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A Tiger le duele algo más que la espalda

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Faltan 678 días

Tiger pasa por un momento complicadísimo después de entregar sendas tarjetas de 74 golpes y quedarse en el PGA fuera de un corte que ni siquiera ha tenido la oportunidad de luchar.

Quien más, quien menos, sigue pensando que si hay alguien capaz de superar una situación como esta, ese es el californiano. Pero lo cierto y real es que Tiger está sufriendo de lo lindo y seguramente esperaba encontrarse algo mejor desde su reaparición. Aún no tiene claros sus planes, aunque sí parece que la semana que viene no va a jugar el Wyndham y que, por tanto, la temporada se ha acabado para él.

Porque además llama la atención su fría relación con Tom Watson, capitán de la Ryder. Esta semana, en Valhalla, tampoco han hablado. «No me ha llamado», se ha limitado a explicar escuetamente el jugador. Tampoco se habían visto las caras en Inglaterra, con motivo del British. Seguramente Woods esperaba algo más de ‘cariño’ de parte del viejo Tom, y éste anda tiempo aguardando un gesto de compromiso del jugador. No se ponen de acuerdo y todo apunta a que Tiger no estará en Gleneagles.

El ex Número 1 sólo tiene una idea en la cabeza más o menos nítida: «necesito ponerme más fuerte, volver al estado en el que yo estaba, poner mi cuerpo en su sitio». Lógico. Si miramos al pasado más reciente comprobamos cómo comenzaba con resultados notables tanto en Hoylake (69) como en Akron (68), para después irse diluyendo. Esta semana ha sido otra cosa porque además llegaba con la moral y la espalda tocadas. Una cosa está relacionada con la otra. Tiger siente dolor en la espalda («la tenía dolorida mientras jugaba», asegura), y también le ha llegado al alma que se dude acerca de sus lesiones y se hagan chanzas sobre sus escapadas por el hoyo 9… «Antes de salir a jugar pegué un hierro 4 en el campo de prácticas y sentí la misma molestia que las semana pasada. Así que mi cuerpo me estaba diciendo probablemente que no era una buena idea jugar, pero yo no soy exactamente una persona poco terca».

Resta por ver cómo reacciona el campeón y qué tipo de plan sigue. Es probable que su siguiente reaparición tenga lugar en Turquía, a mediados de noviembre, torneo de las series finales del circuito europeo. Si es que finalmente no juega la Ryder, claro. Si no lo hiciera, dispondría de más de tres meses hasta la cita turca para recomponer la figura, su físico, y restañar también las heridas del alma. O avivarlas, que nunca se sabe qué motiva más… Será interesante comprobar en su momento con qué hambre regresa a la competición, y si encuentra alicientes suficientes para trabajar duro y seguido, que es lo que necesita.  Porque, siendo todavía joven (tiene 38) él mismo reconoce que a veces se siente mayor. Ayer le preguntaron si se ve un poco viejo viejo y respondía, no sin cierta dosis de humor: «hace tiempo que me siento así, son ya veinte años ahí».