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Qué triste paradoja es que el 65 de Rory quede sólo como adorno

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Rory McIlroy en el hoyo 17 durante la segunda jornada del Open Championship. © Golffile | David Lloyd
Rory McIlroy en el hoyo 17 durante la segunda jornada del Open Championship. © Golffile | David Lloyd

Al final hay que convenir que aquel accidente en el tee del 1 de la primera jornada, aquel gélido cuádruple bogey, ha dejado a Rory McIlroy fuera de la pelea. Pero es de ley reconocer que la más prolongada emoción que se ha vivido hoy en Royal Portrush ha sido la cabalgada del chico de Holywood en busca de un imposible, como era regresar desde aquel feo +8 del jueves para intentar pasar un corte que, además, se iba hasta +1 por la bonanza de las condiciones. Rory se ha quedado fuera por un solo golpe después de firmar la mejor tarjeta del día (65 golpes) y, bien mirado, resulta absurdo que así haya sido.

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Ni siquiera la magnífica actuación del colíder Shane Lowry (-8), irlandés al fin y al cabo, aunque sea de la República y no del Ulster, ha hecho rugir del mismo y profundo modo a los miles de aficionados que aún esperaban que McIlroy embocara un chip peliagudo en el 18 para obrar el milagro.

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Rory dejó dicho ayer que tenía ganas de darse unos cuantos puñetazos. Por el maldito accidente. Y seguramente también por no haber sido capaz después de darle la vuelta a la situación, o a menos de haberla mantenido algo más estable. Hoy, sin embargo, puede irse a la cama triste, pero satisfecho. Frustrado, pero vacío en el esfuerzo, que no es poco consuelo. La crónica final del día habla de él más que de nadie y por algo debe ser.

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En un plano más cenital, eso sí, deben preocuparle algo más estos cinco años de sequía en los Grandes. Por ser quien es en el mundo del golf, por la calidad de su bola, por la talla de su juego. Puede que él no sienta como suya la misión, ineludible tanto tiempo para Woods, de ser el mejor de la historia, de alcanzar a Jack o al propio Tigre, pero sí tiene claro que la cancha de juego donde quiere dar siempre la talla es esta, la de los Grandes.

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Seguro que pocos se acuerdan ya que viene de firmar sendos top ten en el PGA y el US Open, y eso es porque ese tipo de actuaciones, la verdad, se le caen del bolsillo sin darse cuenta. O sin que nos demos ya cuenta ninguno. La paradoja es que cuando más ruido ha hecho en mucho tiempo (rugía y rugía el Dunluce course), justo sea el día que se queda fuera de juego. Malditas sea la hilera de estacas blancas que dibuja el fuera de límites en el flanco izquierdo del hoyo 1.

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