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Los dos últimos putts del US Open los tiró «el niño de Larrabea»

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Jon, con su caddie © USGA
Jon, con su caddie © USGA

El diseño del campo, el tipo de hierba de sus greenes, su ubicación cerca del mar e incluso la climatología, con temperaturas moderadas y mucha humedad, convirtieron por un momento el Campo Sur de Torrey Pines, en California, en un entorno muy familiar para Jon Rahm. Y no porque fuera allí donde ganó en 2017 su primer torneo en el PGA Tour, el inolvidable Farmers Insurance Open con un putt para eagle en el 18 sencillamente antológico, o porque fuera el lugar donde le pidió matrimonio a su esposa, Kelley Cahill, que también, sino por lo mucho que se parecía todo a lo que el de Barrika había vivido durante toda su infancia, jugando en el Club de Golf de Larrabea.

A una hora en coche de su pueblo, el club vitoriano fue escenario de los primeros pasos en el mundo del golf de un chaval de Bilbao que llegaba dispuesto a comerse el mundo y que, como confesó ayer mismo tras su triunfo en el US Open, no tenía ninguna duda de que este momento llegaría: «Siendo muy de Bilbao, que esto no lo decía muy a menudo, diría ‘pues claro, seguro, estaba claro que lo iba a ganar, pero vamos, al 100%’. Eso lo hubiese dicho sin problema, no es que sea una persona chula pero siempre he tenido confianza y me he creído lo que puedo conseguir».

Esa confianza que el de Barrika muestra en sí mismo estuvo muy presente en el momento decisivo del torneo de la USGA: «Es la misma razón por la que he conseguido meter los putts en los dos últimos hoyos. Es que siempre tenía esperanza y creía y sabía que podía meterlos. El hecho de que no había metido muchos putts largos durante toda la semana… Sí que he metido muchos cortos, pero largos ninguno en toda la semana. Y son dos putts los de los dos últimos hoyos que son del putting green de Larrabea, con todas las cuestas que tenemos ahí, con la poa, greenes que botan… Esos son putts que he tirado millones de veces en ese putting green y los he metido».

Ese viaje en el tiempo hasta su infancia terminó siendo definitivo para que Jon Rahm se convirtiera la pasada madrugada en el primer golfista español de la historia en ganar un US Open. Esos sueños de niño tirando putts en Larrabea e imaginándose campeón de un torneo le acompañaron en Torrey Pines: «Hoy era básicamente ese mismo niño pensando que era para ganar un Grande. Cuando piensas en lo más básico del putt es exactamente lo mismo, tienes la bola, el putter, el hoyo, dirección y fuerza. He dejado que ese niño tirase los dos últimos putts».

Un ejemplo para los más pequeños

Para llegar hasta aquí, Jon ha tenido que domar su carácter, ese ímpetu incontrolable que en algún momento le jugó malas pasadas. Un afán ganador que hacía que su mundo se pusiera del revés cuando no lograba el resultado que buscaba y lo pagase con sus palos, con el campo o consigo mismo, disparando su frustración. Una evolución con varias fases, pero que el de Barrika cree que encontró el punto de inflexión con el nacimiento de su hijo Kepa, justo antes del Masters.

«Para los que sean como yo, que tengan esa rabia que les ayuda a jugar al golf, hay que ser quien eres en el campo de golf, pero no dejes que afecte la persona que eres fuera en el campo de golf. Yo nunca dejé que afectase quién era fuera y ojalá hubiese entendido cómo cambiar antes, pero ha pasado como tenía que pasar. Roger Federer tuvo sus problemas y hasta que su entrenador o alguien cercano a él falleció no cambió ese aspecto. Algo tan importante tuvo que pasar para que cambiase», comenzó explicando el de Barrika.

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«En mi caso fue el nacimiento de mi hijo, eso es lo que me ha ayudado a cambiar mucho. A seguir teniendo esa rabia y esa competitividad, pero un poco más de serenidad en el campo. Para el que sea un poco como yo, le diría que trabaje para cambiarlo, porque yo he trabajado muchísimo para intentar mejorar esto, pero el momento llegará, en que un día os miréis al espejo y notéis el cambio. No os frustréis demasiado con el tema porque, a ver, os frustraréis, haréis cosas de las que no estaréis muy orgulloso, como no lo estoy yo de muchas cosas que he hecho en el campo de golf, pero sin esos momentos no sería quien soy ahora, no me hubiese transformado en el jugador que soy ahora», añadió Jon.

«Todo lo que pasa en nuestras vidas pasa por algo, simplemente hay que entender para qué, aceptarlo y aprender. Es lo que he conseguido hacer muchas veces, como mi aita decía ‘a hostias se aprende’, y mira, gracias a Dios, lo que es un momento tan bonito con mi hijo me ha ayudado a cambiar de la manera más rápida», finalizó Rahm, todo un ejemplo de cómo canalizar la rabia y terminar transformándola en impulso para acabar alcanzando los objetivos soñados.

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