Inicio Blogs Caddielandia Del odómetro y el autostop a la ‘parálisis por el análisis’

Del odómetro y el autostop a la ‘parálisis por el análisis’

Compartir
Colin Byrne. (© Golffile | Eoin Clarke)

Sin duda, la tecnología ha provocado el cambio más radical que se ha vivido en el golf moderno. Sin embargo, se han producido otras muchas alteraciones invisibles en el juego que quizá no sean tan evidentes para el espectador.

Me llamo Colin Byrne y soy el caddie de unos de los mejores golfistas españoles, Rafa Cabrera Bello. Llevo en el oficio desde casi antes de que Rafa naciera y huelga decir que he sido testigo de muchos cambios a lo largo de más de tres décadas.

Colin Byrne, cuando trabajaba con Ernie Els allá por 2014. Eoin Clarke | Golffile

Las modificaciones menos tangibles son las más llamativas para aquellos que prestan atención a las historias con interés humano. Los caddies no siempre hemos disfrutado del estatus del que gozamos en 2020. Comencé a cargar una bolsa por Europa cuando había más jugadores buscando a un porteador que caddies buscando un jefe. Teníamos más opciones, pero pocas esperanzas de ganarnos bien la vida. En los años 80, el vencedor del Orden de Mérito ganaba menos que alguien que acabe hoy entre los diez mejores en un torneo de la Rolex Series. En aquella época, los caddies aspiraban a sobrevivir más que a prosperar.

Comencé a cargar una bolsa por Europa cuando había más jugadores buscando a un porteador que caddies buscando un jefe

No era nada extraño, sino habitual, ir en autostop al siguiente torneo, colarse en trenes o coger un autobús nocturno. Apenas unas décadas después, no es del todo raro que un caddie moderno se suba a un avión privado con todos sus avíos. La clave para ser caddie es, al margen de las comodidades o incomodidades que lleva aparejadas, no dormirse en los laureles ni acostumbrarse muy rápido a cierto estilo de vida. Un chiste habitual entre los caddies es que bastan unos cuantos bogeys inoportunos para pasar del palacio al desahucio. Hay que ser flexible y saber adaptarse en un negocio demasiado voluble donde conviene revisar a menudo las exigencias y las expectativas.

Tee times: Rafa jugará con Harrington las tres primeras rondas de Pebble Beach

Cuando comencé mi aventura en el mundo de los caddies a finales de los ochenta, armado con un título universitario, suponía que sería un viaje temporal de descubrimiento y no una carrera larga y repleta de incertidumbres. Desde luego, mis padres, que me habían educado, esperaban de mí que fuera algo más que un “portabolsas”. No obstante, en aquella época Irlanda no era el lugar más próspero para los recién graduados, así que hacer algo, cualquier cosa, era probablemente mejor que lo que había en casa y, sin duda, más emocionante.

En los años 80, el vencedor del Orden de Mérito ganaba menos que alguien que acabe hoy entre los diez mejores en un torneo de la Rolex Series. En aquella época, los caddies aspiraban a sobrevivir más que a prosperar

Colin Byrne. © Golffile/Eoin Clarke

La principal obligación de un caddie era aparecer. Los martes durante mucho tiempo y, con suerte para el jugador, una hora antes de su salida el resto de la semana. Eso solía bastar para conservar el puesto. Créanme, viajar cada semana a una nueva capital europea hacía que llegar a tiempo fuera mucho más difícil que hoy. Los datos de distancias que ofrecíamos eran muy básicos. Quien disponía de un odómetro de rueda era un fiera. Los libros de distancias estaban en pañales y las cifras no eran tan exactas como hoy. Si ahora no usas un láser, una brújula y un altímetro, te tachan de incompetente. Además, todo el mundo está obsesionado con las estadísticas. Los caddies más veteranos solemos hablar de la parálisis por el análisis que sufren los jugadores modernos con un enfoque más “científico”. Los números tienen que explicar el resultado en lugar del sentido común y la lógica. Es decir, si tiró 34 putts y cogió 16 greenes no hace falta ser ingeniero para descubrir dónde radica el problema.

Los caddies más veteranos solemos hablar de la parálisis por el análisis que sufren los jugadores modernos con un enfoque más “científico”. Los números tienen que explicar el resultado en lugar del sentido común y la lógica

En los viejos tiempos, si al jugador lo acompañaban su caddie y alguien más, se recelaba de él. Era raro ver a un entrenador de swing en un campo de prácticas y aparecer con un psicólogo equivalía a admitir que el jugador estaba loco. En la actualidad, te consideran chalado si no cuentas con un séquito de entrenador, caddie, psicólogo, mánager, fisioterapeuta, gurú de las redes sociales, sastre y nutricionista. Cómo han cambiado los tiempos.

Un chiste habitual entre los caddies es que bastan unos cuantos bogeys inoportunos para pasar del palacio al desahucio

Con la aparición de los libros modernos de distancias y de sus complicados sistemas de lectura de greenes cuesta más destacar como caddie. El nivel de detalle de los libros permite que casi cualquiera pueda aconsejar a un jugador, y nosotros nos dedicamos a aconsejar. Es importante que los papeles queden bien delimitados: el caddie aconseja y el jugador decide. Esto no significa escurrir el bulto, ya que lo que tú aconsejas como caddie puede influir notablemente en la decisión del jugador, pero es fundamental que el jugador asuma toda la responsabilidad. Es lo que hacen los mejores del mundo. Supongo que, cada vez más, nuestro deber como caddie es leer la mente de nuestros jugadores y tratarlos en consecuencia. A menudo se sabe cómo está un jugador por la manera en que te saluda por la mañana. Saber interpretar su humor y tratar de transmitir al jugador un estado de ánimo positivo es una parte muy importante del papel del caddie moderno.

Los jugadores han recorrido un largo camino hasta alcanzar la situación de la que gozan hoy en los circuitos profesionales, y los caddies, igual. En lugar de apiñarnos en un hostal de una estrella, es más probable que podamos disfrutar del lujo de un hotel de cinco estrellas. Hemos prosperado de la mano del golf profesional y ahora se da más importancia a la capacidad de empatizar con el jugador y tratarlo, más allá de llevarle la bolsa y encargarnos de las labores más pedestres y tradicionales.

Supongo que, cada vez más, nuestro deber como caddie es leer la mente de nuestros jugadores y tratarlos en consecuencia. A menudo se sabe cómo está un jugador por la manera en que te saluda por la mañana

Sin duda, la tecnología moderna ha posibilitado que los golfistas de hoy le peguen más largo a la bola y estén más cerca de las victorias, pero es su mente la que los lleva a la cima y los mantiene ahí.

Lo que aprendimos Jon y yo tras el hoyo 11 del THE PLAYERS