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Una semblanza de semblantes en otra ronda salvaje en Valderrama

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Valderrama castiga, masacra, es un campo impío que deja cicatrices. Y en los rostros de los jugadores queda marcado, reflejado, grabado, su ánimo.

Pablo Larrazábal, líder feliz tras dos rondas magníficas, las pasó canutas; lo decía el resultado y también su cara, un poema al estar padeciendo un calvario. Además, el catalán, siempre impulsivo y gestual, estaba más locuaz si cabe, reprochándose, sin duda, que el viento no fuera esta vez su fiel aliado. Aun así, le dio un subidón con el golpazo en el 18 con el que casi emboca. «El golf es muy cabrón», resumía.

Rafael Cabrera Bello nunca hace un mohín. Ha aprendido a mantener la serenidad a través del rostro. ¿No pierde nunca los papeles, caramba? Bien es cierto que ahora está menos tenso que antes, con las facciones más relajadas. Dos bogeys puñeteros en la parte final tampoco le amargaron, aunque la procesión va por dentro.

De Mike Lorenzo-Vera, líder y el único que estuvo cerca de empatar al campo tras 54 hoyos, poco puedo decir, pero lo vi enchufar un chip desde el rough y embolsarse un eagle desde la calle y su faz era de plena felicidad. Más contento que unas castañuelas y ni el bogey final le borró la sonrisa.

Thomas Bjorn tiene cara del suegro que nunca querría tener. Da un miedo atroz y cuando pasa a mi vera me dan ganas de cuadrarme y decirle «¿todo bien, mi teniente?».

Andrew Johnston, valga la guasa y sin ánimo de faltar, parece un arponero noruego poco dado al cachondeo, aunque la imagen no se corresponde con su forma de ser, bromista y desenfadado.

Admito mi predilección por Gonzalo Fernández-Castaño, el español más gracioso del circuito (sus comentarios son muy ingeniosos en el campo, con los periodistas, en Twitter). Últimamente anda tristón y se le ve a leguas. Es complicado hasta detectar cómo tiene el rostro porque camina cabizbajo. Desde aquí todo mi apoyo para que suba el mentón y levante el ánimo.

En realidad, hasta que en unas horas acabe el torneo y un jugador alce el trofeo más feliz que una perdiz, los únicos que nunca mudan el semblante y están radiantes desde que arrancó la cita son cuatro golfistas que posan en una foto en la sala de prensa: Nacho Garrido, Seve Ballesteros, Miguel Ángel Jiménez y Chema Olazábal disfrutando como niños con la Ryder del 97 entre sus manos…