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ÁLVARO, ESTO SON PALABRAS MAYORES

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Álvaro Quirós (-19) ha ganado el Qatar Masters, su tercera victoria en el circuito europeo con 26 años recién cumplidos. En todo caso, lo de hoy han sido palabras mayores. Lo de hoy nos ha confirmado la gigante dimensión de este jugador a día de hoy, y nos prepara para lo que puede venir…

Su majestuosa victoria le mete de lleno en Augusta, y muy probablemente en el resto de los ‘majors’ del año, además de los WGC, empezando por el Accenture Match Play de finales de febrero, porque el muchachito se nos va a colocar entre los treinta mejores del mundo. Y lo que te rondaré, morena. 

El de Guadiaro es, sin duda, un jugador especial. Por todo: su aspecto, su sonrisa, ese swing violentísimo que genera watios imposibles de potencia, lo extraordinariamente bien que cae a sus compañeros… Hoy, además, ha confirmado en un gran escenario y ante un plantel de enorme calidad que está hecho de la pasta de los ganadores. Que no le asustan las situaciones complicadas, antes bien, se crece ante ellas y es capaz de dar lo mejor de su juego para salir de apuros. Y que en definitiva tiene una capacidad fuera de lo corriente para darse oportunidades de triunfo el cuarto día de torneo.

Quirós ha reventado a sus rivales en los últimos nueve hoyos, donde hay que hacerlo un domingo. La cosa tiene su miga después del inicio tímido y negativo que protagonizó en los primeros ocho hoyos. No es que fuera un manojo de nervios, no es eso, pero su juego no andaba fino. No cuadraba. Si no fallaba el drive, fallaba en la calle, y tampoco el putter le daba esa fuerza extra necesaria. Un juego más bien plano tirando a frío… Malos augurios.

Por eso, y con todo lo que había en juego, hay que dejar muy claro que la recomposición de su juego fue absolutamente maravillosa, sólo al alcance de los más grandes. Y es que no podemos pasar por alto un detalle de suma importancia: el joven español se había encontrado frente a frente con uno de los peores enemigos que tiene un profesional de golf bajo presión, esa enfermedad repentina que te inocula cualquier green y que puede destrozar todo tu juego… Nos referimos a los dramáticos errores en los putts cortos, en torno al metro de distancia. Tripateó Álvaro en el hoyo 6 y volvió a hacerlo en el hoyo 8 desde la distancia maldita. Muchos jugadores, en situaciones similares y tan seguidas, hubieran agotado en el trance todas sus reservas de confianza. Y sin confianza no hay golf de altura, no hay victorias, no hay nada de nada en un torneo de este calado, ni en ningún otro.

Después, qué cosas, sería el putter de media y larga distancia quien le diera el triunfo. Primero en los dos pares 5 de los hoyos 9 y 10, donde comenzó su recuperación (en ese momento ya no era líder), en los que embocaba desde unos tres metros y medio en ambos casos. Y, por supuesto, en el fatídico hoyo 15…

Quirós había hecho birdies a unos hoyos 12 y 13 que jugó con tiralíneas, fantástico. El torneo se le había puesto de nuevo de cara, frenando con cuatro birdies en cinco hoyos la carga de un gran Henrik Stenson (-16) y el atisbo de recuperación de su compañero de partido, el talentoso y poderoso Louis Oosthuizen (-16) (le pisó el drive varias veces, y eso es mucho decir con Quirós por medio). El de Guadiaro se plantó en el tee del 15, un larguísimo par 4 en el que hay que salvar un lago de segundo tiro. No quería jugar el driver de salida para asegurar la calle, pero su caddie le convenció para que lo agarrara (seguramente con buen criterio, pensando en que no se arrugara justo en la recta final). Se fue derechito al rough alto. Y desde allí, al agua. Olía que apestaba a doble bogey…

Tras dropar, el approach dejó la bola a más de cuatro metros del hoyo, más bien cuesta abajo y con una caida tremenda de izquierda a derecha. Si es Tiger quien se pone a la bola todavía concedemos el beneficio de la duda… Pero Álvaro lo embocó tocándola de maravilla. Celebró este bogey con el puño cerrado como no ha celebrado un eagle en su vida. Y fue aquí (de acuerdo: es sencillo hablar a toro pasado) donde ganó el torneo, aunque saliera empatado con Stenson en la cabeza.

Después, birdie en el corto par 4 del 16, embocando precisamente desde la distancia maldita de poco más de un metro; nuevo birdie en el par 3 del 17 desde unos dos metros… Repetimos: semejante determinación y temple en los momentos decisivos son virtudes que sólo adornan a los muy grandes. Curiosamente fue el frío y calculador Stenson quien cedió antes en la lucha de poder a poder, hasta el punto de que a Álvaro le habría bastado un doble bogey en el 18 para ganar.

Allí, en el green del 18, le esperaba buena parte de la Armada: Sergio, Gonzalo, Larrazábal, Pablo Martín… La imagen fue emocionante y muy descriptiva. El golf español anda algo más que sano. Tiene peso. Y vibra casi cada semana. Es la viva representación del oficio y el talento, cada jugador con sus particularidades, con sus altos y sus bajos. Algo más que emocionante será la fiesta que se van a pegar todos esta noche en Dubai…

Igual que en Portugal hace un par de meses, tan espontáneo y extrovertido como es, no crean que Álvaro celebró este magno triunfo tirando al aire su sombrero de sheriff tejano del Siglo XXI, ni saltando como haría su admirado Kun tras marcar un gol, ni siquiera mirando al cielo con los dos puños en alto… En la celebración es pausado y tranquilo. Pudoroso. Como si intuyera que hay que guardar fuerzas para lo que vendrá…

El golf español ha pitado y de qué modo en Qatar. Victoria y tres puestos más de top-ten. Y aún pudo ser mejor.

Porque Miguel Ángel Jiménez (-12, 5º puesto), Sergio García y Gonzalo Fernández Castaño (ambos con -11, 7º puesto) rondaron la machada de haber metido a cuatro entre los cinco primeros. Incluso algo mejor.

Sólo con un poquito más de finura con el putter, sólo un poquito más, y los tres españoles habrían podido llegar al -14 o -15. Y no es exageración. Pero claro, no se puede tener todo. Ahora, a Dubai, donde se les va a unir José María Olazabal. Casi nada.