Inicio US Open US Open 2022 Rahm: más de medio US Open en tres drives y dos hoyos
Crónica de la vuelta del Jon Rahm en la primera jornada en The Country Club

Rahm: más de medio US Open en tres drives y dos hoyos

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Jon Rahm durante la primera jornada del US Open Championship 2022. © Golffile | Mateo Villalba
Jon Rahm durante la primera jornada del US Open Championship 2022. © Golffile | Mateo Villalba

Jon Rahm (-1) ha firmado una valiosa tarjeta de 69 golpes en la primera jornada de esta 122ª edición del US Open en la que sale con la hermosísima etiqueta de campeón defensor del título. Señalemos en modo abreviado que el de Barrika comenzaba su ronda desplegando un excelente golf, a pesar de firmar un bogey tontorrón en el hoyo 3, rápidamente enjugado con un primer birdie en el hoyo 5 (fino aprochito a bandera en este par 4 corto), otro más en el 6 (tirazo en este par 3) y un tercero en el 8 (pateando para eagle en este par 5). Antes, bien podía haberlos convertido también en los hoyos 1 y 4, donde disponía de opciones magníficas que se había creado con golpes de tee a green tan inteligentes como certeros. Hasta ese punto, hasta el hoyo 8, el vigente campeón volaba. Se gustaba. Pero un error en el segundo tiro del 9, además de la acción del viento, que ya soplaba con intención desde hacía tiempo, iban a cambiar las cosas… Así, también erraba los segundos tiros en los hoyos 10, 12 y 15. “No ha sido culpa del viento, sino malos swings. Es verdad que a veces me cuesta comprometerme con los golpes cuando el viento viene cruzado, pero han sido malos swings”, reconocía el jugador al finalizar.

Bien, hasta aquí llega, con sus altos y sus bajos y en modo abreviado, el relato de la parte más insulsa del día, si queremos llamarlo así. Nada que no ocurra o deje de ocurrir en cualquier ronda de golf…

En el 17, después del bogey en el 15 y de haber rondado el birdie en el 16, se encendían todas las alarmas. Tenía que ser en el 17, un hoyo con un exacerbado afán de protagonismo, siempre hambriento de trascendencia. Jon pegaba el driver a tope, tratando de saltarse el ligero dog leg izquierda, para quedarse bien cerquita del green, pero su bola no abría como debía y, según desde donde se estuviera mirando, parecía haberse perdido en la frondosidad de los árboles. Pegaba una provisional, de nuevo con el driver y escogiendo la misma ruta, y el destino era en apariencia el mismo, si no peor…

Afortunadamente, la primera bola había sobrevolado la línea de árboles y reposaba en el rough, a unos sesenta metros del green. Desde allí, no sólo iba a salvar el par con comodidad, sino que además estaba a punto de sacar el birdie. Acto seguido, en el 18, volvía a fallar el drive de salida, el tercero consecutivo que se le iba por la izquierda, dando lugar a una verdadera película de enredo. Veamos: ¿es posible que unos niños recogieran la bola del vasco y la lanzaran por encima de una valla que protegía un generador? Pues de hecho sí que es posible, porque a Jon le pareció que tales criaturas venían en sentido contrario a la multitud, en actitud ‘sospechosa’ y con la risa tonta, y, según parece, algún voluntario confirmaba posteriormente la travesura. Sea como fuera, el español podía aliviarse sin penalidad (lo hubiera podido hacer con niños y sin niños, puesto que su bola había ido directa a una zona sembrada de obstáculos artificiales inamovibles, aunque la posición no habría sido la misma) y terminaba sacando un birdie majestuoso, primero llevando la bola a green desde el rough; después, enchufando un putt de más de seis metros. Vaya remate oportunísimo.

En este punto, merece la pena sumergirse en las aguas procelosas y vanas de lo que pudo ser y no fue, porque por cuestión de centímetros el español bien podía haberse dejado más de medio US Open, enredado en el limbo del ‘uy’ y del ‘ay’, tan popular en este deporte. Estudiémoslo forzando sólo lo justo la realidad. En el 17, donde Jon firmaba un par, el abanico va desde un ‘8’ más que posible, de haber perdido las dos primeras bolas que pegaba desde el tee, a un ‘3’ también más que posible, pues una vez solventado el paseo por el alambre, tiraba un putt magnífico de birdie desde unos tres metros que dejaba la bola asomada al hoyo. En cuanto al 18, en fin, digamos que después de errar la salida de nuevo, Jon quedaba hasta cierto punto en manos del puro azar: si pegaba la bola en una carpa o no, si aparecían o no unos imberbes gamberros, si el alivio se producía en un lugar más o menos ventajoso, si la bola en el rough, una vez realizado el dropaje, se quedaba bien, como así fue, o muy mal…

Lo que desde luego no quedaba en manos del azar era el poderoso putt con el que cerraba la vuelta. Un birdie absolutamente revitalizante, Un chute de energía positiva. Una barbaridad decisiva, porque Jon había redondeado los hoyos 17 y 18 con un parcial de -1 que bien podía haber sido de +4, +5 y hasta de +6 en el peor de los casos. Más de medio US Open había en juego en tres drives y dos hoyos, de un lado al otro del abanico.

“He tenido mucha suerte en el 17 y hay que decirlo, porque parece que los jugadores sólo nos acordamos de las veces en las que hemos tenido mala suerte”, sentenciaba el campeón de Barrika.

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