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Dentro de cien años…

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Qué tabarra nos dieron con el cambio de milenio, y no me refiero a la cuestión de si empezaba en 2000 o 2001. El tan temido apocalipsis informático y el colapso subsiguiente que vendrían de la mano del llamado «efecto 2000» nunca llegaron, pese a que Miguel Ríos llevaba casi veinte años cantando que «el milenio traerá un mundo feliz [el de Huxley, no se confíen] y un lugar de terror». Tampoco hay que ponerse dramático, porque lo cierto es que a medida que se acercaba la fecha las voces de alarma se fueron acallando y la peor amenaza para aquella noche, como habitualmente, fue la programación festiva de los distintos canales y los chistes del tío Pepe, que se pone muy gracioso cuando bebe.

El acierto o fracaso en las previsiones que se habían hecho para aquella fecha dejaron patente lo difícil que es adelantarse, siquiera quince minutos, al futuro. De ahí que haya que valorar especialmente el talento de autores como Verne, Wells, Asimov, Bradbury, Clarke, Orwell o Le Guin, que aunaron conocimientos, capacidad de análisis e intuición en sus novelas de anticipación. A esta ilustre lista cabría añadir a J. McCullough, un autor escocés que nos toca muy de cerca porque a finales del siglo XIX escribió una curiosa novela titulada Golf in the year 2000, or what we are coming to (es decir, El golf en el año 2000, o adónde vamos a parar) en el que nos narra las andanzas de un golfista llamado Alexander J. Gibson que entra en un extraño trance al dormirse en 1892 y se despierta, seguro que lo adivinan, en el año 2000.

Hay que valorar especialmente el talento de autores como Verne, Wells, Asimov, Bradbury, Clarke, Orwell o Le Guin, que aunaron conocimientos, capacidad de análisis e intuición en sus novelas de anticipación

Aunque McCullough centra las aventuras de Gibson en el ámbito golfístico, también aborda la evolución de la sociedad, adelantando en su libro la invención de los trenes de alta velocidad, la televisión, los relojes digitales y la igualdad entre mujeres y hombres. Evidentemente, su protagonista es un fanático de este deporte y, una vez descrito el nuevo mundo en que vive, el autor arrima el ascua a su sardina deportiva y nos explica los cambios que ha sufrido la especialidad después de cien años, muchos de ellos de carácter tecnológico. Así, hay palos de golf que calculan automáticamente el resultado del jugador, carritos autónomos y chaquetas que avisan con un sonoro grito de cualquier golpe desviado que pueda poner en peligro la integridad de quien ande por allí cerca. En el texto no aparece una figura análoga a Tiger Woods (dominador del panorama mundial en el año 2000), ni tampoco trata asuntos como la milagrosa evolución de las bolas de golf (que en un siglo y poco habían pasado de la bola Haskell a la Titleist Pro V1, que supuso un cambio radical de paradigma) ni los cambios hechos en los campos para defenderse de la ofensiva tecnológica, pero su lectura es recomendable si se manejan en inglés.

J. McCullough escribió a finales del XIX una curiosa novela titulada Golf in the year 2000, or what we are coming to (es decir, El golf en el año 2000, o adónde vamos a parar)

Ya puestos, ¿nos disfrazamos de McCullough y nos atrevemos a augurar qué será del golf en el 2100? Sobre los cambios tecnológicos y las modificaciones que sufren los campos para adaptarse a ellas llevamos hablando más de un siglo (recuerden las palabras de George A. Crump, diseñador de Pine Valley que cité en una columna anterior) y es muy probable que sigan estando en el centro de las conversaciones dentro de cien años. A menos que el R&A y la USGA impongan una moratoria en esta carrera armamentística que sustituye misiles por bolas multicapa de materiales arcanos, se seguirá hablando de tecnología. En cuanto al formato en sí, ¿la opción de jugar 18 hoyos seguirá siendo mayoritaria o se habrán impuesto otras alternativas que impliquen menos tiempo? ¿Seguirá desequilibrándose la pirámide poblacional de los aficionados a este deporte o habremos conseguido recuperar a los jóvenes en un mundo que tiende cada vez más a la diversión digital? ¿Tendrá hueco el golf virtual en el creciente panorama de los eSports, por ejemplo? ¿Seguirán siendo los torneos profesionales «presenciales» o cada cual jugará desde una plataforma digital en su país sin necesidad de desplazarse?

Ya puestos, ¿nos disfrazamos de McCullough y nos atrevemos a augurar qué será del golf en el 2100?

Algunas de estas ideas, sin duda, suenan a herejía, y más en un deporte con tantos siglos de tradición, pero ¿y si la alternativa virtual fuera la única viable para conservar el espíritu del Open Championship? Según un estudio recién publicado por The Climate Coalition, una agrupación de más de 130 entidades británicas dedicada a actuar contra el cambio climático, algunas de las sedes de la rotación del Open Championship correrán peligro a finales de este siglo si el nivel del mar sube a causa del cambio climático, bien por la acción directa del agua o por la erosión. Son todos los links que dieron origen a este deporte, joyas irrecuperables. Sin duda, esa es la principal amenaza para el golf… y para nuestro mundo, no por ese orden. Ya saben: si se cruzan con algún negacionista del cambio climático en alguna partida del golf, cuéntenle esto. A lo mejor le ablandan el corazón y le hacen ver la luz.

Algunas de las sedes de la rotación del Open Championship correrán peligro a finales de este siglo si el nivel del mar sube a causa del cambio climático

En cualquier caso, como dice el refrán, dentro de cien años todos calvos… y esperemos que aún con golf.