No andaré con muchos rodeos. La temporada ha sido mala. Quitando el año del Covid, ha sido la peor de mi carrera. Punto. No obstante, lo más complicado de digerir no han sido los resultados, sino la sensación de que el juego no ha sido tan malo. He hecho tres top 10 y me he quedado casi diez semanas a un golpe de pasar el corte. Ha sido un año frustrante, a contracorriente, todo el rato con sentimientos encontrados.
Han sido muchas semanas cargando con la sensación de no estar jugando mal y, sin embargo, los resultados no salían. Lo analizábamos. Lo hablaba con Diego Suazo, con mi equipo, repasábamos todo, lo volvíamos a mirar y no encontrábamos una explicación. El swing estaba bien y yo tenían una sensación buena… o al menos desde luego no era mala. Quizá por todo esto he terminado muy quemado, muy cansado mentalmente.
El mejor birdie del año de largo ha sido el nacimiento de Martina, mi primera hija. No puedo estar más contento. Quién sabe si quizá su llegada al mundo, unida a la maratón de torneos que he jugado para acabar la temporada, ha terminado generando un estrés añadido y un cansancio extra. Como se suele decir, quizá se ha juntado todo y por eso hemos terminado así.
El año ha sido muy frustrante desde el punto de vista del golf porque le hemos dado muchas vueltas a las cosas y no encontrábamos una explicación. No me sentía jugando mal, pero la realidad es que no conseguía dejarlas cerca, especialmente con los hierros cortos, uno de los fuertes de mi juego. No me refiero a los wedges, sino los hierros 9, 8 ó 7. Pegaba buenos tiros, o yo creía que lo eran, pero no terminaban cerca. Y no digo que terminaran a cuatro, cinco o seis metros, que no está mal, sino que me dejaba putts de diez metros o más. No sabíamos si era un error de distancia, del viento o de qué. Pero después lo chequeábamos y las distancias estaban bien. Era un lío. No lo sabíamos explicar.
La gota que colmó el vaso fue Valderrama. Este año ha sido la vez que mejor jugado allí desde el tee. Diría sin exagerar que el 95 por ciento de las veces estaba en posición. Es cierto que es un campo muy exigente y que estar en posición tampoco te garantiza ir dejándote una opción de birdie tras otra, pero yo no conseguía dejarlas cerca. Pegaba buenos tiros, pero terminaban muy lejos del hoyo.
La rallada era tan grande que al volver a casa cogí unos wedges antiguos que tenía y noté que me costaba la mitad hacer el swing, pegar los golpes, incluso mover el palo. Fue en ese momento cuando decidí que quizá la solución pasaba por hacerme un fitting. No sé si lo iba a arreglar, pero al menos podía encontrar alguna explicación. Y así fue…
Me lo hizo Fran Riera, un ‘fitter’ de Asturias, de la tienda Big Outlet. Nada más enseñarle mis palos casi me dijo que si estaba tarado. Yo no daba crédito. Le parecía asombroso que hubiera podido mantener la tarjeta con esa configuración. «Pero si llevas mancuernas, más que palos de golf», me explicó. Y yo que pensaba que llevaba unos palos ligeros…
Tras esa presentación hicimos el ‘fitting’. Estuvimos ocho horas. Casi de sol a sol. Lo probamos todo. Finalmente, llegamos a la conclusión de que debía jugar un palo una cuarta de pulgada más corto, es decir, media pulgada más largo que el estándar y con un grip más fino. He pasado de un agarre de unas cuatro vueltas a otro de una vuelta y media o dos vueltas como mucho. También he cambiado las medidas en los wedges y he pasado de ‘blade’ a ‘cavity’.
Es un cambio importante, pero apenas llevo unos días practicando ya con los nuevos palos y la sensación es mucho mejor. Estoy más cómodo, más a gusto y noto más control sobre la bola. Estoy moviendo mejor la pelota, tanto al draw como al fade, que es lo que más me costaba antes. Estoy muy contento. Está claro que esto no es la panacea, ni quiero que parezca una excusa por los resultados de este año. Hay que seguir trabajando duro y practicando para conseguir que salgan las cosas como queremos.
¡¡Muchas gracias y felices fiestas a todos!!