Inicio Masters de Augusta Masters de Augusta 2012 Aquella charla que le cambió la vida

Aquella charla que le cambió la vida

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Bubba Watson tardó mucho tiempo en explotar. No ganó su primer torneo hasta que cumplió 31 años y eso que ya había dado muestras sobradas de tener un talento especial. En el US Open de Oakmont, en 2007, salió en el partido estelar el sábado y acabó en quinta posición. En aquel momento era un desconocido que pegaba muy fuerte a la bola y que caía bastante simpático. Pocos daban un duro por él. Era un tipo disperso, poco profesional y con una línea algo pasada de kilos. Todo cambió en 2008 tras una charla con su caddie…

 

Además de llevarle la bolsa Ted Scott es amigo personal de Bubba Watson. Así que un buen día decidió cortar por lo sano y amenazó al golfista con marcharse de no cambiar su actitud. No podía más. «Estoy cansado de ver cómo un amigo mío desperdicia tanto talento», le dijo literalmente. La esposa de Bubba, Angie, ex jugadora de baloncesto profesional que mide más de dos metros, se alió con el caddie, también se sentó con él y le pidió que cambiara. «Me lo dijeron todo mis amigos. Tengos muchos y muy buenos y me di cuenta de que iba por el mal camino. Tenía que cambiar y fue cuando decidí volcarme en el Cristianismo y entregar mi vida al Señor», explica.

Watson no se muerde la lengua a la hora de hablar de aquellos días pasados. «Dentro del campo de golf aguantaba como podía mis locuras, pero cuando estaba fuera me fijaba en todo menos en mi juego. Estaba siempre preguntándome por qué. Que si por qué has jugado así, por qué este tipo ha ganado y yo no, porque no he sido capaz de pasar el corte… Llego un momento que me daba igual hacer 60 golpes que 90. No podía seguir así», señala.

Después de esta catarsis, Bubba Watson se ha transformado, aunque mantiene la filosofía intrínseca de su juego. El primer día que conoció a su caddie ya le dijo cuál era el manual: «sólo hay una norma que hay que saber: si puedo hacer el swing, tengo tiro». Simple y directo. Con este punto de partida no extraña lo más mínimo la naturalidad con la que afrontaron el segundo golpe en el segundo hoyo de desempate desde mitad del bosque. «Lo único que comentamos cuando íbamos hacia la bola era: ‘oye, ¿no te suena que hemos estado aquí ya?’ Efectivamente, en el hoyo 10 de la vuelta fuimos a parar prácticamente al mismo sitio», señala.

No hubo más preocupación. Es la manera de ser de un tipo simpático, que dedica una buena parte de su vida a obras benéficas, y que su gran pasión son los coches. En enero, en una subasta, adquirió un Dodge de época pintado de naranja con la bandera confederada en el techo. «Nunca pensé traérmelo al Masters, no pega mucho por Magnolia Lane», señaló entre risas.

Bubba ha conseguido su primer Masters y ha ascendido al cuarto puesto del ránking mundial. Ya es el mejor norteamericano. Pero sigue siendo un tipo normal. «Lo próximo que tengo que aprender es a cambiar pañales. Hace diez días que conseguimos en adopción a un niño y estoy deseando volver a casa para verlo». Precisamente por este motivo, su mujer no ha estado en el Masters. No obstante, le debe una buena parte del título. Watson le propuso no venir a Augusta a partir del miércoles, ya que conocía el campo y así podía estar más tiempo ayudando con el pequeño Caleb. Sin embargo, Angie no se lo consintió. «Tú haz la misma rutina de siempre y llega el domingo, como debe ser. Ya me las arreglaré». Nunca sabremos qué habría ocurrido de no haberle hecho caso. Lo que sí sabemos es que llegó el domingo y ha ganado el Masters.