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Jordan y los 123 whatsapps

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La Ryder Cup, a 2,07

Cuando el despertador ha sonado a las cinco de la mañana en el apartamento de la calle Six Murray algo me decía que iba a ser un día muy especial. Madre mía, qué equivocado estaba. Especial se queda corto.
Ha sido un día único. Uno de esos que jamás olvidaré. Un día con el sueñas desde que eres un mico. Ryder Cup, va ganando Europa, ruge Poulter, exhibición de Rose, puntazo de Sergio y McIlroy… y encuentro con dios en el tee del 1 de Gleneagles. Porque sí, allí estaba él, como en Medinah.

Lo prometido es deuda y ahí tenéis la nueva foto. Han pasado ya más de diez horas del encuentro y aún tengo alteradas las pulsaciones. Me he puesto mucho más nervioso que la primera vez en Chicago hace dos años. No sé muy bien por qué, quizás porque hoy no me lo esperaba, pero han sido tres minutos en los que llegué a pensar que el corazón se me salía por la boca.

Todo ha sido gracias a Miguel Ángel Jiménez, como siempre. Andaba yo merodeando por el tee del 1, husmeando, vibrando con el maravilloso público de Escocia justo después de saludar al Pisha, cuando me ha hecho un gesto con la mirada: “Pedro, acércate hombre…”. Efectivamente, a su lado estaba Michael Jordan.

Se me ha disparado la adrenalina. No sé ni cómo me ha salido la voz. Jiménez ha vuelto a ejercer de maestro de ceremonias y Jordan ha estado espectacular. “Claro, claro que me acuerdo de ti. Ya veo que has venido a Gleneagles para quitarme otra vez el honor de ser el más alto de la Ryder Cup. Hasta Medinah era yo, pero ahora no tengo nada que hacer”, me ha dicho entre risas. “Sí, sí, yo seré el más alto, pero tú eres el más grande”, le he respondido. Qué le iba a decir, si yo cuando era un crío me quería hacer negro, como quien se compra un jersey, para ser como él. Me ha preguntado por mi golf y yo le he dicho la verdad, que muchas gracias, que la familia está muy bien. Se partía la caja. Acto seguido, he cogido al vuelo a una chica del European Tour, le he dado mi móvil y le he pedido que me tirara mil fotos. Aquí tenéis la prueba. “Mike, ya te dije ayer que nos volveríamos a ver”. Nada más terminar este breve, pero intenso encuentro, he mirado mi móvil para ver cómo habían quedado las fotos y tenía 123 mensajes. ¡Pero si yo no tengo tantos contactos! Sí, ahí me he enterado que he salido en la tele, y por si había alguna duda mis amigos me han mandado fotos de sus televisores conmigo, Jordan y Jiménez. De locos.

Sabéis que siento devoción por Jordan. Creo que es el mejor deportista de la historia, y no sólo lo digo yo, ahí están los más grandes asegurándolo. Es un tipo diferente, un semidios. Está dentro del equipo americano porque es muy amigo de los jugadores, pero él va a su bola. No se viste como ellos, no. Él es Jordan y todo lo que lleva puesto es de su marca. Por supuesto, es el único en todo Gleneagles que lleva puestos unos vaqueros… y a ver quién le dice algo. Jordan aparece y la Ryder se para. El público no lo mira, lo admira. Si se ata las zapatillas se escucha un “ooooohhhh”, si se rasca la mejilla “ooooohhhh”, si guiña un ojo “ooohhhhh”. Es adoración. Se pasea por el campo con un buggie, siempre con algún jugador. Por cierto, fijaos este domingo en las zapatillas de Keegan Bradley, son Jordan. Creo que en breve van a sacar a la venta una línea de ropa de golf, pero de momento están creando la expectación. No es porque sean Jordan pero la verdad es que me encantan.

Pero bueno, vamos a la Ryder, que ha habido mucho y bueno hoy. Ha sido un día fabuloso. Hemos estado en el tee del 1, hemos visto a los jugadores muy cerca gracias a un pase muy especial y todos mis amigos han flipado. Es una experiencia única y somos unos privilegiados.

Os podéis imaginar la cantidad de momentos y situaciones alucinantes que hemos vivido, pero me quiero quedar con una: el chip que embocado Ian Poulter. Ha sido algo escandaloso. Nunca he sentido temblar un campo de golf como en ese momento. Qué barbaridad. Yo creo que se ha oído el rugido hasta en Edimburgo. Qué tío más especial Poulter. No está jugando bien, pero siempre deja su sello. Me encanta.

También he alucinado con la relación de Sergio y Rory. Son mucho más que compañeros bien avenidos, pero mucho más. Son colegas y juegan como colegas. Me quedo con el abrazo que le ha dado McIlroy al español después de que éste fallara un putt. Transmiten los dos una sintonía muy especial.

Y por supuesto quiero hablar de Justin Rose. Dubuisson lo está haciendo espectacular, pero Rose es el killer de esta Ryder. Se ha echado el equipo a la espalda y es una pasada.

Mañana queremos llegar a Gleneagles dos horas antes de que empiece la jornada. Me encanta verlos entrenar y no me lo quiero perder. Después, a disfrutar. Aunque ya os digo que no me fío. Como sabéis yo estuve en Medinah y sé que estas cosas pueden pasar, así que no, que no me fío.

* Pedro Fernández es el director de la Miguel Ángel Jiménez Golf Academy.