Domingo vintage en Atlanta. Tiger Woods ha conquistado la victoria en el Tour Championship como en los viejos tiempos. Dueño y señor. Dominio absoluto. De principio a fin. Sin dudas. Sin sobresaltos. Sin amagos. Por derecho. Salía con tres golpes de ventaja a la última jornada en East Lake y hacía birdie en el primer hoyo. Por si alguien aún pensaba que le iba a temblar el pulso. Por si alguien aún pensaba que se le había olvidado ganar.
Han tenido que pasar cinco años para ver una nueva victoria de Tiger Woods, pero la número 80 ya está en cajón y lo ha hecho de una forma primorosa. Como en sus mejores tiempos. Gustándose y gustando. Sin dudar un solo momento. Sin dar opción a nadie. El tirano está de vuelta y da la sensación de va a quedarse.
East Lake pone a prueba la leyenda de Sunday Tiger
Tiger no ha necesitado ni siquiera sacar este domingo su mejor versión, aunque ha sido más que suficiente. No ha tenido que jugar bajo par, pero no le ha hecho falta. Los últimos partidos han sufrido las condiciones más duras por el viento y a Woods le ha servido con sobrevivir. Para ello había llegado al tee del 10 con nada menos que cinco golpes de ventaja.
Se ha manejado de maravilla en el alambre, por ejemplo salvando el agua de milagro en el hoyo 15. Se ha permitido el lujo de hacer dos bogeys consecutivos (15 y 16), pero el trabajo ya estaba hecho y sus compañeros de reparto han sufrido hoy mucho, caso de Justin Rose, Rory McIlroy y Kyle Stanley. Ninguno estaba para darle réplica.
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Tiger Woods consigue la victoria que se lleva anunciando desde hace tiempo, prácticamente desde los últimos días de la pasada primavera, cuando salió con opciones en el Honda Classic en febrero o acabó segundo en el Valspar. Sólo era una cuestión de esperar. Su mejor versión era ya una realidad y ahora lo único que faltaba es que volviera a aprender a ganar. O más bien, que volviera a recordar cómo se hacía. Y eso es exactamente lo que ha hecho esta semana en el duro y exigente East Lake.
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Es curioso que Tiger haya ganado en uno de los campos más difíciles del año en el PGA Tour. Curioso, pero aleccionador. Es el premio o la justicia divina, llámenlo como quieran, a su valentía a principios de año al elegir en su calendario sedes tan complicadas como Riviera, PGA National o el Copperhead de Innisbrook. Aquella puesta a punto ha servido también para ganar esta semana.
Ni que decir tiene que la victoria de Tiger ha sido como la llegada de un nuevo mesías. O su regreso, para ser más exactos. Las imágenes de East Lake lo dicen todo. Una avalancha de público en el hoyo 18 no se quería perder ese momento histórico. A Tiger le costaba hacerse paso entre la gente. Todos querían gritarle, todos querían tocarle. Como si fuera una divinidad. Es el culto al rey moderno del golf.
Rose gana la FedEx Cup, pero pierde el Número 1 en favor de Dustin Johnson
Finalmente, para los registros de la historia quedará que Tiger ganó con par en el último y un total de -11. Con dos golpes de ventaja sobre Billy Horschel y tres sobre Dustin Johnson, nuevo Número 1 del mundo.
Justin Rose se queda con la FedEx Cup. Un birdie en el último hoyo le dio la victoria en el circuito americano, no está mal para levantar la moral de Europa antes de la Ryder, y el cheque de los diez millones de dólares. De no haber hecho ese birdie, Tiger habría sido el campeón de la FedEx, algo que seguramente habría dejado aún más desnudo a un sistema que han vuelto a tener que cambiar para el próximo año.
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Jon Rahm (-4) también sufrió este domingo. Hizo 72 golpes y acabó undécimo, a un solo golpe del top ten y vigésimo tercero en la FedEx Cup.
