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Un alegato contra el juego lento por Juan de la Huerga

Vade retro

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Jason Scrivener, durante la ronda final del Estrella Damm Andalucía Masters. (© Golffile | Eoin Clarke)

“Hasta otro torneo, Juan, aquí te esperamos”. A las nueve de la mañana salgo del hostal Drago camino del campo con el ánimo un poco chafado por las mínimas opciones de los españoles en el Andalucía Masters. Me planto en el tee del 1 para acompañar a dos españoles sin fama de lentos: Jorge Campillo y Santiago Tarrio. Ya conocíamos la etiqueta de golfista nada huevón del extremeño y queda corroborada la del gallego, que parece sacado de un cuadro del Greco (por la barba y por la postura del brazo izquierdo antes de patear). Además de ir rapidito, en el 7 se quedan solos porque el veterano Peter Hanson sufre una molestia en el cuello y se retira. Total, la pareja hispana estaba de cháchara cada dos por tres haciendo tiempo para que acabaran los tres del partido que marchaba por delante.

A propósito de la lentitud, bien harían los rectores del golf en aligerar la cosa para que todo vaya más fluido. Paratore, por ejemplo, es la clara demostración de que se puede atinar sin hacer un doctorado en cada hoyo. Gavins también es una centella. Pero se han instalado una serie de rutinas que ralentizan el juego y lo convierten a veces en soporífero, sobre todo en los greens. El librito para leer las caídas, un invento moderno que antes no existía, o las nuevas manías pergeñadas por los gurús (posar los dos pies en la dirección que debe llevar la bola para sentir la caída, fijar el putter en el aire entre los ojos y el boquete, consultas continuas al caddie), además de las clásicas como ponerse de cuclillas detrás de la bola y detrás del hoyo o tirarse al suelo como Fitzpatrick, han convertido el golf en juego de tortugas… y de tortura para el espectador. Tampoco hay que ponerse tremendo y darles a los profesionales cinco segundos por golpe, pero darle brío al asunto para que no sea una carrera de caracoles seguro que es positivo para todos, incluso para los profesionales cuando se acostumbren. Vade retro al juego lento.

Hablemos de asuntos más mundanos. Da gusto ver a Wiesberger, que es más serio que El Viti (el torero, no el caddie Erviti), empujando a su caddie para subir el cuestón del green del 14. Yo lo escalo sin los 14 palos y llego fundido. Lo mismo la próxima vez le pido auxilio a Alejandro Rodríguez.

Curioso que en el octavo partido del día, dos jugadores lucieran polos con los colores de sus países: el holandés Luiten con el ya clásico naranja dominical y Valimaki con la bandera finesa en su atuendo. Extraña que el tercero en cuestión, el españolazo Gonzalo Fernández Castaño, no eligiera un atuendo rojigualda. No está el horno para bollos estilísticos, pensará el madrileño.

A modo de despedida de estas piezas de vaivenes, ahí va un recuerdo para Corti, con quien coincidí por última vez en este club en julio de 2019 y ese septiembre me hizo de cicerone por su amado Bilbao. Se te echa mucho de menos, maestro.

Resultados en directo del Estrella Damm Andalucía Masters