A lo mejor quería Brooks Koepka que Jon Rahm le celebrara el putt de eagle en los morros. Bien cerca lo tenía, no hubiera sido tan extraño que pudiera bramarle in his face. Pero quizá entonces lo habría tachado de trastornado. O de niño, qué cosas.
A Koepka no le ha molestado que Jon enchufara el putt de eagle con su poca o mucha suerte; qué va, qué va, a él lo que de verdad le ha encendido es que Jon no lo celebrara como a su juicio debe hacerlo un adulto. Brooks, ilústranos.
Porque antes o después Brooks termina explicándonos cómo debe comportarse un tipo duro, hecho a sí mismo, en el campo de golf y ante la vida. Hay que estar atentos, no perderse una sentencia suya, es un manual andante. No lo seguimos ni lo admiramos por los Grandes que gana; lo hacemos sobre todo porque es un tipo recio, de ideas claras y firmes convicciones, que va de frente y que dice a la cara lo que piensa. Ilústranos, ilústranos.
Cualquiera con dos dedos de frente entiende que Jon no celebró por pudor. Quería llegar hasta el hoyo, es cierto, pero se le había ido groseramente la mano. Y lo que Brooks Koepka llama pucheros no eran más que muecas de incredulidad.
Lo de Brooks no es una pataleta infantil, los niños son otros. Es una recia y sabia lección de vida.
Brooks, lo que es, es un mal perdedor. Igusl q Zach. Ellos sí q están con los pucheros y las excUSAs