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Maggie, mesa a las siete y marchando un english breakfast

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La Ryder Cup, a 2,07

Compaginar golf y Ryder está siendo más duro de lo que pensaba. Pero bueno, como dicen, sarna con gusto no pica, así que estoy encantado. Otra jornada maratoniana. Hemos jugado en Jubilee por la mañana y por la tarde hemos ido a Gleneagles para ver la ceremonia de apertura.

Sinceramente, no tenía yo muchas expectativas. Ya estuve en Medinah, sé de qué va y casi siempre es lo mismo, pero al final le he cogido el punto y no me he arrepentido de ir, al contrario. De hecho, he tenido una revelación y quiero compartirla con todos. Señoras y señores, Europa existe. Sí, existe, como concepto y como patria.

En la ceremonia de Medinah no había tanta bandera europea y, claro, no lo pude percibir como hoy en Escocia. Es impresionante. Mientras sonaban los acordes de la Oda a la Alegría de Beethoven la gente no ha parado de gritar «Europe, Europe». Es chocante, parece como si estuvieras en un teatro o viendo una película, no te lo terminas de creer, pero cuando pasa media hora y el público sigue gritando «Europe», se pintan la cara y agitan banderas azules y amarillas, te lo acabas creyendo. No hay más remedio.

Es algo único. Sólo en la Ryder se siente Europa de esta manera. Esta semana no somos españoles, escoceses, irlandeses o alemanes, somos europeos. La Unión Europea debería tomar buena nota de lo que supone la Ryder. Les lanzo la idea como estrategia de márketing. Hala, y gratis. Por cierto, me ha gustado mucho el detalle de que se hayan izado las banderas de cada país representado en el equipo europeo. Eso no lo hicieron en Estados Unidos y la verdad es que mola. Y sí, insisto, sigo impresionado con Gleneagles, más gente y todo más grande que hace dos años.

Hemos llegado a la ceremonia después de jugar en Jubilee. Otro campazo. Hoy sí hemos jugado al golf en Escocia. Lo de ayer en Carnoustie fue una broma, en manga corta los últimos hoyos. Hoy no. Ha soplado el viento de lo lindo. Duro, muy duro. He pegado un drive de 120 metros y al siguiente, con viento a favor, la he dejado a cuarenta metros en un par 4 de 400. Muy divertido. Me gustan los links, es otra manera diferente de jugar, pero me lo paso muy bien.

Esta noche nos hemos dado un señor homenaje. Hemos cenado, si se puede decir cenar a las siete de la tarde, en el club de St Andrews, a la derecha del green del hoyo 18 del Old Course. Una maravilla. Historia viva del golf. Nos hemos comido una buena mariscada, aunque claro, si esto lo ven en Lugo, donde viví un año, les entra un ataque de risa.

Nos han contado un montón de historias, sobre el nacimiento del golf, Tom Morris, el propio Old Course, y nos han dado unos numeritos muy majos. Sentaros bien en la silla porque os podéis caer. Os cuento: St Andrews está gestionado por una empresa que se llama St Andrews Trust. ¿Sabéis cuánto factura al año entre greenfees, cinco campos más el Old Course, y las tiendas? Ojito al dato: más de cincuenta millones de libras al año. Sólo el Old Course hace al mes 1.500.000 de libras. Sí, sí, al mes. Y en merchandising sacan unos ocho kilitos al año. Impresionante.

No obstante, lo que más me gusta es que todo lo que obtienen de beneficios lo reinvierten en golf, para los campos, para los niños, para seguir fomentando este deporte que viven con verdadera devoción. St Andrews da trabajo a 380 personas, que es casi el cuatro por ciento de la gente que vive en el pueblo. Definitivamente, nos llevan más de cien años de ventaja.

Mañana jugamos en Kingsbarns a las diez de la mañana. Ya me han dicho que me prepare, que es una maravilla. Tengo ganas. Eso sí, antes, una buena dosis de Ryder. He quedado a las siete menos cuarto con Jesús García Sanjuán para irnos a desayunar al mítico Dunvegan. Antes se lo dije a Maggie: «esta mesa queda reservada para las siete de la mañana». Enfrente, pantallón gigante. Qué mejor que un buen english breakfast para meternos en faena de Ryder. No me quiero ni imaginar el ambiente que vamos a tener en el pub. Pues eso, «Europe, Europe, Europe».

*Pedro Fernández es director de la Miguel Ángel Jiménez Golf Academy