En la trastienda del golf profesional de élite, el recorrido del Gary Player Golf Country Club, en Sun City, tiene un apodo lúgubre: ‘el cementerio de los caddies’ lo llaman. Es el escenario del Nedbank Golf Challenge que comienza mañana y es muy posible, incluso probable, que a lo largo de las cuatro jornadas se pueda testar (y confirmar) la razón de tal sobrenombre.
Tiene el asunto que ver con el viento. Puede ocurrirte que, en un mismo hoyo, y hasta en la preparación de un mismo golpe, el viento pase en cuestión de segundos de soplar de cola a unos diez kilómetros por hora, pongamos por caso, a hacerlo más bien en contra a unos quince kilómetros por hora… Es así, sobre todo, por la particular orografía y localización del campo, situado en la olla de un valle y, de este modo, rodeado de cercanos y pronunciados montículos en los que ‘rebotan’ a su antojo las rachas ventosas.
Las sorpresas son mayúsculas en algunas ocasiones. Bolas que se quedan cortas veinte metros o que se vuelan los greenes… Y claro, ya se sabe quien suele tener la culpa cuando se dan tales circunstancias. El caddie, por supuesto.
A quien no le fue muy mal en la última ronda de 2019, el año de la última edición del torneo, pandemia mediante, fue a Ian Finnis, el caddie de Tommy Fleetwood. Recordemos que aquel domingo el inglés salía a seis golpes del líder y terminaba ganando el torneo después de firmar tres eagles en la ronda y, luego, batir a Marcus Kinhult en un desempate.
Fleetwood y su caddie, aquel día, no tuvieron muchos problemas para leer correctamente la dirección y fuerza del viento, pues el inglés pateaba para eagle en el hoyo 2 (haría birdie), en el 10 (convirtió un putt de unos seis metros) y en el 14 (convirtió un putt de unos tres metros), redondeando el triplete mágico de ‘águilas’ con un chip embocado en el 9. Mención especial merece aquella madera 5 de locura en el 14 (VER VIDEO). Sin embargo, en el hoyo 15, quizá si hubieran tenido que pagar el peaje de las azarosas cabriolas del viento, puesto que la bola de Tommy se iba a marchar irremisiblemente por detrás del green después de pegar el segundo tiro…
Lo que ocurrió fue que la bola rebotaba en el canto del desnivel de un aspersor y milagrosamente regresaba hacia atrás, procurándole al jugador una magnífica opción de birdie de unos dos metros y medio, que en efecto convertiría (VER VIDEO). Jugó de escándalo aquel día el inglés (vuelta de 65, siete menos) y además tuvo en el momento oportuno esa chispa de suerte que necesitan los campeones.
