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Faltan 1.462 días…

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Escribo desde San Francisco antes de que finalice la ronda final del US Open…

Torneazo.  Me sigue encantando la filosofía de la USGA. Es una elección como otra cualquiera. Y ellos eligieron hace mucho, mucho tiempo (no lo olvidemos: es tradición) llevar a los profesionales al límite en campos cuya preparación, es cierto, en ocasiones roza el ridículo.

Pero no es el caso del Olympic Club en esta edición de 2012. No se nos vaya la olla con el bajo par y el sobre par. Gana el que menos golpes necesita pegar para completar los 72 hoyos. Y se acabó. El Lake course se ha jugado como un par 70 con sólo dos pares 5 y uno de ellos, además, es monstruoso en cuanto a la longitud y no es nada sencillo hacerle birdie.

Es cierto que las banderas no han dado apenas respiro a nadie. Digamos que 60 de los 72 trapos de la semana escupían veneno. Pero tampoco se han visto posiciones ‘ilegales’ o exageradamente ridículas. Los greenes ya estaban muy duros el martes, pero la realidad de lo que se ha visto aquí esta semana dice que no han ido a peor. Se han mantenido. Igual que su velocidad: día tras día en torno a 13 a primera hora de la mañana después de pasar el rulo, terminando la jornada en torno a 12,5.

Pregunten a los cerca de 150.000 aficionados que han agotado las entradas si han disfrutado, viendo a los mejores profesionales del mundo lidiando situaciones tan complicadas. Pregunten, en realidad, a los cientos de miles que las agotan año tras año. Ellos son los que realmente tienen que disfrutar. Los profesionales no podrán hacerlo seguramente en el minuto a minuto del torneo, pero si pueden hacerlo ante la magnitud del reto.