Era ya noche casi cerrada en Valderrama cuando Colin Montgomerie y Bernhard Langer se subieron de nuevo al tee del 18 para jugar el tercer hoyo de desempate del Volvo Masters. Corría el 10 de noviembre de 2002. Allí mismo mantuvieron una charla. Así no se puede jugar, ¿qué hacemos? ¿volvemos mañana y acabamos? El dilema estaba sobre la mesa…
Nadie quería jugar el lunes. Era el último torneo de la temporada, los jugadores estaban deseando regresar a casa y el European Tour no estaba por la labor de acabar su gran torneo del año casi de manera clandestina un lunes al alba. La solución al problema llegó a través de una voz en off en un walkie. Era Ken Schofield, director ejecutivo del Circuito Europeo. “Señores, ¿qué les parece si damos el torneo por acabado y declaramos un doble ganador?”.
Schofield no había terminado la frase cuando Langer ya se había quitado la gorra y le ofrecía la mano a Monty. El escocés no lo dudó. Tendió la suya y sellaron en un apretón uno de los desenlaces más extraños de la historia del European Tour. Un torneo y dos ganadores.
La decisión salomónica fue peculiar, pero no única. Había un precedente. En 1986 Seve Ballesteros y de nuevo Bernhard Langer compartieron también la victoria en el Trofeo Lancome de Francia. De algún modo, además, el European Tour quiso homenajear con este gesto a dos jugadores que habían sido fundamentales para la victoria de Europa en la Ryder Cup de The Belfry, apenas unas semanas antes.
Aquel apretón de manos a la luz de la luna es una de las anécdotas más famosas de la historia del Circuito Europeo, aunque seguramente habrá mucho que recuerden aquella edición del Volvo Masters por otra cosa bien distinta que sucedió diez hoyos antes. Concretamente, en el 10 de Valderrama de la vuelta regular de Monty.
El escocés tripateó para bogey, pero su gesto en el tercer putt, donde básicamente sólo tuvo que empujar la pelota al hoyo, dejó una sombra de duda. Las imágenes se revisaron en vídeo y daba la sensación de que la pelota se había movido cuando Monty ya estaba colocado para terminar el putt. Aquello habría supuesto una penalidad de dos golpes.
Así, cuando el británico terminó su vuelta y antes de firmar la tarjeta, fue requerido por los árbitros para volver a ver las imágenes. Monty los convenció de que la pelota no se había movido y no se produjo ninguna penalidad. Eso sí, el análisis de la situación se dilató durante unos treinta minutos, un tiempo que habría sido precioso para haber tenido la oportunidad de alargar el desempate.
Finalmente, hubo dos campeones que bien pudieron ser tres. Bradley Dredge llegó al hoyo 18 a tiro de birdie para meterse en el playoff, pero acabó con bogey y dilapidó sus opciones. Sólo tres jugadores acabaron bajo par aquel Volvo Masters y la victoria en el orden de mérito fue para el sudafricano Retief Goosen. Por cierto, en aquellos días en España el tema de conversación único en calles y bares era el plan Ibarretxe.