Una tunda en toda regla. Estados Unidos zarandeó a Europa en la jornada matinal del primer día con un 0-4 incontestable; más aún, inaudito, jamás visto en la Solheim Cup. Nunca el equipo foráneo en las 17 ediciones anteriores logró un resultado tan abultado. Sólo en Toledo, en la competición disputada hace dos años, las europeas lograron colocarse 0,5-3,5 en el arranque. Las norteamericanas han pulverizado otra marca porque ninguna vez le metió un rosco a su rival en los foursomes. Finca Cortesín se ha convertido, de momento, en un lugar casi sagrado para las yanquis, donde han puesto una pica en Flandes nada más empezar y han dejado noqueadas con cuatro ganchos a las europeas. Queda tela por cortar, claro; esta misma tarde pueden recuperarse las locales y mañana hay doble ración antes de los individuales del domingo, pero el zarpazo ha sido demoledor para abrir boca y han puesto la cara colorada a las ocho jugadoras del Viejo Continente.
Las batallas psicológicas en los deportes existen desde que éstos existen: desde el portero ante un lanzador de penaltis, a un jugador de baloncesto que trata de desestabilizar a un rival antes de un tiro libre, a un ciclista que simula sufrir una pájara o a un boxeador que parece que está groggy cuando en realidad busca el desgaste del oponente. Los entrenadores también usan sus armas mentales antes de las competiciones y aquí es evidente que Stacy Lewis le ha metido una goleada a Suzann Pettersen a las primeras de cambio. La capitana estadounidense traspasó toda la presión a las europeas cuando repitió varias veces que eran las favoritas y su homóloga insistió en que contaba con la mejor docena de golfistas de la historia y, pese a que no soltara que era pan comido, sí trasladó la idea de que había muchas opciones de ganar. Craso error. Y eso que sí hubo algunos avisos, como el de Carlota Ciganda, que no jugó, advirtiendo en los días previos que ojo con las americanas y que bastantes partidos llegarían a los hoyos finales. Así fue, dos acabaron en el 18 y uno en el 17.
Ninguna de las europeas dio el callo esta mañana. Sólo la solidez de Celine Boutier y el arrojo final de Leona Maguire, que perdió su primer puntos en su sexto partido en la Solheim, pueden salvarse de la quema general. Nada funcionó, todo se fue yendo al traste poco a poco desde que Lexi Thompson y Megan Khang ganaron el primer punto en el comienzo a Linn Grant y Maja Stark. Lo que mal empieza… Y las europeas desperdiciaron varios putts cortos o medios para ganar o empatar los hoyos y dieron vuelo a las americanas.
Las anfitrionas nunca fueron por arriba en dos de las contiendas: en el primero, donde las novatas suecas sí se revolvieron para empatar en el 13 tras ir tres abajo, y en el último, donde Ally Ewing y Cheyenne Knight sacaron del campo a mamporros a la irreconocible Charley Hull y a Emily Pedersen, que sólo se llevaron el 10 después de ponerse seis abajo en los anteriores nueve; un palizón, vaya.
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— LPGA (@LPGA) September 22, 2023
Boutier tiró del carro con una nervioso y desatinada Georgia Hall para mantener el pulso ante Danielle Kang y Andrea Lee, con golpes soberbios como cuando golpeó en el mástil de la bandera en el 14 y casi logra un eagle o con un approach desde el rough para que Hall empatara el hoyo. La pareja franco-inglesa sí se puso por delante dos veces con uno arriba pero las americanas estuvieron muy finas tanto en los putts lejanos como en los cercanos. Boutier dispuso de la ocasión de arañar medio punto en el 18, aunque su putt no fue en línea.
En la otra contienda, Leona Maguire se resistió como gata panza arriba frente a Nelly Korda y Allisen Corpuz, pero su explosivo final no bastó. La irlandesa enchufó los putts obligatorios para no caer en el 15, el 16 y el 17, con especial mención al buen puro que embocó en el último de esta serie, de unos siete metros. Pero hasta ahí llegó su fuerza, aunque Nordqvist contó con la posibilidad de obtener medio punto en el 18 y, como Boutier, su putt se perdió por la derecha. Otro chasco, el cuarto de la mañana.
Es pronto para asegurar que Europa necesita un milagro, pero más vale que espabilen las chicas de Pettersen (y seguramente la propia capitana) para no llegar al sábado con media Solheim camino de Estados Unidos.
