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Sobre la publicación del libro Jon Rahm. Señalado por los dioses

Jon Rahm, al natural

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Jon Rahm sonríe mientras se hace un selfie con un voluntario en el pasado WGC México Championship. (© Golffile | Ken Murray)

No sé si ustedes son de los que piensan que vivimos rodeados de posibilidades infinitas y que hasta el último de nuestros días podremos cambiar el rumbo o si creen que cada decisión importante que tomamos provoca que el camino se estreche, se oriente, se canalice. No es una cuestión de determinismo ni de predestinación, sino de economía vital. Una vez encauzada la vida, resulta más difícil abandonar la vía tomada. Con cada elección importante (la pareja que elegimos o nos elige, el trabajo al que nos dedicamos, los hijos que decidimos o no tener), desaparecen bifurcaciones al tiempo que la vida escogida, para bien o para mal, gana en detalle y definición, aunque no hay que descartar que haya un giro de guion importante en cualquier momento del trayecto.

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La existencia, en esta versión simplista y metafórica, vendría a ser una escultura figurativa clásica (que me perdonen los seguidores de Oteiza, Kapoor, Serra o Calder, por poner unos cuantos ejemplos). Cuando el bloque de mármol está íntegro y sin desbastar, hay margen para la corrección y la enmienda, pero cuando el cincel se ha abierto paso y ha establecido las líneas maestras cada vez es más difícil la vuelta atrás, el replanteamiento radical. La pintura es más adecuada para los pasos atrás, los pentimenti, esos arrepentimientos que sirven para autentificar y entender mejor al autor. En la escultura clásica, el margen para el cambio sustancial es mucho menor.

A Jon no es fácil cogerlo en un renuncio

Decía la filósofa Hannah Arendt que “el pasado no lleva hacia atrás, sino que impulsa hacia delante y, en contra de lo que se podría esperar, es el futuro el que nos conduce hacia el pasado”. Pero, siguiendo con el símil de la escultura, hay que tener la vista muy entrenada para reconocer en una figura terminada (o en proceso de ello) cómo fueron los primeros golpes de cincel, por dónde entraron las barrenas, qué surcos abrieron los escalfiladores o las gradinas en los primeros días de trabajo. Para echar la vista atrás conviene ir de la mano de quienes estuvieron allí y presenciaron el proceso, de quienes fueron los primeros en intuir que esa roca se convertiría en un modelo canónico.

Todo eso lo podemos encontrar en Jon Rahm: señalado por los dioses, el libro escrito por David Durán y Alejandro Rodríguez que profundiza en la génesis de esta estrella del golf español y en su afianzamiento en el panorama internacional. Los testigos de su evolución, quienes mejor lo conocen: su familia, su primer maestro, sus allegados, sus competidores. Además, los dioses mencionados en el título escapan al ámbito retórico y no pueden ser más corpóreos: Phil Mickelson y Tiger Woods, estrellas eternas que también ayudaron a forjar la carrera de Jon Rahm en momentos coyunturales.

Estreno editorial de Ten Golf Books: Jon Rahm. Señalado por los dioses

En este libro, que en absoluto es una biografía exhaustiva ni pretende serlo, conocemos a un Jon Rahm que vive, respira y sangra golf, un jugador al que le encajan los adjetivos maximalistas, que se siente cómodo rodeado de palabras como pasión o superación, que es muy consciente de dónde viene, pero no pone límites a donde llegará. Es imposible conocer o entender al Jon Rahm actual sin sumergirse en la visión caleidoscópica que ofrece el libro, en la que se supera el lógico pudor que provoca el autorretrato gracias al punto de vista ajeno pero ilustrado de los autores y del resto de los testigos de su incipiente carrera.

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Tuve la suerte de ser uno de los primeros lectores del libro y, por tanto, de captar la magnitud de la obra (y les aseguro que ni la amistad que me une a los autores ni la admiración por el retratado edulcoran esta visión). Aunque gran parte de la historia de Rahm está pendiente de escribirse, y aunque el cincel aún tenga que descubrir muchos detalles finos en la figura del golfista de Barrika, su futuro nos conducirá inevitablemente hacia el pasado (como indicaba Arendt), y dicho pasado es un territorio magníficamente cartografiado en este volumen.