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McGinley pone los condimentos

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Los primeros emparejamientos de los fourballs matutinos del viernes, con los que se abrirá la 40ª edición de la Ryder Cup, nos han mostrado a un Paul McGinley ciertamente sorprendente y a un Tom Watson mucho más previsible y ‘lógico’, que ha iniciado la competición sin cartas en la manga o conejos en la chistera: más o menos ha puesto lo que se había ido viendo y casi todos los análisis vaticinaban.

Las decisiones de McGinley tienen un perfil algo más arriesgado. O creativo, si se quiere. Él ha puesto el sabor, los condimentos. Evidentemente, aquí no se improvisa nada y el irlandés es hombre reflexivo, y hay que aclarar que también está repitiendo algunos patrones de pasadas ediciones. Por ejemplo: quizá sorprenda que Rose y Poulter no jueguen juntos, pero hay que señalar que los dos ingleses, hace dos años en Medinah, tampoco se emparejaron en los fourballs y sí lo hicieron en las dos jornadas de foursomes. Así que es muy probable que los veamos juntos por la tarde. Mientras tanto, Stenson y Rose jugará juntos por la mañana, abriendo el campo, y al fin y al cabo son dos pesos pesados del equipo.

Sorprende el dúo Kaymer-Björn, pero no cabe duda de que se trata de una pareja muy fuerte en esta modalidad de fourballs. Además, un dato: son muy buenos amigos. Es habitual verlos cenar juntos cuando coinciden en el PGA Tour. Eso sí, la pareja transmite alguna duda en cuanto estabilidad emocional. Björn tan pronto puede estar desatado haciendo birdies como alicaido si las cosas no salen. ¿Será capaz Kaymer de mantener motivado y enchufado al danés si vienen mal dadas? Pues no parece de ese perfil, pero veremos.

Y aún sorpende más la pareja formada por Poulter y Gallacher. Aquí McGinley arriesga jugándose la carta emocional. El héroe junto al novato escocés, con Westwood y McDowell en el banquillo…

La pareja McIlroy-Sergio es una pasada, no cabe duda. Una muestra de poderío y muy en la línea de la apuesta por la pasión y la emoción. Pero precisamente por el incontestable poder de estos dos jugadores, todo lo que no sea sumar el punto puede ser considerado como un fracaso (dentro y fuera del vestuario, ojo) y eso siempre es peligroso. Aún se recuerda el experimento fallido de Sutton en 2004 emparejando a Tiger y Mickelson el viernes en los foursomes y fourballs. Su idea era que jugaran juntos viernes y sábado, pero tuvo que dar marcha atrás después de que perdieran los dos partidos.

En fin, es mejor dejarse llevar y caer en la tentación: es tan apetitoso el bocado de ver juntos al castellonense y al norirlandés (Olazábal ya meditó emparejarlos en Medinah, aunque luego no lo hizo) que el riesgo resulta bienvenido…