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Una reflexión acerca de la USGA y las quejas

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Pat Perez en el green del hoyo 18 durante la tercera jornada del US Open Golf. © USGA/Ben Solomon
Pat Perez en el green del hoyo 18 durante la tercera jornada del US Open Golf. © USGA/Ben Solomon

La USGA se ha visto de nuevo en la obligación de tener que dar explicaciones. Lo hará seguramente cada vez que se pase de la raya, pero no dejará de forzar los límites hasta el mismísimo borde del precipicio. Al final, siempre tendrán un ganador después de 72 hoyos y este jugador, según lo ven ellos, será un campeón justo esa semana concreta, en ese campo concreto y con unas horrorosas condiciones concretas.

Los jugadores están en su derecho de quejarse y hay que ponerse en su piel, escucharlos y entenderlos, porque hay vueltas en un US Open que pueden convertirse en un auténtico martirio, un rosario de frustraciones, un drama en cada esquina. Cada año (salvo 2017) es la misma historia o similar: quejas y crujir de dientes de hombretones hechos y derechos que normalmente no tratan de buscar excusas, es cierto, y que honestamente se sienten impotentes y avasallados. Ayer mismo se preguntaban muchos de ellos si de verdad es tan divertido verlos pasándolo tan mal, en situaciones tan forzadas y agónicas…

Tyrrell Hatton en en el hoyo 16 durante la tercera ronda en Shinnecock Hills. © USGA/Chris Keane
Tyrrell Hatton en en el hoyo 16 durante la tercera ronda en Shinnecock Hills. © USGA/Chris Keane

La USGA admite que se le fue de las manos y da marcha atrás

Divertido, lo que es divertido, seguro que no es el concepto adecuado. Interesante, único en su anormalidad y esperpento, desde luego sí lo es. Con todos los respetos, sigo pensando que hay algo profundamente fascinante en el proceder de la USGA, en la elección libre, meditada y mantenida en el tiempo de seguir jugando con fuego, aunque tantas veces te quemes. En la determinación de no ser políticamente correctos y de llevar al límite una idea tan personal de lo que es un reto formidable. Tiene, sí, un punto fascinante que el US Open sea como la vida misma, tantas veces dura, incomprensible e injusta.

Daniel Berger ayer sábado en e hoyo 17 de Shinnecock Hills. © USGA/Ben Solomon
Daniel Berger ayer sábado en e hoyo 17 de Shinnecock Hills. © USGA/Ben Solomon

Finau y Berger pasaban por allí antes del lío padre

Y no olvidemos que nada tiene que ver hablar del US Open con un jugador de élite en diciembre, que hacerlo en la segunda mitad de junio. Su propia percepción cambia mucho. Al final, los grandes jugadores tienen también ese punto morboso o masoquista y de tanto en tanto se preguntan: ¿y si soy yo quien le gana el pulso al diablo en el mismísimo infierno?

Justin Rose y Henrik Stenson durante la tercera jornada del US Open. © USGA/Ben Solomon
Justin Rose y Henrik Stenson durante la tercera jornada del US Open. © USGA/Ben Solomon

Crueldad infinita para un Rafa inmenso

NOTA FINAL: el campo se transformó demasiado y a velocidad de vértigo, tal y como reconoce la USGA, que no midió correctamente la acción del viento, aunque en realidad, tal y como señala Rafa Cabrera Bello, la gran pifia fue la posición de muchas banderas. Pero no dejemos, por favor, de reparar en el detalle de quiénes eran y qué resultados hicieron los compañeros de partido de Daniel Berger, Tony Finau y Kiradech Aphibarnrat, los tres jugadores que ganaron al campo, Shinnecock Hills para más señas (no, ellos no jugaron en un Resort de Florida), y que merecen todo el crédito. A Berger (tarjeta de 66) lo acompañaba Kevin Chappell, que firmó un 78; a Finau (66) lo acompañaba Peter Uihlein, que entregó un 75, y a Aphibarnrat (68) lo acompañaba Brand Snedeker, que salió mejor parado con un 73.

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