Cuando un golfista asegura que se ha tenido que buscar la vida para encontrar algo en su swing, lo normal es que sea un recurso de urgencia para sobrevivir, para salvar un día que se marchaba irremediablemente por la cuneta, para intentar arrancar una vuelta de par o quizá una o dos bajo para no despedirse definitivamente del torneo. Cuando Jon Rahm se busca la vida es para hacer 66 golpes y meterse de nuevo de lleno en la batalla por el torneo.
Porque eso es exactamente lo que ha hecho Jon entre el final de la primera jornada y el inicio de la segunda: buscarse la vida. Así lo ha reconocido al acabar la ronda. Como hizo en Augusta para poner la bola en juego desde el tee y conquistar el Masters o como en el Open de España del año pasado, cuando arrasó de palo a palo con un par de sensaciones que encontró poco antes de empezar el torneo, después de unas vueltas de prácticas donde prácticamente se mascaba la tragedia.
Hoy ha vuelto a buscarse la vida y entre el hoyo 10, desde donde empezó, y el 3, donde firmó su último birdie del día, ha dado una auténtica exhibición. Doce hoyos de golf en modo Play Station. Ha estado soberbio con el drive, muy fino con los wedges y metiendo buenos putts de dos metros y medio para abajo. Sí, dos metros y medio para abajo, porque la realidad es que Rahm no ha metido hoy ningún putt ni siquiera de media distancia… y ha hecho 66 golpes. «Tranquilos, ya entrarán, ya entrarán», ha sido su mensaje. El jefe ha hablado.
Rahm ha acabado contento a pesar del dolorosísimo bogey del hoyo 9. Ha hecho tres putts desde menos de seis metros. Inesperado. Es más, se apostaba en el ambiente porque iba a ser justo ahí, en ese hoyo final, cuando iba a entrar el único putt medio largo del día… Pues no. «Pero tranquilos, ya entrarán». Lo dice el jefe.
El único problema de Jon en los primeros 12 hoyos ha sido en el 17, par 3. Su golpe desde el tee terminaba por muy poco en el búnker. Un metro más y se hubiera quedado muy cerca de la bandera. Trató de apurar la sacada y se quedó apenas en la salida de la trampa, approach y putt para bogey. Eso sí, su respuesta fue antológica.
Esta vez sí tuvo la suerte que le faltó ayer en el 18. Su golpe desde el tee salió por la derecha, botó como un disparo en la pinaza y se dejó un segundo golpe de 176 metros. Agarró el hierro 6, lo cogió un poco más corto, como si fuera un fusil, y dibujó un fade (efecto izquierda derecha) mayestático. Hasta se bailó un aurresku con el hoyo para albatros. Cinco menos en los primeros nueve. Murmullos en Jumeirah… Que viene, que viene, eh, eh; que viene, que viene, eh, eh… ¿Y quién viene preguntaba el clásico despistado? Pues el jefe, quién va a ser.
El gran objetivo de Rahm era acercarse a la cabeza. Matemáticamente no lo ha hecho, aunque la realidad demuestra que sí. Arrancó el viernes a cinco golpes de los líderes y hoy se acostará de nuevo a cinco de Nicolai Hojgaard (-11), qué casualidad, su compañero en los fourballs de la Ryder Cup. ¿Por qué la realidad demuestra que no es así? Pues muy sencillo, ayer había tres líderes a cinco golpes, otros cuatro a cuatro y tenía a 23 por delante. Hoy dormirá con un solo jugador a cinco golpes, ninguno a cuatro y únicamente doce por delante. Que viene, que viene, eh, eh…