Hace unos días vimos cómo McIlroy sufría en el WGC Cadillac Championship, hasta el punto que el número uno del mundo perdió los nervios lanzando un hierro al agua después de mandar una bola al lago.
Este tipo de reacciones es bastante usual en el mundo de la competición, pero no conozco a ningún deportista que no se haya arrepentido o avergonzado tras tener estos comportamientos en el campo; y es que esto, no sólo puede dañar el ritmo de swing y el rendimiento del jugador, sino que incomoda a compañeros y aficionados, además de la imagen que se da al exterior.
Cuando uno sale a competir, trata de darlo todo, y ese «todo» implica fuertes emociones, mucha adrenalina, y hace que se vivan las emociones con mayor intensidad. Este nivel de activación tan alto junto con la tensión y las situaciones que se producen durante el juego, puede hacer que se creen verbalizaciones, emociones y conductas algo agresivas.
Del mismo modo que existe una Inteligencia Deportiva que acelera el aprendizaje físico y técnico, también hay una Inteligencia Emocional, que consiste en la capacidad para autorregularse y utilizar las emociones de forma constructiva, y que incluye habilidades como el autocontrol. Sabemos que cuanto mayor sea la expresión de las emociones, mayor será también la probabilidad de perder la concentración.
Los deportistas que no son capaces de gestionar bien sus emociones se meten en una lucha interna que sabotea su capacidad de concentración y de pensar con claridad, ya que la emoción y la ejecución de habilidades van de la mano. Para evitar que la ira se apodere de nosotros cuando las cosas no salen como queremos es clave tener estos tres puntos en mente:
ENFADARSE ES UNA ELECCIÓN: la ira, como cualquier otra emoción, (tristeza, vergüenza, alegría…) la creamos a través de nuestros pensamientos. Sabemos que lo que pensamos influye en nuestras emociones, y que estas determinan en gran parte el comportamiento y el rendimiento. Tú puedes elegir lo que piensas. Todos los jugadores sienten rabia en competición, pero difieren en cómo interpretan lo que está sucediendo.. Asumir la responsabilidad y no buscar excusas es clave para el Autocontrol. Es importante no echar la culpa a otras personas o circunstancias, enfocarte en ti, tomar el control y verte a ti mismo como un luchador, interpretando las dificultades como un reto y una oportunidad de revancha y de mejorar en el siguiente golpe.
CONTROLA LO CONTROLABLE: tras un fallo pregúntate si hiciste todo lo que estaba en tu mano para que ese golpe saliera bien (¿seleccionaste bien la estrategia? ¿te comprometiste con el golpe y el palo elegidos? ¿hiciste bien tu rutina? ¿intentaste buscar un estado de calma y concentración?…) Si hay algo que no controlaste de ese golpe y que dependía de ti, perdónate, pero aprende y asegúrate de hacerlo correctamente en el siguiente; si por el contrario hiciste todo lo que pudiste pero aún así no salió el golpe como querías por factores que se escapaban de tu control, no puedes reprocharte nada, acepta que forma parte del juego y que no pudiste hacer más y olvídalo.
ANTICIPAR ES CLAVE: para mejorar tu autocontrol primero debes conocer cuáles son las principales situaciones o errores que te sacan de juego. Analiza qué piensas en esos momentos, cuál es tu actitud, qué efecto tiene en la gente que juega contigo ese comportamiento, etc… Una vez lo tengas claro, elige otros pensamientos para esos momentos. La clave está en repetirte muchas veces lo que quieres pensar, al igual que haces cuando aprendes un idioma nuevo, tienes que escribir palabras que quieras tener presentes y repetírtelas una y otra vez para afianzarlas en la memoria. Esto facilitará que te hables de una forma más positiva, te acercará a un estado de ánimo más optimista, a buenas sensaciones y por lo tanto a altos niveles de energía que aumentarán la probabilidad de que des buenos golpes.
Rocío Pomares
Psicóloga del Deporte y la Salud
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@PiscoPomares
