De alguna manera, todos están ya en manos de Brooks Koepka (-7) y de Danny Lee (-6) en esta 101ª edición del PGA Championship. Es obvio. Pero queda demasiado por delante como para andar mirando al leaderboard con ansiedad. Jon Rahm (PAR), por ejemplo, no se ha marchado de Bethpage ni frustrado ni abatido. Antes bien, lo diga o no, se ve dentro de la pelea como el que más. Y eso sin haber puesto demasiado en juego su mejor arma, el driver…
Ha habido una bestia (Koepka) que ha abofeteado a la otra (Bethpage Black)
Esa es la buena noticia. Jon ha firmado con el campo unas tablas muy trabajadas, sin haber estado súper desde el tee. ¿Por qué no pensar que el viernes, jugando por la mañana, pueda acercarse a la cabeza? Sobre todo teniendo en cuenta que la mejor parte de su primera vuelta llegaba partir del hoyo 15 y ha cerrado la ronda con las mejores sensaciones posibles.
No hace falta buscar siempre dónde y cómo saltaba el chispazo ‘divino’, pero entre el green del hoyo 14 y el tee del 15 hay un largo trecho y Jon, además de ir al baño, ha tenido tiempo de pensar sencillamente que había que acabar bien la vuelta. Y, sobre todo, que tenía que volver a pegar a la bola sin andar mirando y remirándolo todo. A partir de ese momento, el swing ha salido más fluido y esta es la sensación, o el hilo, que debe retomar mañana.
El destrozo de Brooks en cinco datos y la versión de Tiger
El español encadena ya nueve vueltas de competición en los Grandes sin ser batido por el campo, las cuatro del PGA del año pasado, las cuatro del Masters y esta de Bethpage. Pero lo mejor, al margen de estos resultados, sigue siendo esa sensación que deja a su paso: cada vez se encuentra más en su salsa en los Grandes. Controla situación y sabe esperar su momento. Cada vez, en definitiva, le queda mejor la talla Grande y pocos piropos mejores puede recibir un profesional de golf.
