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La lección que nos deja a todos Rickie Fowler

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ºRickie Fowler celebra su victoria ante el público del Waste Management Phoenix Open. © Golffile | Fran Caffrey
Rickie Fowler celebra su victoria ante el público del Waste Management Phoenix Open. © Golffile | Fran Caffrey

Rickie Fowler se sienta en la sala de prensa del Waste Management Phoenix Open y justo antes de someterse a las preguntas de los periodistas agarra una copa de champán y le da un trago. Las pulsaciones al fin empiezan a bajar después de una jornada durísima. “Qué bien sabe esto después de una victoria y mucho mejor tras un día tan complicado”, se sincera.

“Todos tenemos claro que ganar siempre es difícil, pero no esperaba que hoy lo fuera tanto. No ha sido divertido. De verdad, no quiero tener que ganar torneos de esta manera. Espero no tener que pasar nunca más por algo así”

Fowler es un deportista ejemplar. No actúa. No exagera. Es un tipo normal, educado, tranquilo, amable. Reacciona igual ante el éxito que el fracaso. Lo entiende como parte del juego, de su profesión. Y poco más. No hay dramas. No hay excesos. No hay impostura. Si gana, lo disfruta y celebra como el que más. Si pierde, da la mano, felicita al rival y mañana será otro día.

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Es por ello que merecía la pena escuchar sus reflexiones después de una jornada de golf tan dura como la que vivió el domingo. Recuerden, salió con tres golpes de ventaja, se colocó con cinco después de 10 hoyos y en el 12, tras una concatenación de malas decisiones y una suerte horrible, perdía por uno. No es fácil aceptar que en medio de semejante tsunami, tu pelota de golf decidiera moverse sola y precipitarse al agua. Sin embargo, Fowler no defrauda y nos vuelve a dejar una lección a todos.

Para empezar, no le pone paños calientes a sus sentimientos ni se inventa una película que endulce la historia. Lo pasó fatal. Y punto. “Todos tenemos claro que ganar siempre es difícil, pero no esperaba que hoy lo fuera tanto. No ha sido divertido. De verdad, no quiero tener que ganar torneos de esta manera. Espero no tener que pasar nunca más por algo así”, asegura de manera descarnada.

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La pesadilla que vivió concede aún más mérito a su reacción. Recompuso su figura sin aspavientos, sin un mal gesto, serio, sí, sólo faltaba, pero contenido, aguantando, y extrayendo las cosas positivas. Mirando hacia adelante. Así también se lo recordó Justin Thomas, testigo de primera mano de lo que pasó Fowler. Al finalizar el torneo, cuando ya estaban firmando la tarjeta y había ganado, el bueno de Thomas, otro con una actitud espléndida en el campo de golf, le dijo: “ha sido duro, pero seguro que para el futuro te viene mejor haber ganado así que hacerlo de cinco, seis o siete golpes. Sacarás más cosas positivas”.

“Sé que hay que gente que piensa que los golfistas que ganan se deben enfadar cuando las cosas no le salen bien, pero a mí, la manera en la que me criaron mis padres, mis abuelos y las personas que me rodean es que la vida es mucho más grande que lo que nos sucede día a día»

Rickie le agradeció el comentario y lo entendió. De hecho, está de acuerdo, aunque con matices. “Como dijo Justin, creo que se pueden sacar más cosas de esto que… quiero decir, sí, quería salir y ganar por cinco, seis, siete golpes, habría sido increíble caminar el 18 sabiendo que lo tenías ganado. Pero al ponernos contra la espada y la pared y ver que casi todo lo que podía salir mal salió mal… Poder dejar atrás todo eso y seguir avanzando y seguir peleando, eso fue grande. Definitivamente, estamos muy orgullosos de Joe (mi caddie) y de mí hoy”.

La pregunta del millón es qué se le pasó por la cabeza a Fowler con el desastre del hoyo 11, especialmente cuando vio, impotente, que su bola se iba sola al agua. Simplemente pensaba, bueno, si acabamos segundos, terceros o cuartos, el sol volverá a salir mañana, será otro día y seguiremos adelante. Hay cosas mucho más importantes que esto. Por ejemplo, siempre pienso en Jarrod Lyle (golfista australiano que murió el año pasado de leucemia) y mucho más en este torneo, donde le han hecho homenajes y hemos visto su bolsa. Llevo su pato amarillo en la gorra y siempre está conmigo. Él viene siempre conmigo. También pienso en Griffin Connell, un amigo mío que perdimos hace poco más de un año. Todo esto te ayuda a poner las cosas en perspectiva. La vida podría ser mucho peor que lo que me pasó en el hoyo 11. Eso te anima a ver las cosas de manera positiva y trabajar para sacar lo mejor”, afirma.

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Y no, no es una manera de hablar o un discurso aprendido. Tampoco es la conclusión sacada de una lectura acelerada de un libro de autoayuda, que tampoco estaría mal, pero no es el caso de Fowler. Y esto es lo que le hace más grande. Lo lleva en los genes, en la educación que ha recibido. Y es que aquí, precisamente, donde se entiende su actitud, su manera de ser, su corrección, su grandeza. “Sé que hay que gente que piensa que los golfistas que ganan se deben enfadar cuando las cosas no le salen bien, pero a mí, la manera en la que me criaron mis padres, mis abuelos y las personas que me rodean es que la vida es mucho más grande que lo que nos sucede día a día. Los trofeos son geniales y es increíble ganar y estar aquí porque es lo que siempre hemos querido, pero hay cosas más importantes. Me hubiera gustado ganar de una manera más limpia y mejor, pero sigue siendo una gran victoria”, sentencia. Ejemplar.

3 COMENTARIOS

  1. Un gran tipo, sincero y bastante creible.
    Creo que lo que debe aprender es a fijarse cuando dropa. Colocó la bola con tanto mimo para que luego pasase la cara del palo sin problema que no se dió cuenta que no habia ni una brizna de hierba que “sujetase” la bola para no rodar al agua.

  2. Creo que no eres justo con él cuando dices lo de pasar la cara del palo sin problema, en mi opinión fue un gran dropaje buscando el punto exacto donde la bola tocó al lanzarla desde la rodilla, tanto si hay briznas de hierba como si no. Asi es y asi debe de ser. Por lo tanto «chapeau» para Rickie

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