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Victoria de Estados Unidos en la 43ª edición de la Ryder Cup

Estados Unidos finaliza con éxito su gran obra de demolición

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El equipo estadounidense celebra su victoria en la Ryder Cup 2020. © Golffile | Scott Halleran
El equipo estadounidense celebra su victoria en la Ryder Cup 2020. © Golffile | Scott Halleran

Estados Unidos ha ganado la 43ª edición de la Ryder con el resultado más abultado de la historia moderna (19-9), desde que Europa juega como tal, después de ganar también la sesión de los individuales (8-4) sin demasiados apuros. El equipo de Steve Stricker, por tanto, ha terminado el trabajo tal y como lo había comenzado el pasado viernes: sin dar ninguna opción, serio, muy metido y sencillamente superior en cada sesión, casi en cada partido. Una verdadera y concienzuda obra de demolición. En esta ocasión, los galones que mostraban los ocho top ten mundiales que alternaban en el vestuario de las barras y estrellas sí han hecho bueno el análisis que suele hacerse a priori y que concedía a los americanos la superioridad libra por libra.

No había vuelta de hoja: Europa necesitaba un gran comienzo de sesión, pintar de azul el panel bien pronto, pero la realidad de esta Ryder volvía a aparecérsele a los de Harrington cruda y tozuda. Esta vez Rory McIlroy, que abría la jornada frente a Xander Schauffele, sí iba a mostrar el camino, pero Lowry, Rahm y Sergio, que venían a continuación, no iban a poder de ninguna de las maneras dar continuidad a tal inercia ante Cantlay, Scheffler y DeChambeau. Los dos españoles, en concreto, se cargaban de lastre muy rápido y luego no encontraban el modo de soltarlo. Rahm, sin comerlo ni beberlo, se veía cuatro abajo en cuatro hoyos, zarandeado por un Scheffler inspiradísimo (cinco birdies en los primeros seis hoyos), y, aunque luego iba a buscar en cada esquina el modo de reengancharse, lo cierto es que hoy no acertaba con esos putts oportunos y decisivos de días atrás.

También Poulter iba a sacar adelante su punto ante Tony Finau, extendiendo su leyenda en los individuales, donde no conoce la derrota en siete ediciones y suma ya seis triunfos. Y Westwood en su duelo con Harris English. Ni un solo punto entero más. En el total de la competición, sólo siete en otros tantos partidos. A eso se le llama ir con el agua al cuello casi desde el pitido inicial.

Se va a hablar y a escribir una barbaridad del potencial de este remozado equipo norteamericano. Y con razón. También de la capacidad que ha mostrado Stricker para hacerlo funcionar como tal, todos a una. Pero en el seno de la escuadra europea son todos conscientes de que la razón principal de la abultada derrota corre sobre todo de su cuenta, porque han sido demasiados los jugadores que no han alcanzado su máximo rendimiento. Cada medio punto, cada ratito con el marcador de un partido de color de azul, ha costado sangre, sudor y lágrimas. Es verdad que muchos de estos jugadores (seguramente todos, salvo Jon Rahm), no llegaban a la cita en un pico de forma verdaderamente alto, fuerte y estable, pero siempre queda la esperanza de encontrarlo precisamente en la hora de la verdad. Y es obvio que no lo han conseguido.

En este sentido, conviene por tanto no cargar las tintas con el capitán continental. Seguro que Padraig Harrington podía haber estado un poco más fino, porque en la hora de la derrota cada cual tiene su cuota de responsabilidad, mucho más la cabeza visible. Es muy probable, por ejemplo, que le faltara algo de cintura el sábado para acertar con el obligatorio golpe de timón que necesitaba el equipo y demandaba el marcador, pero en cualquier caso no parece que él haya sido el principal problema, ni mucho menos la primera ni la última razón del grave patinazo.

Europa, sea como sea, se ha mantenido unida, y como tal regresará a la lucha dentro de dos años en Roma. Así lo confirman las lágrimas de Rory y Poulter nada más finalizar sus respectivos partidos. Y el emocionante esfuerzo final de los Hovland, Casey, Wiesberger, Fleetwood, Westwood o Fitzpatrick por maquillar hasta donde fuera posible la debacle.

Ahora todo se ve negro ante el despliegue de consistencia de los jugadores estadounidenses. De todos ellos, sin excepción, sean cuales sean los puntos que cada cual haya sumado. Pero los chicos de azul encontrarán la manera de subirse de nuevo a la chepa del Tío Sam. Para ellos, más que un objetivo, es una misión.

Consulta aquí los resultados de la Ryder Cup 2020