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De otra pasta

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Amanece en Chaska, Minnesota. Las persianas de Hazeltine se abren y los jardineros ultiman los preparativos para poner el campo perfecto, sin una brizna fuera de sitio. Mientras el sol se abre paso, se divisa una figura, fuerte, rocosa….

Es Tiger Woods. Hace unas 12 horas estaba posando para los fotógrafos con el trofeo de ganador del Bridgestone Invitational. Eso ocurría en Akron (Ohio), a 1.067 kilómetros de Chaska.

Es el número 1 del mundo y está hecho de otra pasta. No hubo celebración. Terminó el torneo, agarró un avión y a primera hora ya estaba en Hazeltine, preparando el PGA Championship que arranca el jueves. O no hubo celebración, o este tipo no duerme…

Tiger no es un ser sobrenatural. Hace cosas increíbles, pero es humano. Todo lo saca de un talento trabajado al milímetro, sin un gesto para la galería. Currar, currar y currar… Hay que quitarse el sombrero ante una actitud así, aunque como ya hemos dicho otras veces no es algo que haya que exigirles a todos. Cada uno entiende el deporte a su manera. Tiger lo entiende así y, posiblemente, por ello va camino de ser el mejor golfista de la historia…

A primera hora de la mañana de hoy ya estaba dando bolas en Hazeltine, recorriendo el campo, midiendo, jugando una vuelta de prácticas… Siempre sale a jugar de los primeros para evitar las aglomeraciones de público. No firma autógrafos y es la única manera de entrenar en un tiempo más o menos decente. Sin alargarse en exceso por el atosigamiento de los aficionados.

Tiger no estaba solo. También se han dejado ver Ryo Ishikawa, Rory McIlroy, Nick Watney, que ha jugado con Tiger, o Bubba Watson, entre otros.

Así es Tiger Woods. Es sólo un detalle, anecdótico si quieren, pero significativo. Posiblemente haya otra explicación más profunda. El Buick y el Bridgestone eran preparativos para el PGA, el último Grande. Su gran objetivo.