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Adrián, el exorcista

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Menuda la pelea que tuvo Adrián Otaegui consigo mismo el jueves. Saliendo por el hoyo 10 firmaba un espantoso 43 por sus primeros nueve hoyos, con bogey incluido en el par 5 del 18. Así que camino del tee del 1 no tuvo más remedio que acordarse de todo y todos de un modo más bien escatológico. Aquello era un puro torbellino de rabia e indignación…

Pero funcionó. Como un exorcismo: demonios fuera, vade retro. El calentón le aportó un extra de concentración o vaya usted a saber qué. El caso es que por los segundos nueve sólo sumaba 31 golpes, con cinco birdies como cinco soles, el primero de ellos en el mismo hoyo 1. «No se puede reproducir todo lo que me dije. Esta vez salió bien. No es sencillo explicar cómo y por qué, ni qué es exactamente lo que pasa en tu cabeza para que seas capaz de regresar y ponerte a jugar bien. Poco a poco, todo lo que había salido mal por los primeros nueve,  a veces de modo exagerado, empezaba a salir bien, también de un modo exagerado. Por desgracia, a lo mejor otro día buscas el mismo efecto y te pones a jugar aún peor», explicaba.

Para qué engañarse: el prototipo medio de profesional de golf no suele tener bien ordenada la azotea. Son todos muy buenos chicos y chicas, eso sí, que lo cortés no quita lo valiente, pero no cuesta nada imaginárselos encerrados en una celda acolchada, acurrucados en una esquina, con la mirada perdida y una leve sonrisa, que mas que sonrisa es una mueca congelada…