Larga, muy larga la salida de Rafa Nadal en el hoyo 12 de Pula Golf. Pega a green con un palo muy corto en las manos, pero un cálculo demasiado ajustado y el efecto de retroceso terminan enviando la bola al bunker frontal. Una salida desde la arena defectuosa, demasiado agresiva, y el pequeño lío está organizado, porque se ha volado el green y la bandera está larga…
El manacorí se dirige con una amplia sonrisa a un grupo de mirones que andamos retozando en el buggy, disfrutando al tran tran de la mañana templada: “vais a tener que macharos porque hasta aquí había llegado una menos…”
Que Nadal disfruta jugando al invento de los catorce palos es una evidencia palpable y más que sabida. Pero queríamos saber hasta qué punto es también aficionado de sofá y manta. Si sus compromisos le dejaran seguramente no se perdería jamás la retransmisión del Masters de Augusta, reconoce. Es su torneo preferido y, una vez más, asegura que se emocionó con la victoria de Sergio. Porque era un español, claro, pero también por lo que significaba para este jugador en concreto…
Y, por supuesto, queríamos conocer de primera mano qué valoración hace del ‘fenómeno Jon Rahm’ que ha estallado en el deporte español. No es la opinión de un cualquiera, sino la de alguien que aún fue más precoz que el de Barrika en la senda del éxito, el triunfo y las tempranas y exuberantes expectativas.
Del mismo modo, resulta interesante la disección que establece en el plano mental entre el tenis y el golf. No tiene desperdicio el concepto de la derrota, del hecho de perder, de sentirse derrotado, que Rafa desarrolla estableciendo claras diferencias entre estos dos deportes.
