Inicio Blogs David Durán El aura extraño y casi místico de algunos nombres

El aura extraño y casi místico de algunos nombres

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Hay nombres que te atrapan. Johan Cruyff reconocía que, de entrada, miraba de una u otra manera a un futbolista según fuera su nombre. Le pasó en su etapa de jugador y también en la de entrenador. Si no me falla mucho la memoria, creo que llegó a referirse en este sentido al mítico portero inglés Gordon Banks. «Con ese nombre no podía ser un mal guardameta», venía a decir el holandés.

No se sabe bien si es antes el huevo o la gallina, aunque parece lógico pensar que todo suceda casi a la vez: conoces el nombre del personaje porque ya viene destacando en lo suyo y, al mismo tiempo, te atrapa un extraño y místico aura que, a partir de entonces, le concede un inexplicable punto de superioridad.

Cada cual habrá tenido su experiencia. A mí me pasó, por ejemplo, con Martín Vázquez. Con ese nombre sólo se podía ser un pelotero. Es absurdo, pero ocurre. Y no responde a una ilusión infantil, porque pasados los veinte, los treinta y los cuarenta sigo recibiendo de tanto en tanto, clara y rotunda, la hipnótica llamada.

El fenómeno también puede darse a la inversa. Un reputado entrenador como Víctor Espárrago llegó a sugerir entre bromas y veras (más veras que bromas) a un jugador suyo en el Sevilla, Pepelu, que con ese nombre no iba a ningún lado. A mí, en su día, me ocurrió algo parecido con Quini, un espléndido futbolista que lo tenía todo menos el nombre, o más actualmente con Carlos Moyá (con otro apellido hubiese ganado tres o cuatro grandes más).   

Mi lista de nombres ‘místicos’ referida al deporte es extensa. A barullo y sin un orden temporal: Fernando Cerrada, Gianni Bugno, Marat Safin, Cavani, Rojo II (que no Rojo I, vaya usted a saber por qué), Laurie Cunningham, Luis Suárez (los dos: el gallego y el uruguayo), Wayne Brabender, Clay Regazzoni, Gary Lineker, Sergio Llull, Perramón, Margall, Oscar Más, Irazusta, Carlos Alonso Santillana (así, con el Alonso en medio), Verdasco, unos cuantos ‘sebastianes’ (Losada, Vettel, Coe)…

Y Brandt Snedeker. Así que cuando el rubio norteamericano gana, como acaba de hacer, hay un punto ahí de extraña satisfacción. Debe reconocerse también que una cosa lleva a la otra: como el chico es bueno en lo suyo y además te ha atrapado su nombre, pones más interés en conocerlo. Y Snedeker es sin duda un tipo con voz  y personalidad propias. Lo que faltaba.

(Ni que decir tiene que la magia de los nombres no se circunscribe al deporte. El ejemplo deslumbrante: todos sabemos que buena parte del éxito del Señor de los Anillos tiene que ver con sus nombres. Empezando por el del autor, Tolkien, y de ahí en adelante: Rivendel, Gandalf, Aragorn (hijo de Arathorn, por si fuera poco)…