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Rory, la actitud y el diseño del plan ideal de trabajo

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Rory McIlroy durante el TOUR Championship 2019. © Golffile | Ken Murray
Rory McIlroy durante el TOUR Championship 2019. © Golffile | Ken Murray

Como es tiempo de hacer balance, al menos en lo que respecta al PGA Tour, con la temporada 2018-19 recién empaquetada, ribeteada y lista para llevar, es un excelente momento de reparar en dos cuestiones que el gran triunfador, Rory McIlroy, ha destacado como claves del éxito.

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La primera se refiere a la actitud que el norirlandés se ha trabajado de lo lindo y que, según sus propias palabras, tiene que ver con la relativización de los buenos y los malos momentos que se viven durante la competición. No es palabrería barata. En efecto, a McIlroy se le ha visto más equilibrado, mucho más comedido en las celebraciones y ‘zen’ en la hora obscura del doble bogey.

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Un apunte al respecto: no vamos muy desencaminados si establecemos el origen de este modo de actuar en aquella Ryder de 2016, en la que Rory sintió que era el momento de cargar el equipo sobre sus espaldas, de poner la cara para que se la partieran en tierras de Minnesota, y sufrió un desgaste emocional bestial, que tuvo su momento culminante en aquel duelo individual ante Patrick Reed, del que salió escaldado y completamente exhausto, vacío.

Rory McIlroy en el duelo individual ante Patrick Reed durante la jornada final de la Ryder Cup 2016. © Golffile | David Lloyd
Rory McIlroy en el duelo individual ante Patrick Reed durante la jornada final de la Ryder Cup 2016. © Golffile | David Lloyd

La segunda de las claves a la que se ha referido el norirlandés de modo específico se resume de este modo: las semanas de torneo están sólo para competir y hay que llegar a ellas con todo el trabajo técnico (y de material) hecho. “Tracé un plan a principio del año según el cual no debía concentrarme o preocuparme del swing durante las semanas en las que estoy compitiendo. Intento hacer todo el trabajo con mi entrenador, Michael Bannon, en otras semanas. Creo que el trabajo tiene que estar hecho antes de que la semana del torneo comience y, una vez que estás ahí, ir con lo que tienes”.

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Obviamente, este último ‘consejo’ de poco sirve al jugador aficionado normal y moliente. Pero seguramente debería aplicárselo más de un profesional de élite, porque en efecto es la norma según la que se rigen la mayoría de los mejores jugadores: el calendario de trabajo puro y duro debe establecerse durante las semanas en las que no se compite, que en muchos casos son más de veinte al año (hay por tanto tiempo de sobra para el descanso, las vacaciones, y para el concienzudo y disciplinado entrenamiento).

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De este modo, todo lo que sea andar probando una varilla nueva el día del Pro-Am o testando ligeras variantes técnicas el martes de una semana de torneo, debería ser considerado como algo excepcional, un parche que incluso puede dar frutos, pero que no debiera ser lo habitual. No siempre se puede, ni tampoco todos los jugadores disponen de las mismas herramientas y posibilidades, pero es desde luego una línea general de comportamiento a tener en cuenta en la medida de lo posible.

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