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Primera jornada del Estrella Damm Andalucía Masters

Va de barrigas

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Thomas Pieters durante la primera jornada del Estrella Damm Andalucía Masters. © Golffile | Eoin Clarke
Thomas Pieters durante la primera jornada del Estrella Damm Andalucía Masters. © Golffile | Eoin Clarke

Aquí estamos de vuelta por la Ruta del Toro dos años y pico después del triunfo de Bezuidenhout en Valderrama (me perdí la posterior victoria de Catlin). Da gusto asomarse otra vez por este enclave del Campo de Gibraltar. Pese a que el cascarrabias que llevo dentro venía relatando con tanta prueba Covid y demás gaitas, imaginando que no podría acceder al campo, todo fue redondo y una simpatiquísima señora me facilitó las gestiones al ver que tenía delante un anacrónico con Nokia. Gracias por eso y por recordarme un verbo precioso que apenas uso: “¿Dónde moras?”. Me/la entretuve tanto en disquisiciones sobre morar que no le dije dónde vivía. Si lo llega a relacionar con el móvil, pensaría que vengo del Burundi profundo.

En fin, llegar, besar el santo y manos a la obra con los partidos. Antes pasé por la sala de prensa, que cuando sopla viento, como ahora, suena a cabaña desvencijada o a Palacio de Linares, pero aguanta carros y carretas (espero). Con Rahm, Cabrera Bello y Fitzpatrick iba hasta el apuntador. Descartado. Espero a Elvira en el 17 y una familiar dice extrañada: “¿Por qué no está la bandera de España en el hoyo?”. Mi servicio de documentación (David Durán) no recuerda que la hubiera otras veces, si acaso en el Open de España.

Sigo la caminata, con una tropa de guiris tostándose al sol en las hamacas y las colchonetas entre el 18 y el 10. Una pantalla gigante los informa del torneo, si es que tuvieran algún interés. Me apunto desde la salida del 1 con Sebastián García Rodríguez, Jamie Donaldson y Alexander Levy. El madrileño se da un aire (a mí al menos) a Pablo Larrazábal, que viene un par de partidos por detrás. Estoy más atento a que no se descomponga mi pelambrera que a los tiros de la terna y eso me preocupa.

Decido entonces cortar por lo sano y cambiar de trío. Justo después aparece la figura imponente de Thomas Pieters, un lozano belga (mi dispersa mente me lleva a Juan Lozano, ex futbolista belga del Madrid en los 80) por el que siento predilección desde que rompió un hierro con el cuello. El chaval se enfada bastantito. Y aquí venía con +2 en los dos primeros hoyos y en el par 5 del 4 no logró el birdie. Me dije: aquí hay tomate. Lo clavé. Tres bogeys consecutivos con patadón (y tentetieso) a su bolsa de palos jurando en arameo en el 5. En el seis la pifia y en el siete igual, pero la marcadora (la scorer, para que nos entendamos) le pone en el cartel +6. Irrumpe entonces un ángel de la guarda que le susurra a la buena señora que lleva +5 y que con el cabreo que lleva mejor subsanar el error. Lo hizo. Venido muy arriba, paso por detrás de un voluntario que está con el tablón de resultados y le apunto: “Levy es con y, no con i”. Ahí queda eso.

Pongo la oreja mientras un joven le está explicando a su enamorada cosillas del golf: “Mira, ese jugador se apellida Korhonen y su nombre es Mikko; total, se llama Mis cojones”. Qué salao. Podía haberle contado también que el finés iba jugando con el escocés Grant Forrest y que si le das la vuelta suena a Forrest Gump. Este chistecito lleva mi copyright.

Más tarde me uno a Larrazábal, y familia, pero los compañeros de Tengolf se me pegan y ya no puedo cotillear comentarios de jugadores y aficionados, aunque me da tiempo a ver las sonrisas que se cruzan Martin Kaymer y su mujer, embarazada de ¿seis, siete? Meses, que se hace el recorrido enterito quejándose menos que yo. Su preciosa barriga en nada se parece a la de Thomas Bjorn. Con 50 castañas, el capitán europeo de la Ryder Cup en París 2018 no está de buen año, está de trillizos. Ross Fisher, en cambio, tiene 40, se mantiene en forma y no luce panza. Aquí cerca, en Finca Cortesín, ganó el Mundial Match Play en 2009. Me hice una foto con él entonces, cuando yo andaba por los 35 y más de un abdominal…