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La odisea de siete españoles para salir de Sudáfrica con la nueva variante de Covid

Cronología de una pesadilla en Sudáfrica y de postre, corrupción policial

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Alfredo García-Heredia. © Golffile | Thos Caffrey
Alfredo García-Heredia. © Golffile | Thos Caffrey

El peor viaje de nuestras vidas. Ahí queda ese título como sugerencia para una mini serie de Netflix. Ahora, por suerte, podemos incluso hacer bromas sobre la aventura, pero la realidad es que los españoles que estuvieron en el Joburg Open para jugar un torneo del DP World Tour vivieron una pesadilla terrible. Sólo escuchar el relato de cada uno de ellos corta la respiración.

Los protagonistas de esta historia de miedo son Santi Tarrío, Alfredo García Heredia, Pep Anglés, Ángel Hidalgo, Carlos Pigem, Noelia García y Edu Ramos. Siete españoles estaban en el Joburg Open y los siete vivieron 54 horas de angustia para poder regresar a casa a causa de la nueva variante del Covid descubierta en Sudáfrica. «Yo ya había hecho un esfuerzo de aceptación para hacerme a la idea de que nos quedábamos allí un mes», asegura Pep Anglés. Hemos hablado con todos ellos y aquí tienen la reconstrucción de los hechos.

«La primera voz de alarma se escucha el jueves», asegura Alfredo García Heredia. Ese día conocen que el Reino Unido ha puesto a Sudáfrica en la zona roja. Esto suponía que los que llegaran al país que se salió del Brexit procedentes de África del Sur a partir del domingo tendrían que hacer una cuarentena obligatoria en un hotel antes de regresar a casa. El Tour hace cuentas. Si se juega el Open de Sudáfrica y el Alfred Dunhill Championship los británicos no podrán estar en casa por Navidad. La primera medida es suspender el Alfred Dunhill y sacar del calendario europeo el Open de Sudáfrica.

En esos primeros momentos de tensión, se pueden imaginar, el comedor de los jugadores en el Randpark Golf Club donde se disputa el Joburg Open, así como el hotel donde se alojan es un hervidero de rumores, comentarios, alarmas, risas nerviosas… Nadie despega su cabeza del móvil a la caza y captura de noticias más o menos alentadoras, más o menos desesperantes. Los españoles, mientras, aún permanecen tranquilos. Es jueves…

El viernes la preocupación se extiende también a los no británicos. Los españoles ya empiezan a pensar mal. Mosca detrás de la oreja. La Unión Europea recomienda el cierre del espacio aéreo para los vuelos que procedan de Sudáfrica y eso incluye, claro, a España. La incertidumbre los abruma y alguno empieza a mirar vuelos de vuelta a casa por si acaso. Ponen en marcha también a familiares, amigos y miembros de sus respectivos equipos. Hay que salir de Sudáfrica cuando sea y lo antes posible.

Ese mismo viernes por la tarde el European Tour decreta que el Joburg Open se jugará a 54 hoyos, terminará por tanto el sábado y el domingo a las 11 de la mañana los jugadores tendrán a su disposición un chárter a Dubai para poder regresar a casa. Alivio. Risas. Incluso, algún choque de puños, como si se hubiera metido un buen putt de birdie de doce metros, qué digo un putt, un approach desde fuera o una sacada de búnker. La cena del viernes es distendida. Las llamadas a casa son tranquilizadoras.

El sábado por la mañana arranca un caos absoluto que dura 54 horas. Todo empieza poco antes de empezar la tercera jornada. El DP World Tour reclama a los jugadores que se hagan una PCR antes de empezar a jugar porque en el aeropuerto van a exigir uno 48 horas antes de volar y otro 24 horas antes. «Yo llevo cinco PCR en los últimos cinco días», confiesa Carlos Pigem. El asunto PCR se complica, hay colas, tensión, todos se quieren hacer el test para no quedarse fuera del chárter, el salvavidas, el barco de Noé… Colas, espera y alguno, como Santi Tarrio, que llega al tee del 1 de la tercera y última ronda sin haber podido dar una sola bola antes.

La meteorología también quiere su papel en esta película. Cómo no. Si no hay una buena tormenta, no tenemos una peli de miedo como Dios manda. Rayos y truenos sobre el Randpark y el torneo que se tiene que suspender de manera definitiva con sólo dos vueltas disputadas. En ese momento, esta decisión del Tour es lo de menos, ni se discute, todos sueñan con ese chárter a Dubai.

Se cae el chárter a Dubai

Al mismo tiempo que se da por finalizado el torneo llega la noticia de que Dubai ha cerrado la frontera con Sudáfrica. Madre. Cinco minutos después de aparecer la noticia en los periódicos digitales, llega un correo del Tour. Se cae el chárter. No habrá avión a Dubai. «Estamos trabajando en otras opciones y confiamos en dar alguna buena noticia antes de las once del domingo, cuando salía del chárter, aunque no está de más que te vayas buscando la vida por ti mismo por si acaso», dice el comunicado del DP World Tour. ¡Ja! Vuelve la histeria, controlada sí, pero histeria.

La maquinaria para encontrar algún vuelo que lleve a Europa se pone de nuevo en marcha. Otra vez los jugadores, familiares, amigos y agentes se dejan los ojos en las pantallas de móviles y ordenadores para buscar una vía de escape. Alguna tiene que haber. Por internet no hay manera. Parece que puedes hacer la reserva, pero al final del proceso no es posible. Lo único bueno es que en todo momento los siete españoles permanecen juntos. El sufrimiento y la angustia es más llevadera.

Los rumores son constantes. Que si Swiss Air sale, que si Lufthansa, que si KLM… Ya, pero por internet, nanai. Alfredo García Heredia habla con la embajada de España en Johannesburgo. La atención es exquisita, la información, impecable. Soluciones, ninguna. Búsquense la vida como puedan. El túnel se pone cada vez más negro y el sábado por la tarde los españoles deciden ir al aeropuerto. Sólo Edu Ramos, caddie de Pep Anglés, ha conseguido sacarse por internet un vuelo de Johannesburgo a Ámsterdam con KLM para el domingo por la noche. Es el amo. Cuesta un pastizal, pero es lo de menos. Los demás lo intentan, pero fracasan.

La agencia de viajes Trotta entra en escena

Ya en el aeropuerto de Johannesburgo acuden a las ventanillas de Swiss Air y Lufthansa. Están vendiendo billetes. «Vamos», se escuchan entre la expedición. Soplo de aire fresco que dura bien poco. Hay unas veinte personas en la cola y los españoles no pasan desapercibidos. Así somos. Un suizo se da la vuelta y les dice: «sí, venden billetes, pero sólo a suizos o residentes en Lietchestein«. Un alemán se da también la vuelta y les comenta lo mismo de Lufthansa. No dejan subir al vuelo a los no alemanes. Otro bajón. Alfredo vuelve a llamar a la embajada. «Nos confirman que sólo suizos y alemanes». Información impecable. Soluciones, ninguna. La única puerta abierta que queda es KLM. Todos vuelcan sus energías en sacar un vuelo con la compañía holandesa. Se mueven todos los contactos. Las agendas echan fuego. Santi Tarrio, por ejemplo, ha pedido ayuda a unos de sus patrocinadores, muy amigo de la agencia de viajes Trotta, situada en Santiago de Compostela.

La búsqueda de vuelos no es el único problema. Los últimos PCR que se han hecho con el DP World Tour, en el mismo torneo el sábado, están dando problemas. Hay algunos a los que no les llega el resultado. En ese caso están Alfredo, Ángel y Noelia. El asturiano, por si acaso, ha visto una carpa en el aeropuerto donde estaban haciendo PCR y se hace uno. Previsor. Por si no llega el del Tour.

El sábado se vuelven al hotel sin una solución y quedan todos el domingo por la mañana para encontrar una salida. Mientras, Pep Anglés, a través de la persona que le lleva los viajes, ha tenido suerte y se puede sacar un vuelo a Barcelona con KLM con escala en Ámsterdam. Pep y Edu empiezan a ver la luz, aunque los demás siguen colgados y la preocupación es de todos.

El domingo en el desayuno Santi casi pega un grito… «Que la agencia de Santiago ha encontrado dos plazas en el avión de KLM a Ámsterdam». Júbilo. Algo es algo. Quedan todavía otros tres, pero al agencia promete morir en el intento. Óle por Trotta. Es domingo, no lo olvidemos. Poco tiempo después lleva un nuevo mensaje al móvil de Tarrio. Hay tres plazas más. El problema más importante parece al fin resuelto, pero nadie se fía. Los vuelos se pueden cancelar en cualquier momento.

De hecho, a Edu se le cambia la cara cuando esa misma mañana de domingo recibe un correo a su móvil en el que se indica que su vuelo a Ámsterdam está cancelado. ¿De verdad, eh? Muchos nervios. Pep trata de calmarlo con un argumento de lo más lógico: «sí a mí no me ha llegado un correo con esa cancelación y vamos en el mismo vuelo es que aún puede salir. Vamos al aeropuerto y seguro que encontramos una solución…».

Los siete españoles ya tienen billete de avión para volver a casa. El vuelo a Ámsterdam sale a las 22.50, hora española, una hora más en Sudáfrica. Quedan para llegar al aeropuerto seis horas antes. A las cinco de la tarde, hora española, salen todos del hotel, cada uno en su coche de alquiler. En el trayecto ocurre lo más inesperado… o por desgracia no tanto.

«Se han saltado un stop y le tenemos que multar»

Pep y Edu van camino del aeropuerto en su coche de alquiler cuando de repente los para la policía. Es de noche. Es Sudáfrica. No pinta bien. Anglés y Ramos saben que no han hecho nada y aquello huele muy mal. Pep esconde su reloj debajo del asiento. Por si acaso. Baja la ventanilla y da las buenas noches. «Se han saltado un stop y les voy a tener que multar», les dice el agente. Pep y Edu saben que no se han saltado ningún stop, pero no parece la situación apropiada para discutir. Sólo llevan las de perder. El aeropuerto los espera y los nervios no están como para enfrentarse a una policía con fama de corrupta. Anglés reacciona rápido. «Les explico que vamos al aeropuerto, que perdemos el vuelo para volver a casa porque sale en una hora y media y que venimos de jugar el torneo de golf». El policía lo escucha, se da la vuelta y le confirma la noticia: «lo siento, pero le tengo que multa y sólo aceptamos ‘cash'». Bingo. Por si había dudas…

Más tensión. Ni Edu ni Pep llevan efectivo. Ni en la moneda local ni en euros. Ojú. Pep se inventa una solución. Le ofrece ropa al policía. «Le saco unos polos de mi marca y una caja de bolas y les explico el valor que tiene». Acto seguido cierra la maleta rápido para intentar que no se lleven todo. La sensación que tienen es que los van a desvalijar…

Sin embargo, la policía se da por satisfecha con su botín, al menos aparentemente, y gentilmente se ofrecen a escoltarlos a la gasolinera para llenar el depósito. Sí, la gasolinera, claro, mascullan nerviosos Edu y Pep. La incertidumbre es insoportable. Se imaginan lo peor. Sin embargo, hay suerte. Efectivamente, van a una gasolinera y la policía se despide. Cuando se marcha el coche, a Edu y Pep les entra una risa floja… Llenan el depósito y de nuevo rumbo al aeropuerto. Han minimizado daños.

El penúltimo susto llega a diez minutos de llegar al aeropuerto de Johannesburgo. Superado el episodio policial, Edu recibe un mensaje a su móvil diciendo que su vuelo se ha cancelado. La información llega ipso facto a los otros coches. Drama. «Paramos en el arcén y es momento pozo total. Ahí sí que estábamos deprimidos. Estábamos a punto de llegar al aeropuerto y nos cayó como un mazazo», cuenta Santi Tarrio. Rápidamente Santi llama a la agencia y los tranquilizan. Es un problema puntual de Edu que cuando sacó su vuelo lo hizo sólo a Ámsterdam, sin enlace, los otros vuelos están perfectos. Edu resuelve luego su problema en el aeropuerto tras una dura batalla dialéctica.

Los españoles han llegado con mucho tiempo al aeropuerto y les da tiempo a hacerse allí mismo el último PCR obligatorio, el de las 24 horas antes. Pep se lo hace el último antes de que cierre la carpa. Si la corruptela con la policía dura un poco más, se queda en tierra. Prefiere no pensarlo.

En el aeropuerto de Johannesburgo pasan todos los controles sin problemas. Los PCR están en orden, superan la seguridad sin sobresaltos y llegan a la sala de embarque. La vuelta a casa se ve más cerca, pero aún están los nervios a flor de piel. En cualquier momento pueden cancelar el vuelo. Hasta que no despega el avión no bajan las pulsaciones.

En Ámsterdam todo va sorprendentemente como la seda. Al estar en tránsito no tienen que hacer cuarentena ni PCR. Les vale todo lo que ya traen, decenas de papeles entre resultados de test y certificados de vacunación. Incluso, algunos pueden adelantar su conexión con Madrid o Barcelona. Ya sí se ve la luz al final del túnel.

Alfredo, Ángel, Santi y Noelia aterrizan en Madrid, mientras que Edu, Carlos y Pep lo hacen en Barcelona. Alfredo aún debe subirse a un AVE rumbo a Sevilla, allí le recoge su primo para ir a Jerez, al hotel Barceló Montecastillo. Allí va a pasar una cuarentena de varios días tras casi 30 horas de viaje. Allí había dejado su coche. Asturias y la pesca tendrán que esperar unos días.

Ángel agarra un AVE a Málaga este mismo martes. Llegará a casa pasadas las seis de la tarde. En su caso el viaje dura 50 horas. «Me voy a encerrar en el cuarto de mi hermano para la cuarentena, me lo presta porque tiene Netflix y la Play. Un par de series y horas y horas de FIFA… Bueno, y la alfombrilla para patear», señala Hidalgo. Santi y Noelia alquilan un coche al llegar a Madrid y se meten cinco horas de carretera hasta Santiago de Compostela. Llegan a casa a eso de las doce de la noche. Y aún no ha terminado el viaje. «El coche lo tenemos en el aeropuerto de Oporto porque salimos de allí y se supone que volvíamos allí tras el Alfred Dunhill. Vamos mañana a recogerlo, dos horas de ida en carretera y otras dos de vuelta para terminar el viaje», afirma Santi. Todos les ha salido, entre vuelos, PCR y coches de alquiler por unos 6.000 euros. Tremendo. A Edu y Pep les recoge en El Prat la novia de Edu y Carlos se marcha un taxi. Su casa está a 20 minutos. Es el que menos tarde y de puerta a puerta, desde el hotel de Johannesburgo a su casa han sido poco más de 24 horas. Todos tendrán que hacer una cuarentena y hacerse más PCR para quedarse tranquilos. Final feliz a una odisea que recordarán toda su vida.