Inicio Blogs Pablo Larrazábal De entrada, tensión y estafa, pero esto no es como empieza…

De entrada, tensión y estafa, pero esto no es como empieza…

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Pablo Larrazábal en el WGC Mexico Championship en 2017. © Golffile | Ken Murray
Pablo Larrazábal en el WGC Mexico Championship en 2017. © Golffile | Ken Murray

Hola a todos desde México. El jet lag no me deja dormir, así que aprovecho para contaros algunas experiencias desagradables que he tenido a mi llegada. Las cosas no han empezado nada bien en mi reencuentro con los World Golf Championship, pero prefiero verlo de otra manera: las cosas no son como empiezan, sino como acaban…

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He viajado con mi hermano Alex y, para empezar, apenas he podido dormir en las casi trece horas de viaje. En fin, tampoco pasaba nada. Sin problemas. Peor fue lo que ocurría nada más aterrizar, porque nos han tenido una hora sentaditos en el avión por culpa de una emergencia médica. Un hombre de la tripulación tenía fiebre y han tenido que entrar los médicos para ver qué pasaba. Tal y como están las cosas en el mundo con el coronavirus, ya os podéis imaginar la tensión del momento, todavía más siendo un hombre de la tripulación, que ha estado de aquí para allá en el avión, repartiendo alimentos, bebidas… Además, como suele suceder en estos casos, el tiempo que él iba sentado lo hacía en la fila 1 y yo estaba en la fila 2.

¿Coronavirus? Pues parece que no, así que mucha tranquilidad. Los médicos se llevaron al tipo ‘disfrazado’ de verde y azul, con máscara y toda la parafernalia. Y yo no tengo fiebre. De todos modos, la aventurita no había hecho más que empezar.

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Después de pasar el control de pasaportes y de recoger el equipaje rápido y sin problemas, aún nos hicieron pasar los bultos por un escáner, lo que suele ser más o menos normal cuando viajas con la bolsa de palos. Yo pasé sin problemas, pero a mi hermano lo pararon, preguntándole por un aparato ‘sospechoso’ que llevaba en el equipaje. Se trataba del Foresight, que para quien no lo sepa es algo así como un trackman y sirve para trabajar en la calle de prácticas, pues te da todos los datos acerca de cada golpe: efectos, distancia, etcétera. Esta semana es quizá más importante, si tenemos en cuenta los ajustes que hay que hacer al jugar cerca de 2.500 metros de altitud.

El caso es que nos preguntaron por el aparato, les explicamos lo que era y que lo necesitábamos para trabajar esa semana y una señorita de aduanas nos preguntó cuánto costaba… Hicieron su propia estimación del valor que podía tener a día de hoy y nos dijeron que teníamos que pagar un impuesto del 16 por ciento de ese valor estimado, que eran 650 dólares. ¿Cóoooomo? No entendíamos nada.

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De entrada, mi hermano se negó y la cosa se puso un poco más fea cuando a mi no me dejaron quedarme, porque además a Alex le quitaron el pasaporte. Me puse a hacer llamadas y hasta terminamos hablando con la embajada española. Conseguí entrar de nuevo al lugar donde estaba, pero me asusté de verdad cuando un policía de aduanas me dijo: “O se marcha usted de aquí o llamo a los Federales y de aquí no sale nadie”. Ya os podéis imaginar que me fui de allí. En fin, llamé a mis agentes, a todo el que pude, y terminé hablando con el director del torneo del PGA Tour, que al final me dijo: “Mira Pablo, lo mejor que podéis hacer es pagar la estafa y luego os devolvemos el dinero”. Por supuesto, preguntamos a los aduaneros si nos iban a dar un recibo o algo similar y nos dijeron que ellos no daban recibo ni nada. Al final, después de cuatro horas desde que habíamos aterrizado, entre emergencias médicas y estafas, salimos del aeropuerto libres, sanos, con el aparato y con 650 dólares menos…

Pero, repito: esto no es como empieza, sino como acaba.

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