expandir un 23% los greenes e incorporar nuevos lugares para las banderas a la ecuación.

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«La parte positiva es que tuvimos bastante tiempo este verano para subir los greenes y sentirnos más cómodos con el campo en conjunto. Aunque el juego no será diferente al que habría sido en junio», desvela Rabideau, que contará con 90 voluntarios de clubes y campos del área metropolitana de Nueva York como ayuda adicional durante el torneo.

Ahora, el principal problema está en la falta de horas de luz. Gran parte del trabajo tendrá que realizarse mucho antes del amanecer. «Hablamos de unos tees de salida desde las 6.50 de la mañana, con las 6.38 como hora en la que amanece. Así que tendremos que salir a trabajar a eso de las 4 de la mañana y estaremos casi dos horas a oscuras», confirma.

«Pondremos iluminación en todo el campo, pero no es fácil ver la calidad de los cortes que se llevan a cabo. Y en esta época del año, las hojas y las bellotas ya empiezan a caer, así que tendremos que asegurarnos bien de limpiarlo todo antes de empezar a cortar. Es un proceso difícil, a nadie le gusta ponerse a cortar el césped en la oscuridad», insiste.

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El field se redujo a 144 jugadores para dar más margen de maniobra, pero la USGA tiene un plan B por si el torneo debe pararse jueves o viernes por la falta de luz. «Pensando en positivo, septiembre puede ser una gran época para el US Open. Últimamente se parece mucho a agosto, aunque podemos tener noches más frescas. Hay menos luz, pero para la hierba, las noches más largas permiten una recuperación más rápida. Dos horas menos de luz solar para que el césped soporte mejor el estrés», detalla.

Rabideau tiene el West Course exactamente donde quería. La hierba seguirá creciendo y en breve se decidirá dejar de cortar el rough. Las calles serán el principal objetivo del juego. Y el más ocho, el resultado en mente. «Se han invertido horas adicionales con un importante coste para que el agua riegue el campo en un verano difícil, por las complicaciones del terreno irregular de Winged Foot. El trabajo ha sido magistral asegurando que el rough sea un componente clave en la configuración del campo», señala.

El primer corte será más estrecho e inicialmente superará los ocho centímetros, según Hall. Sólo se utilizará en una serie de hoyos. La zona de ‘peligro’ será más frecuente y comenzará la semana con unos 12 centímetros de altura. Todo esta listo para que el fiero Winged Foot ponga a prueba a los mejores jugadores del mundo. Hasta entonces, toca mirar al cielo y esperar que la climatología no desbarate una extraordinaria preparación. «Firmo 15 grados por la noche y 24 por el día», concluye Rabideau.