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Reportaje Alejandro del Rey y Elena Hualde: Mi vida en USA

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Alejandro del Rey.

Dicen en Estados Unidos que los cuatro años de la Universidad son los mejores de la vida de una persona. Ahora mismo, mientras usted lee estas líneas, hay decenas de jóvenes españoles que viven con intensidad esa experiencia, pero con un añadido: la compaginan con el golf a alto nivel.

Dos golfistas de los Equipos Nacionales, Alejandro del Rey y Elena Hualde, comparten con nosotros estas vivencias cruciales para ellos en las que se entremezclan estudios, birdies, gimnasio, amistades nuevas, gastronomía extraña y, cómo no, alguna que otra fiesta universitaria.

¿Quién dijo que los inicios son duros? 

Alejandro del Rey recaló hace un par de años en la Universidad de Arizona State, la misma en la que hicieron historia Jon Rahm, Carlota Ciganda o Azahara Muñoz, y allí, apenas unos kilómetros al norte de la frontera con México, continúa repartiendo birdies, como hiciese hace medio año en el Campeonato del Mundo Absoluto por Equipos Amateur. En Irlanda, en este torneo, fue el mejor en el ámbito individual, guiando al combinado español a la medalla de bronce y viviendo una semana inolvidable junto a Vïctor Pastor y Ángel Hidalgo.

Solo unos días después ya estaba metido de nuevo en faena, en su día a día en Phoenix. “No me costó adaptarme mucho a la vida americana. Es verdad que hay mucha diferencia en la forma en la que ellos invierten su tiempo libre. Nosotros solemos estar acompañados de nuestros amigos en ese tiempo y a ellos les gusta más hacer las cosas por su cuenta, pero no me fue complicado”, explica.

Tampoco a Elena Hualde le supuso un gran sacrificio hacerse a una nueva vida en la Universidad de Auburn, en el estado de Alabama, al sureste del país. Le dio pena alejarse de la familia y los amigos, “pero pensar que toda esta aventura va a ser de gran ayuda en la vida, ayuda muchísimo”. La navarra, resuelta y dicharachera, comparte equipo con una eslovaca, una irlandesa y una sudafricana, con el inglés siempre como vehículo común de comunicación.

El idioma tampoco les ha supuesto un problema, aunque Alejandro matiza que allí “no hablan el inglés que aprendes en el colegio, sino uno mucho más urbano. A mí me ayudó escuchar su música, me ha servido para aprender palabras que nunca me enseñaron en clase pero que ellos usan a diario”, añade.

Tampoco hay queja de los horarios estrictos y extenuantes a los que se ven sometidos, porque como dice el dicho, sarna con gusto no pica. A los dos les apasiona el golf, y eso hace mucho más llevadero el ritmo. “Es un no parar. Por la mañana tenemos gimnasio a las 6:15 y después tengo clase de 8 a 11. Luego almuerzo y directamente a entrenar, normalmente por espacio de unas tres horas. La tarde es algo más tranquila, con tiempo para estudiar”, cuenta Elena.

La actividad de Alejandro no es menos frenética: “clase hasta las 12, comer e ir a entrenar de 13:30 hasta las 17:30. Luego, a estudiar y hacer algo de deberes antes de cenar sobre las 19,30 y terminar el día viendo una serie o alguna película, algo que no puede faltar para relajarme”.

El fin de semana la cosa cambia. Hay competición, pero también algo más de tiempo libre para un ocio que es diferente a lo que entendemos por nuestras latitudes, tanto por lo el hecho cultural como por la circunstancia de ser deportistas de élite a nivel amateur.

Mientras el ocio en España se centra en divertirse con los amigos, y a poder ser al aire libre, en Estados Unidos la cosa varía ligeramente. “Mi ocio en España se basa en pasar tiempo con mis amigos, y aquí se centra sobre todo en ver películas o series. Hay fines de semana en los que hacemos cosas juntos, pero rara vez entre semana”, argumenta Alejandro.

Elena, por su parte, lamenta el poco tiempo de esparcimiento que le dejan los estudios y el deporte, con torneos cada dos semanas y las consiguientes recuperaciones académicas que estos conllevan. “Disfruto yendo a restaurantes distintos y pasando tiempo con las amigas. En España se hace más vida al aire libre, y eso la verdad que lo echo de menos”, indica la pamplonica.

En cualquier caso, si algo añoran ambos son esos ratos de diversión con los amigos. Pero no sufran, que tanto Elena como Alejandro se desquitan en vacaciones con una sobredosis de ocio con los colegas.

Relaciones personales al margen, ambos han descubierto cosas interesantes de Estados Unidos y de su sociedad. Muchas buenas, otras quizás no tanto. El madrileño está contento allí, mucho, pero remarca la vertiente individualista de algunas personas con las que se ha topado.

“La mayoría de las veces buscan lo mejor para sí mismos, lo que les afecta con las relaciones sociales, les es más complicado confiar en otras personas. Suelen buscar a alguien que les pueda beneficiar en lo que están haciendo en ese momento”, esgrime. “¡Pero algo estarán haciendo bien cuando son la primera potencia mundial!”, añade cambiando el foco del debate.

La golfista navarra, por su lado, valora positivamente que la americana es una sociedad que “ofrece oportunidades a personas con distintas cualidades y que acepta muy bien las diferencias”.

La nota, un 10

Y el caso es que, con sus horarios complicados, su exigencia deportiva, sus viajes larguísimos a los torneos, sus cambios de clase, su gastronomía discutible… la experiencia está siendo sobresaliente para nuestros dos jugadores.

“No cambiaría nada, ¡he aprendido tantas cosas en tan poco tiempo! Supongo que vivir solo ayuda a tener nuevas experiencias, y estoy encantado. Creo que he madurado mucho aquí, y la verdad es que me hacía falta”, admite Alejandro.

En esa misma línea se expresa Elena, que ha descubierto otro montón de cosas nuevas a las que echará de menos, “especialmente el fútbol americano, un deporte que merece la pena vivir”. Para Elena está siendo “una experiencia increíble, una oportunidad única de hacer lo que más me gusta y al mismo tiempo tener una carrera Y sin dejar de conocer mucha gente de diferentes lugares. ¡Le pongo un 10!”, indica. No cabe duda de que ambos están exprimiendo al máximo estos cuatro años, los mejores de sus vidas… por el momento.

TODO TIPO DE EXPERIENCIAS

La comida, punto de desencuentro

Las experiencias de Alejandro y Elena coinciden en muchos aspectos, pero hay uno en el que se alejan por completo, y no es una minucia. Es la comida. Para la golfista navarra no ha sido nada fácil hacerse a las costumbres gastronómicas locales. “Es difícil adaptarse al cambio tan brusco de la cocina americana. ¡Muchas de las comidas saben igual!”, dice con asombro.

Por contra, para el madrileño, la comida en Arizona ha sido un bonito descubrimiento. “Me encanta probar todo tipo de comidas de diferentes países, como muy variado, que es algo que no solía hacer en España. Y me he vuelto muy fan de las comidas mexicana y asiática”, explica. Para gustos, los colores, y más si de comida se trata.

“Ahora veo este deporte de otra manera”

Lo dice Alejandro del Rey, que al igual que Elena Hualde está contento con el rumbo que lleva su carrera deportiva en Estados Unidos. “No echo nada de menos porque aquí tengo de todo. Claramente he salido fortalecido de esta experiencia, he crecido mucho como golfista y he aprendido la forma de jugar en diferentes estilos de campo o hierba. He madurado mucho dentro del campo de golf y me han ayudado a ver de otra forma este deporte”, señala el número 45 del Ranking Mundial.

La navarra, emplazada en el puesto 161 del planeta golf, agradece el hecho de haber aprendido “a ver los campos con más estrategia y a no tomar decisiones aceleradas” durante la ronda, pero agrega que “a veces es difícil entenderte con alguien que no te conoce desde hace tantos años”, por lo que en parte echa de menos a sus técnicos de siempre.

Si a este notable balance en el ámbito deportivo se añade que tanto uno como otro están más que satisfechos con sus vivencias en lo académico, ¿qué más se puede pedir?

Elena Hualde.
Elena Hualde.