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Borradores de verano…

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Hay veces en las que uno tiene la sensación de estar a la espera de que algo ocurra…Como si se encontrase en stand by y supiera que dentro de no mucho tiempo, a la vuelta de la esquina quizás, se fuera a chocar con algo que dará una vuelta de campana a su vida.

No suelen ser los momentos más brillantes ni productivos de una persona. Esa espera está plagada de dudas. Y esa duda viene de la mano del miedo a lo desconocido. No saber si eso que está a punto de ocurrir será para bien o en cambio será desastroso.

Pero llega una vez en el que, aún así, uno decide mirar de frente. Ya no puedes seguir ignorando el sentimiento, ni escondiéndolo debajo de la cama. Esos miedos, esa incertidumbre… Es el momento de afrontarlos cara a cara. No quedan más treguas, ni quieres que las haya. Tan imprescindible como el aire, necesitas ese revulsivo sea como sea. La propia repulsa a permanecer estático ante la vida una vez más y volver a cometer los mismos errores te quema tanto por dentro que aniquila cualquier miedo a lo que pueda venir.

Y entonces igual llega… Por fin ese momento que esperabas, ocurre. Si es el verdadero, lo sientes como un renacer. Como si aparecieras del fondo del mar después de haber sido revolcado tras una serie de olas… y vuelves a respirar, sin aceleramiento ninguno. Con el frescor que trae esa bocanada de aire tras la última ola. Totalmente lleno de vida y de alegría. Entonces lo ves claro. Quién eres y qué quieres. Cómo quieres empezar ese nuevo lienzo. Por fin llega una nueva oportunidad de hacer lo que siempre has sabido que tenías que hacer. Nunca te habías atrevido, a veces por miedo, a veces por estar metido en un ciclo vicioso, otras por falta de experiencia y otras porque no tocaba.

Tener esa nueva oportunidad es difícil. Pero más difícil es no volver a caer en la maldita rutina. En la monotonía que nace con esos pensamientos inútiles que no son ni tuyos. !Y vuelta la burra al trigo!, que decía un profesor de mi colegio. La mayoría de las veces viene de fuera. Pensamientos limitadores que los haces tuyos por pura avaricia. Sin saber por qué, decides coger lo peor de ahí fuera. Uno elige a veces lo peorcito de lo que hay rondando por ahí. Te apegas a pensamientos limitadores de otros y los utilizas sin ni siquiera parar a pensar en la clase de carga explosiva que viene subscrita a tales. Rara vez se originan en ti y en cambio los usas como si fueran tuyos aunque sólo los hayas oído de lejos siquiera una sola vez.

Pues son un cáncer. Te alejan de ti mismo. Una enfermedad de la que sólo puedes salir a base de voluntad. El único medicamento eficaz es ser la persona original que todo el mundo es en el fondo. Sacando tu yo genuino. No sólo siendo tú mismo, sino siendo la mejor versión de uno mismo. Viéndote desde fuera. Como con una cámara de esas de seguridad que se encuentran a tres metros de altura. Observándote en todo momento. Analizando los momentos sin opinar, simplemente observándote. Desde aquí se puede crear algo bueno y puedes empezar de nuevo a recorrer un camino virgen, con herramientas bien nuevas que ya han pasado por allí. De cualquier otra forma, estás vendido.

De lo que hablo es de hacer lo que te pide el cuerpo. Seguir tus sensaciones. Hacer balance y convertirte en la persona que quieres ser. Aprender las cosas que te llaman la atención. Planificar tu tiempo en torno a tus deseos. No seguir el camino como un borrego sólo porque otros lo han hecho así. No hay dos personas iguales, no debería haber dos carreras iguales. Creo que todo lo que sea hacer porque otros dicen… porque a otros les gustaría que yo… porque creo que debiera… se traduce a largo plazo a estar en pelea constante con uno mismo. Es hora de coger el toro por los cuernos y ser egoísta. ¿Cómo vas a ayudar a nadie si no te ayudas a ti mismo?…