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¿Es el golf de derechas?

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Por suerte para mis posibles lectores, no me dedico a escribir novelas de anticipación. En lo tocante a las crisis globales, tengo la brújula desnortada y mi capacidad de análisis petardea cual motor gripado. En su momento pensé, inocentemente, que los atentados del 11-S iban a cambiar el paradigma del ocio, que el trauma producto de los atentados se iba a quedar con nosotros y, de algún modo, coartaría (ya fuera de manera voluntaria o inconsciente) nuestra manera de enfrentarnos a la ficción. Ni siquiera fui original en el planteamiento, ya que no dejaba de ser un sucedáneo flojete de lo que el pensador Theodor Adorno expresó con contundencia después de la Segunda Guerra Mundial. “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, escribió el alemán, pero la poesía, por fortuna, siguió sirviendo de refugio, redención y liberación, aunque fuera impensable acercarse a ella en lo más crudo de la guerra. Años después, y aunque la comparativa me da vergüenza por la talla intelectual de Adorno, mi augurio tampoco anduvo fino.

En marzo de este mismo año yo era de los que no terminaba de asimilar la gravedad de lo que se nos venía encima. Pese a su cercanía progresiva, como tantos otros españoles, me fui abonando a las distintas teorías tranquilizadoras, no sé si por inconsciencia o conveniencia. Yo era de los que pensaba que no sería más grave que una gripe estacional, o que, si llegaba, la enfermedad lo haría de manera limitada y no tendría demasiada influencia en nuestro día a día. Después, mejor informado pero ya encerradito en casa y con el covid-19 campando a sus anchas por el país, me aferraba a los pensamientos voluntaristas y optimistas. Me emocionaba con el esfuerzo anónimo y ajeno, prefería agradecer a censurar (sin que esto implicara la desconexión del sentido crítico), no entendía (bueno, sigo sin entenderlo) el “todo mal” que algunos esgrimían y esgrimen pese a la excepcionalidad de las circunstancias. “Pese a lo mal que lo estamos pasando, de esta crisis saldremos siendo mejores”, me atrevía a pensar, con una sobredosis de inocencia naif. Luego fue ganando terreno la crispación, “ardieron las redes” (maldita y absurda expresión), llegaron las cacerolas para eclipsar los aplausos, empezaron las protestas callejeras. Y en una de estas, sin comerlo ni beberlo, el golf se vio metido en un buen fregado.

La aparición fantasmagórica de un presunto palo de golf (en realidad, una escoba) en una protesta en la calle Núñez de Balboa puso en marcha la máquina de los estereotipos. El deporte, el barrio, la renta y la orientación política, de la mano y encabezando la manifestación antigubernamental por el sendero de baldosas amarillas que lleva a otra España. El palo de golf (imaginario) como símbolo de estatus y catalizador de prejuicios, la constatación de que este deporte sigue ocupando un puesto muy concreto en el imaginario colectivo de un buen número de españoles.

La aparición fantasmagórica de un presunto palo de golf (en realidad, una escoba) en una protesta en la calle Núñez de Balboa puso en marcha la máquina de los estereotipos

No voy a entrar en el fondo del asunto, aunque es mucho más importante que cualquier influencia que haya podido tener esta crisis sobre la imagen del golf. Compatibilizar el crespón con la salida irresponsable a la calle es una de las muchas incoherencias injustificadas que nos ha tocado ver estos días. Con distintas variantes, es célebre el dilema planteado en Balas sobre Broadway, la magnífica película de Woody Allen, en la que dos personajes discuten si, en un incendio, deberían salvar una obra de arte única o a un ser humano anónimo. Sí, sobre el papel es una de esas discusiones bizantinas y absurdas que no deberían ni plantearse, pero en estos tiempos hemos visto cómo hay quien ha preferido priorizar lo material a las vidas humanas y sigue haciéndolo.

Compatibilizar el crespón con la salida irresponsable a la calle es una de las muchas incoherencias injustificadas que nos ha tocado ver estos días

Volvamos al golf. En un artículo publicado en este mismo portal se explicaba en detalle la expansión del bulo del palo, haciéndose eco de un gran hilo de Twitter donde se seguía el proceso paso a paso. En este caso, dos de los principales “vectores de contagio” fueron dos conocidos políticos de izquierdas, uno independentista y otro encuadrado en un partido de la coalición gobernante. La base de sus argumentos, una correlación habitual: zona acomodada – dinero – golf. En sus palabras, los pijos protestan porque no pueden ir al club de golf.

Caricatura viene del italiano “caricare”, exagerar, y eso es lo que se consigue aquí con pocas palabras. A estas alturas ya daba igual si había palo o escoba, porque lo importante era dibujar un monigote estereotipado en las mentes de los afines a su discurso o de quien pudiera percibir como injustificadas y arbitrarias las protestas en el barrio de Salamanca madrileño. La generalización (incierta, como todas las generalizaciones… incluida esta) es una herramienta útil para transmitir un mensaje contundente. Su sencillez hace que sea más directo y que cale, algo que parece incluido en el abecé de la neopolítica. Por majadera que sea una afirmación, si se plantea con la suficiente seguridad y es sencilla, suele llegar a un buen número de receptores acríticos. Objetivo conseguido.

Por majadera que sea una afirmación, si se plantea con la suficiente seguridad y es sencilla, suele llegar a un buen número de receptores acríticos

La generalización parte de un pacto tácito entre los interlocutores, o entre el escritor y el lector. Prima la economía en la semántica, se fomentan los sobreentendidos y quien recurre a ella se arriesga a ser injusto (algo que no parece importar demasiado, por lo general). Las sinécdoques son sus mejores amigas y se toma la parte por el todo: palos de golf aparte, si el portavoz de turno considera pijos al par de cientos de manifestantes de Núñez de Balboa, los habitantes del barrio de Salamanca también lo son, y qué decir de los madrileños en pleno, aunque sea matemática y sociopolíticamente imposible.

¿Cuál fue la reacción del mundo del golf? En el plano institucional, hubo corrección y espíritu didáctico, con algún dardo ocasional en las redes sociales. En los medios especializados, de todo, como en botica. Desde el análisis más o menos pausado al enfrentamiento poco productivo en el fango, tirando en algunos casos de revanchismo y de estereotipos injustos, similares a esos que tan mal encajamos cuando los destinatarios somos los que rondamos el mundo del golf. Me entristeció especialmente que para afear la actitud y las palabras de uno de los políticos en cuestión se utilizara la figura de uno de sus familiares directos, golfista para más señas, y que se le identificara con nombre y apellidos, como si hubiera que avergonzarle por los desmanes verbales de su pariente.

A los jugadores de golf, ¿qué es lo que más nos molestó del bulo del palo, al margen de su inexactitud? ¿Que se asociara a un perfil social determinado? ¿Que nos descubriera, por las malas, que seguimos metidos en un cajón muy concreto dentro de los esquemas mentales de una parte de la población? ¿Que aún nos queda mucho para librarnos de ciertos tópicos que no son mayoritarios entre los golfistas? Y ya que estamos, ¿no lo son?

A los jugadores de golf, ¿qué es lo que más nos molestó del bulo del palo, al margen de su inexactitud?

En circunstancias ideales, el golf, como toda actividad deportiva, debería carecer de ideología (la ideología la tienen sus practicantes a título personal, y bien que hacen) y aspirar a ser un corte en sección perfecto de la sociedad, además de acoger a todo el que quiera practicarlo. En el golf cabe todo el mundo, desde el afortunado que puede permitirse una acción en un club exclusivo a los que encabezan proyectos heroicos y humildes en un buen número de campos rústicos, desde los que pueden costearse clases con los profesionales de más renombre a quienes se foguean en clases colectivas de campos municipales. Esa es la teoría y lo cierto es que el colectivo de los federados de golf cada vez es más plural, e incluso podemos afirmar que hay pueblos donde se respira golf, auténticos viveros de este deporte, marcadamente de izquierdas, pero sería muy inocente si afirmo que el acceso al golf está verdaderamente abierto a todos. Por desgracia no es así, y no me refiero solo a la variable económica. El acceso a nuestro deporte es una pequeña carrera de obstáculos en la que conviene ir bien acompañado y muchos de los interesados se quedan por el camino después de dar los primeros pasos. En cualquier caso, ese es tema para otro texto.

Regresemos al título de esta columna: ¿es el golf de derechas? Y la respuesta es sí. (“Así me gusta, al grano después de mil trescientas palabras”, oigo al fondo). Como he indicado anteriormente, aunque el golf, como los demás deportes, no tenga ideología, sus practicantes sí la tienen. No quiero tirar de las mismas generalizaciones de las que me he quejado no hace tanto, pero no hace falta ser un lince demoscópico para ver que los votantes de derecha son mayoría en el mundo del golf. En Estados Unidos e Inglaterra hay encuestas disponibles tanto de jugadores profesionales como de amateurs, y las opciones de derecha (partidos Republicano y Conservador, respectivamente) obtienen una amplia mayoría, unos resultados que no me cuesta trasladar a nuestro país, sobre todo si tenemos en cuenta que en Estados Unidos y Gran Bretaña la transversalidad (perdonen ustedes por el palabro, que odio pero resulta bastante adecuado en este caso) del golf es bastante más amplia que en España. El origen de este deporte en nuestro país estuvo vinculado a la nobleza y a la alta sociedad, sobre todo en el ámbito amateur (en marcado contraste con los profesionales de club y caddies, de extracción más humilde) y el crecimiento del golf en los últimos 30 años ha ido muy de la mano del desarrollo inmobiliario. El perfil demográfico del jugador de golf (clase media-alta, ingresos por encima de la media, capacidad de gasto) es un caramelo para agencias de publicidad, anunciantes y vendedores de bienes y servicios, y encaja estadísticamente con el del votante escorado a la derecha (por supuesto, con las lógicas excepciones; hablamos de promedios). Aborrezco que se use la experiencia personal como vara de medir en cuestiones estadísticas, pero ustedes mismos pueden hacer una prueba sencilla: piensen en quince o veinte personas de su entorno golfístico y pregúntense qué orientación política tienen.

Aunque el golf, como los demás deportes, no tenga ideología, sus practicantes sí la tienen

Ojo, no quiero que piensen ustedes que estoy justificando el estereotipo, ni mucho menos, porque cada cual es libre de pensar y creer en lo que crea conveniente (siempre que no haga mal a nadie), ni tampoco que estoy invirtiendo la carga de la prueba, pero cabe preguntarse si desde el mundo del golf no se fomenta esa caricatura que tanto nos molesta. Porque, en términos generales, el golf como colectivo suele hacer gala de una piel excesivamente fina y tendemos a la indignación no siempre justificada. Y no me estoy refiriendo a los hechos recientes, sino al uso más o menos humorístico de nuestro deporte en otros contextos (por ejemplo, en anuncios televisivos). Aunque vivimos en unos tiempos propensos a que casi cualquier colectivo se ofenda por los motivos más peregrinos, el día que no saltemos por estas nimiedades y las asumamos con naturalidad habremos avanzado mucho.

En términos generales, el golf como colectivo suele hacer gala de una piel excesivamente fina y tendemos a la indignación no siempre justificada

Aunque los deportistas de élite no suelen mostrarse muy locuaces cuando se les pregunta por asuntos políticos y prefieran compartimentar ese ámbito de sus vidas, no son pocos los que han dado su opinión en las últimas semanas o se han significado de algún modo, más en contra que a favor de la gestión gubernamental durante esta pandemia. Algunas de las críticas más llamativas (más incluso por la forma que por el fondo) han llegado de jugadores de golf y huelga decir que están en su perfecto derecho, porque cada cual es libre de expresarse como considere y usando las formas que crea adecuadas. Aun así, y no es cuestión de tibieza ni de falsa equidistancia, el choque frontal o el uso de argumentos prejuiciosos son el combustible con el que se alimentan llamas que no se apagan… o caricaturas que tardan en desdibujarse.

3 COMENTARIOS

  1. Muy elocuente Oscar, gracias por el artículo. Solo un matiz, que creo que ya esta expuesto entre lineas en
    tu texto; pienso que en golf ,y en algunos otros ámbitos también, hay mucha gente de derechas que NO vota a la derecha. Es una realidad que tengo mas o menos estudiada y creo , como he dicho,que es un matiz importante. Tendrá que ver con los partidos tan “curiosos” que tenemos en este pais. Me consta que en Reino Unido el golf si es votante Tory.
    Seria interesante saber los votos y no la ideología, pero me temo que es un cometido difícil

    • En los 4-5 campos municipales que conozco del norte… te sorprenderías de la diversidad. No serías capaz de distinguir una tendencia mayoritaria y si me decanto por una sería, sorprendentemente, la izquierda. Reflejo y herencia de lo que tenemos y tuvimos, claro. Las perpetuas redes clientelares no son ajenas a negocios, al menos en Asturias.

  2. Hola Óscar me ha gustado mucho tu artículo y participo con mi respuesta, porque en este confinamiento en el que hemos tenido tiempo para acercarnos a las RR.SS. me he topado con varios jugadores, profesionales y amateurs, con opiniones muy extremas sobre la gestión del Gobierno. Contestando “educadamente” a un comentario de una Dama del LET en el que precisamente le hacía hincapié en lo de “derechas” que es el golf, me cayeron un par de “zascas” como me dijo un profesional del Challenge. Se me llegó a decir que incluso un profesional de izquierdas había criticado al Gobierno. Les hice constar que criticar es libre, pero que ese profesional no había empleado términos como “criminales” etc. Y les hice constar que aunque haya libertad de expresión, esos descalificativos “extremos” no creo que les ayude en su imagen pública. ¡Si miraran lo que hacen esos que tenemos en el top 50, aprenderían mucho!
    En donde juego, ocurre casi lo mismo: muchos son de la derecha mas extrema. Suerte que vivimos en una Democracia, y que para que nos apasione el Golf, no nos piden que nos manifestemos sobre nuestra tendencia política.

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