¿Se puede firmar un 68 en Valderrama con el juego largo cogido con dos alfileres? Pablo Larrazábal (-3) ha demostrado que sí se puede. Otra cosa, tal y como él mismo puntualiza, es que eso pueda hacerse más de una vez, y mucho menos de modo consecutivo. O lo que es lo mismo: el barcelonés sabe que, o bien mejora razonablemente desde el tee, o incluso con este buen resultado puede acabar sufriendo para pasar el corte mañana.
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¿Y qué es lo que ha hecho tan bien, para a pesar de los pesares haberse situado arriba en la clasificación? Patear como el que lo inventó, básicamente. Lo ha hecho para salvar el pellejo en los momentos delicados y para aprovechar las oportunidades que de tanto en tanto se procuraba con enorme oficio. En el 13 enchufaba un putt medio-largo para birdie, otro en el 14 más corto, uno más en el 15, desde unos nueve o diez metros y cuesta abajo, para salvar un par imposible, otro más de dos metros en el 17 de birdie…
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Larrazábal se plantaba en el hoyo 9, el último de su vuelta, con un apoteósico parcial de -5 y sólo al final, en el último suspiro, Valderrama lo cazaba: doble bogey después de errar un aprochito alrededor de green, en el que apenas movía la bola medio metro. Sea como fuera, el jugador catalán ya sabía que la tarde, en la calle de prácticas de Valderrama, iba a ser larga. Tiene unas horas, como quien dice, para encontrar algún asidero técnico al que agarrarse… Y si no, siempre la quedará el putter y su soberbia actitud.
