Sólo pensaba: 79 metros, 79 metros, 79 metros…

Os escribo todavía desde Sudáfrica. Vaya quinta victoria en el European Tour. Os quería contar algunas interioridades de la sufrida última vuelta. Este triunfo ha sido increíble por cómo ha sucedido todo al final, pero también es de justicia destacar las tres primeras vueltas, muy buenas, en un campo donde de verdad esta semana era muy, muy difícil hacer resultado.

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Lo he pasado muy mal en la última ronda por culpa de unas malditas ampollas. El sábado ya tenía muchas en los pies por culpa del calor y la humedad. Ha hecho mucho calor. El sábado acabé agotado. Pero bueno, me las traté y me fui a dormir sin grandes preocupaciones. Sin embargo, cuando me he levantado estaba fatal. Y cuando me he puesto los zapatos de golf… Bueno, es que al principio no podía ni caminar. La peor, a la hora de caminar, era una ampolla que tenía en la parte de atrás del pie izquierdo. Y a la hora de hacer el swing me molestaban mucho otras dos que tenía, una en cada dedo gordo de ambos pies, sobre todo la del dedo gordo del pie derecho. Al desgirar me dolía una barbaridad y, como os podéis imaginar, de esta manera tampoco es fácil concentrarse y mantenerse tranquilo.

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Tengo que reconocer que cuando salí del tee del 9, después de haber pegado otra escapada brutal a la izquierda, lo vi todo perdido. En ese momento estaba desesperado y muuuuuuy perdido. No encontraba la manera de hacer un swing eficiente con los problemas que tenía. Pero en el hoyo 10 fui buscando cosas y medio encontré algo que me podía ayudar a pegarla algo más recta, a ponerla por ahí… Eso es lo que pensaba, a ver si puedo ponerla por ahí adelante y que luego el juego corto haga bien su trabajo, como así ocurrió. Esos putts en el 15 y el 16 me dieron la vida, qué os voy a decir…

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Y así llegamos al 18. Cuando hicimos las cuentas tenía 79 metros a la bandera. Estaba bien, todo lo confiado que uno puede estar en esa situación, sobre todo por una razón: esos golpes de estas distancias los había hecho muy bien durante toda la semana. Y mientras preparaba el golpe sólo pensaba en una cosa: 79 metros, 79 metros, 79 metros, 79 metros. Es lo único que pensé. Y ahí fue la bola: a 79 metros y unos centímetros.

Es una victoria que llega pronto después de un trabajo muy duro con mi equipo de trabajo, con mis tres entrenadores, mi hermano Alejandro, Robert Rock y Ben Barham. También tengo que incluir aquí y agradecerle como a los demás a Raúl Quirós, mi caddie, porque aunque no haya estado esta semana en Sudáfrica él ha sido una parte muy importante de esta victoria.

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Ahora tengo muchas semanas por delante para descansar y, sobre todo, seguir trabajando muy duro, porque después de lo que ha ocurrido aquí está claro que el año 2020 puede venir cargado de emociones y de unos cuantos ‘sustitos’ más. Ya os iré contando más cosas.

Blog de Pablo Larrazábal