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¿Qué harían el Viejo Morris, Hagen, Nicklaus o Palmer en la posición de Holmes?

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Walter Hagen.
Walter Hagen.

Se le quedan a uno el gesto torcido y la nariz fría cuando se entera de que J. B. Holmes ha renunciado a jugar el WGC Mexico Championship, primer campeonato del Mundo del año 2019, una vez que, sobre la bocina, se había ganado una plaza en la cita gracias a su brillante victoria en Riviera. Ya tenía planificadas unas vacaciones y nada ni nadie le va a hacer cambiar los planes.

J.B. Holmes conquista el Genesis Open en mitad de la histeria

Por supuesto, Holmes tiene sus razones. La primera y principal, tan legítima como comprensible, es que lleva jugando cuatro semanas consecutivas (Farmers, Phoenix, Pebble Beach y Genesis) y a la hora de planificar el calendario no se pueden gestionar estos benditos imprevistos, como es el de un triunfo de campanillas en una de las grandes citas del calendario regular. Tocaba parón y no hay más que hablar, llueva o truene.

En el deporte de los catorce palos, mucho más que en ningún otro, asistimos con demasiada frecuencia a renuncias de este tipo. Al fin y al cabo Justin Rose, Adam Scott o Jason Day tampoco habían incluido la cita mexicana en sus planes. Pero no hay en esta reflexión la intención de censurar las decisiones de estos jugadores o de J. B. Holmes, aunque lo parezca. El profesional de golf de élite es soberano de su propia planificación, faltaría más, dentro de las exigencias que marca el reglamento de los diferentes circuitos.

Señores del PGA Tour, esto no hay quien se lo trague…

Ni siquiera plantearé si se trata de una cuestión de pura deferencia a los patrocinadores, que ponen cantidades groseras de dinero sobre la mesa, porque ellos, los espónsores, conocen y manejan las reglas del negocio, y en su mano está meterse en este tipo de aventuras o no hacerlo.

Es un intento de abordar la cuestión desde un punto de vista más visceral, de tripas, y no tan racional. Un enfoque más romántico, si se quiere. Porque, ¿dónde queda el reto del deportista de enfrentarse a los mejores, de medirse a ellos, a todos ellos, cada vez que sea posible? Planteada la pregunta, resuena ya en los oídos el eco de las risas de muchos profesionales de élite. Está bien, son malos tiempos para las cuitas del espíritu (deportivo, por ejemplo) y la epopeya vital, siempre que la cuenta corriente ande bien surtida. En época de vacas flacas, claro, se agudiza el ingenio y el sentido de la épica…

En la bolsa de Holmes, cada uno es de su padre y de su madre…

Nada como mirar atrás y preguntarse que habrían hecho el Viejo Morris, Walter Hagen, Jack Nicklaus o Arnold Palmer si el destino les hubiera ofrecido la oportunidad de medirse otra vez, otro día, una ronda más, con los mejores del mundo.

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