Inicio Ryder Cup La confesión de Guardiola y el último discurso de Olazábal

La confesión de Guardiola y el último discurso de Olazábal

Compartir

Por Pedro Fernández

Sabía que tenía una cuenta pendiente y pienso cumplirla. La Ryder Cup no se acabó en el autobús camino del aeropuerto de Chicago. Ni mucho menos…

El viaje de vuelta a Londres tuvo su miga. Hubo de todo en el avión. Fue el fin de fiesta, el coletazo a una semana increíble.

La noche del domingo después de ganar la Ryder fue intensa y muy dura, así que como cabía esperar pasó su lógica factura en el avión de vuelta. Durante las dos primeras horas de vuelo el silencio fue sepulcral. No se escuchó un alma. Había que recuperarse de la batalla. Las ‘heridas’ de la fiesta aún estaban visibles en las caras de todos.

Eso sí, dos horitas fueron más que suficientes para cargar la batería. Poco a poco empezó a escucharse un murmullo que subía de tono en el avión, los cuerpos empezaron a desperezarse, algún bostezo, un ronquido perdido de algún rezagado… Vuelta a la actividad, vuelta a la FIESTA. Del equipo venían en el avión Olazábal, Thomas Bjorn, Darren Clarke, Paul McGinley, Miguel Ángel Jiménez, Lee Westwood, Nicolas Colsaerts, Peter Hanson, Paul Lawrie y Francesco Molinari.

Tomó la voz cantante Lee Westwood, inasequible al desaliento. Agarró la Ryder Cup y comenzó a pasearse por el avión como si llevara el trofeo en procesión. ¿Se imaginan a un inglés de nazareno en una Semana Santa? Al bueno de Westwood sólo le faltaba el capirote… Le acompañaban Chema Olazábal, vigilando siempre la copa, y Nicolas Colsaerts.

Fueron pasando por todos los asientos para que los familiares y amigos, que aún no habían tenido la oportunidad de ver de cerca la Ryder, pudieran tocarla y hacerse la foto de rigor. Se montó una buena escandalera. Cada uno hacía su gracia. Y yo no podía ser menos…
Cuando llegó mi turno, Lee me cedió la copa e hice ver como que se me caía al suelo… Maldita la gracia que le hizo a Westwood. Se le cambió la cara, se puso aún más blanco de lo que ya estaba. Cuando segundos después reaccionó y vio que era una broma se partió de risa.

El vuelo fue muy divertido. Aprovecho para pedir perdón a las azafatas porque el lío que se formó fue terrible. Nadie quería estar de pie. Miguel Ángel Jiménez, cómo no, me sacó del asiento y me llevó a esa zona intermedia del avión de la que ya os hablé en la ida… Sí, exacto, la barra. Una fiesta con música y todo.

Cuando quedaban cuarenta minutos para llegar a Londres, sonó la voz del capitán. «Señoras y señores, vamos a aterrizar. Antes, os dejo con alguien que quiere deciros algo…». Era José María Olazábal. Su último discurso: «hola a todos, quiero agradecer a todos los que estáis en este avión el ánimo, el esfuerzo y el apoyo que hemos recibido para lograr nuestros objetivos. En especial, quiero dar las gracias a nuestros jugadores y a mi familia. Además, hay una persona por ahí arriba que estará sonriendo ante esta tan difícil victoria. Todos habían dudado de nosotros tras los dos primeros días, todos, excepto nosotros, porque sabemos el pundonor y la garra que tenía este equipo. Me siento muy feliz de haber capitaneado a este grupo irrepetible y espero que podamos disfrutar de más victorias en el futuro. ¡Gracias a todos!». Un minuto. Ovación cerrada del pasaje. Qué bien sabe transmitir la emoción Olazábal. Inolvidable.

Nada más aterrizar en Londres había un montón de medios de comunicación esperando al equipo. El despliegue era espectacular. Sesión de fotos, alguna declaración y rumbo al hotel… El viaje va tocando a su fin. Me voy despertando del sueño. Por la noche quedamos para picar algo con Miguel Ángel Jiménez y aprovechamos para compartir los últimos recuerdos de Medinah. También hablamos de lo que viene ahora por delante, claro. Miguel se marcha al Dunhill Links y yo me voy de vuelta a Murcia, aunque con la agenda a tope.

Sin apenas tiempo para descansar, el miércoles a la siete de la mañana suena el despertador. Me espera un largo viaje en coche hasta Isla Valdecañas, provincia de Cáceres. Allí asisto a un curso de formación en gerencia de campos de golf. Aprendemos muchas cosas de todo lo que rodea a la gestión y administración de un club.

Si hay algo que ya tenía claro antes de la Ryder Cup y que esta semana me ha terminado de confirmar es que quiero dedicar mi vida al golf. Lo tengo claro. En cualquiera de sus vertientes.

Os cuento un secreto. El domingo de la Ryder compartí dos hoyos con Pep Guardiola y me dijo lo siguiente: «soy hándicap doce, pero llevo cinco años sin jugar, desde que cogí al Barcelona. Me quedo a vivir en Nueva York un año y ahora quiero retomarlo. El golf es el deporte más bonito del mundo y si volviera a nacer tengo claro que querría ser golfista». Lo dice Guardiola, un tipo que lo ha ganado todo en el mundo del fútbol, una estrella planetaria. Me encantó escuchárselo porque yo también pienso lo mismo y lo he dicho muchas veces. Si volviera a nacer querría ser golfista.

Termino y no me despido. Mi serial de la Ryder no acaba aquí. En los próximos días os contaré mi particular punto de vista sobre todos y cada uno de los miembros del equipo europeo con los que he tenido el inmenso placer y el honor de convivir durante una semana que ninguno de nosotros podrá olvidar jamás.

Sígueme también Twitter