Javier Ballesteros (+5) se ha quedado fuera del corte en el Hassan II de Marruecos por un par de suspiros. Aún dispuso de una buena opción de birdie en el hoyo 18 del Royal Golf Dar Es Salam para haberse metido por primera vez en un fin de semana del European Tour, pero no pudo embocar ese putt de uno dos metros y medio y se quedaba con la miel en los labios tras una ronda al par del campo, registro que esta semana está siendo poco menos que notable.
Hace mucho tiempo que el mayor de los hijos de Seve se quitó los complejos, si es que alguna vez los tuvo: él no intenta imitar a su padre, ni por supuesto aspira a alcanzar ni un tanto por ciento ínfimo de sus logros. Su meta a largo plazo es conseguir los derechos de juego en el European Tour, un objetivo en sí mismo ambicioso, pero que puede llegar a poner a la altura de sus posibilidades con esfuerzo y dedicación. Es lógico que reciba más invitaciones que la media de profesionales de su nivel, por el cariño y la admiración que se le profesa a Seve, y aún lo es más que las aproveche. Pero no nos equivoquemos: detrás hay un trabajo cada vez más serio. Y vueltas como la de hoy en el recorrido marroquí lo confirman.
Resultados como este 72 en un campo tan exigente no salen por casualidad y a un profesional le conceden el derecho a seguir creyendo en sus posibilidades, sobre todo cuando se tienen solo 25 años. Le falta consistencia (el jueves sumaba hasta 34 putts, por ejemplo) y pulir todavía más alguna de las múltiples parcelas que encierra su profesión («el gimnasio es de las cosas que más me cuesta», reconoce), pero se atisba un claro y amplio margen de mejora, de crecimiento, además de un interesante grado de compromiso. En sus manos está, porque tiene materia prima suficiente para trabajar…
