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Borda: el relato de siete hoyos agónicos para lograr la tarjeta

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David Borda posa con su pareja delante del tablero de resultados tras conquistar la tarjeta. © David Borda
David Borda posa con su pareja delante del tablero de resultados tras conquistar la tarjeta. © David Borda

David Borda es miembro de pleno derecho del European Tour con la tarjeta completa. El navarro hace realidad uno de sus sueños deportivos con 32 años cumplidos el pasado mes de octubre y tras una carrera de sangre, sudor y lágrimas.

No, a Borda nadie le ha regalado nada. Ha jugado donde ha podido, sin importarle kilómetros o incomodidades. Ha crecido paso a paso, escalón a escalón, ladrillo a ladrillo. Sin perder la fe y, sobre todo, poniendo toda la carne en el asador, sin medias tintas. Si hay que viajar a Latinoamérica, se va, si hay que lugar la Escuela del Asian Tour, se juega, si hay que curtirse en el Alps, se curte uno. Lo que haga falta. Todo por y para un sueño.

David Borda, en la final de la Escuela del European Tour.
David Borda, en la final de la Escuela del European Tour.

Su Final de la Escuela ha sido un buen reflejo de su carrera. Ni siquiera su inicio estratosférico con dos vueltas de 65 y 62 golpes le iba a poner las cosas fáciles. David nunca lo ha tenido sencillo y en Lumine Golf no iba a ser menos. Después de 100 hoyos y a falta de sólo ocho estaba fuera de los puestos de tarjeta. Hacía un gran birdie en el 11 y a partir de ahí llegaba una brutal agonía…

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Su relato, con final feliz, es una muestra de lo salvaje que puede ser la Escuela del Europea Tour. “Ha sido bastante agónico. He jugado regular los nueve primeros. Iba peleando, pero cada fallo era un bogey y los putts que tiraba bien no entraban. No obstante, me he mantenido ahí y he hecho un buen birdie al hoyo 11”, asegura a Tengolf.

A partir de ese momento, tocó apretar los dientes y de qué manera. Encendió el modo de superviencia hasta el hoyo 16. “Metí tres putts casi consecutivos de tres-cuatro metros para salvar pares. Y en el 16 (par 5) lo jugué agresivo pensando que necesitaba un birdie. Hice una buena salida, luego pegué una buena madera 3 y metí un muy buen putt de seis metros para birdie”, apunta. Parecía que la Final se ponía cuesta abajo. Ese birdie lo metía de nuevo en el top 25, pero aún quedaban dos hoyos. Primero el 17, un par 3…

«En el 17 vino el drama… He pegado un grandísimo hierro 6, el mejor del día, la he dejado a un metro y medio cuesta abajo, como mucho… Y ahí ya parecía que lo tenía, pero el golf en cuanto te confías te pega una leche…»

“Ahí vino el drama… He pegado un grandísimo hierro 6, el mejor del día, la he dejado a un metro y medio cuesta abajo, como mucho… Y ahí ya parecía que lo tenía, pero el golf en cuanto te confías te pega una leche… He tirado un putt de metro y poco, un poco fuerte por la caída, me he pasado otro metro y poco y he fallado el de vuelta…”, describe.

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Así, a falta de un hoyo, de nuevo estaba sin tarjeta. Necesitaba el birdie en el hoyo 18. No había más. A vida o muerte. Pero claro, venía de un palo descomunal en el 17, cuando parecía que había certificado el objetivo, se metió en un lío tremendo. ¿Cómo se le da la vuelta a la tortilla en ese momento? Borda lo consiguió, aunque no sabe demasiado bien cómo…

“Reaccioné bien y saqué fuerzas en el 18, no sé muy bien de dónde… Pegué un drive muy bueno, un hierro 3 a 225 metros que la dejé justo en el green corta, a unos quince metros de la bandera, y desde ahí hice dos putts. El último putt de birdie era de medio metro, pero después de lo que me había pasado en el hoyo 17 me parecía de siete…”. Misión cumplida. Agonía con final feliz. La resiliencia forjada durante años le sirvió para superar un trago ante el que cualquiera se habría diluido como un azucarillo… Un premio a la fe.