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Un ‘journeyman’ anda suelto en el Club de Campo

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Samuel del Val. (© Golffile | Hugo Alcalde)

Hay un término inglés con el que mantengo una curiosa relación de amor-odio. Le encuentro muchas ventajas y me parece lo suficientemente claro para describir a ciertas personas, pero una de sus acepciones contiene matices que no me terminan de cuadrar. No se preocupen, que ya me dejo de misterios…

Me refiero a la palabra journeyman que, literalmente, podría traducirse como jornalero, es decir, como persona de cierta cualificación que cobra un jornal por su trabajo. Dicha definición no me supone ningún problema, ya que, en inglés, se refiere a trabajadores especializados o cualificados, e incluso sirve para describir a los artesanos de cierto nivel. El problema es que, también en inglés, el término journeyman sirve para identificar a un trabajador fiable pero no sobresaliente, a alguien que va a ofrecer un buen rendimiento pero no te va a deslumbrar. Esa variante es la que ha invadido el ámbito deportivo y, si rebuscan un poco, seguro que encuentran el término en un montón de soportes informativos refiriéndose a deportistas que se ganan razonablemente bien la vida pero quedan lejos del oropel o del brillo de los primeros de la clase, independientemente de la disciplina de la que estemos hablando.

Jon vuelve a sacar el sábado la capa de SÚPERRAHM

Las palabras no dejan de ser contenedores más o menos adecuados para definir ciertas realidades y, con frecuencia, por sí solas se quedan cortas. La mayoría de los “jornaleros” del golf han demostrado un grado notable de brillantez que les permite competir de tú a tú con cualquier miembro de la élite, aunque el lustre de sus historiales no pueda compararse. Y, por supuesto, su nivel está años luz por encima del de cualquier amateur con ínfulas. Pero canalizar su calidad en el entorno adecuado, encontrar el trampolín preciso que les permita escalar y afianzarse, es una tarea titánica para muchos de ellos.

Samuel del Val. (© Golffile | Hugo Alcalde)

Una vuelta al más puro estilo Seve y nunca mejor dicho

Pero hay unos pocos que parecen invulnerables al desánimo, que están dispuestos a recorrer el mundo entero para buscar su suerte, para demostrar que, en las circunstancias adecuadas, se pueden librar de ese mote de “jornaleros”. En realidad, en su caso el journey de journeyman adopta su significado literal y no es jornal, sino viaje. Su periplo heroico, su odisea particular, les lleva a jugar torneos en los cinco continentes si es preciso, inasequibles al desaliento (y perdónenme el topicazo) con la misma ilusión con la que iniciaron sus carreras.

La intrahistoria (con mucha miga) del golpe del torneo

Samuel del Val es uno de ellos, quizá el trotamundos más destacado de los golfistas que pelean por salir adelante en nuestro país. El vizcaíno ha pasado por el PGA Tour Latinoamérica, por el Web.com Tour, por el Challenge Tour, el PGA Tour China y el European Tour, y ha jugado 20 de las últimas 23 semanas. Su objetivo: afianzarse y encontrar esa puerta que le lleve hacia la élite. Sus bazas: calidad, talento, ganas y una fe inquebrantable en sus posibilidades. Como sucedió en el Real Club Valderrama hace unos meses, en este Open de España vuelve a cruzarse con Jon Rahm en el tramo decisivo del torneo. Independientemente de cómo acabe el torneo, sabemos que Del Val seguirá persiguiendo su meta, por lejos que se encuentre. Del Val y los demás “jornaleros” del golf español se merecen todo lo bueno que les pase.