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Catalunya Championship 2022 | El DP World Tour cumple 50 años

Un alucinante y emocionante viaje en el tiempo

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Antonio Garrido
Antonio Garrido posa delante del tee del 1 donde este jueves dará el golpe de honor. © Ten Golf

Antonio Garrido ganó el Open de España el 15 de abril de 1972 con unos palos prestados. Fue en el recorrido de Pals, en Girona. Todos estaban haciendo historia, aunque nadie lo sabía. Allí, esa semana, comenzó el European Tour. Hoy tiene 50 años y 13 días de vida.

«No tenía palos para jugar. Sí, tenía mi bolsa, con la que daba clases en Somosaguas, pero cada palo era distinto. Jesús, uno de mis alumnos, tenía un juego que a mí gustaba mucho, no sé, tenía muy buenas sensaciones con esos palos aunque ni me acuerdo de la marca, y se lo pedí. Mañana me voy a jugar el Abierto de España, le dije, ¿me dejarías tus palos? Ahí los tienes, todo tuyo, me respondió. Fue un gran detalle porque lo dejaba una semana sin poder jugar al golf», recuerda emocionado Antonio Garrido apenas unas horas antes de pegar el golpe de honor del Catalunya Championship. Nada más regresar de Girona, Garrido le devolvió los palos a Jesús y nunca más volvió a saber de ellos…

El golpe de honor tendrá lugar este jueves a las 7.30 de la mañana en el tee del 1 del Stadium Course del PGA Catalunya. Habrán pasado 18.275 días desde que Garrido ganara aquel Abierto de España del 72. «Me conformo con que la bola salga hacia arriba y ‘palante’. Me vendré a las siete de la mañana para calentar y pegar algunas bolas, a ver si no le voy a dar…», asegura entre risas. Seguro que le da… y bien. Antonio, a sus 78 años muy bien llevados, juega al golf todas las semanas y aún compite de vez en cuando en el circuito de Madrid. «Salimos de azules y me lo paso muy bien», asegura. Para el golpe de mañana sí se ha traído sus palos.

Viajamos hasta aquel año 1972. Nos llevan las memorias frescas y lúcidas de Antonio Garrido y Ángel Gallardo. El primero ganó y el segundo, que era el campeón defensor del título, quedó tercero. Garrido se impuso en el desempate a Valentín Barrios. Fíjense lo juguetón e increíble que puede ser el destino que Antonio y Valentín se han encontrado de manera completamente casual esta mañana en la estación de Atocha. Imposible calcular los años que habían pasado desde la última vez que se vieron. Prepárense porque este viaje va a ser muy emocionante…

«He ido del infierno al cielo». Con esta frase lapidaria define su vida Antonio Garrido. Su infancia fue dura. «No teníamos posibles. Había que buscarse la comida cada día. Mi hermano mayor conocía a gente en Aravaca que ganaba un dinero en el Club de Campo llevando las bolsas de golf de los socios y así se metió él y me metió a mí. Yo metí a mi hermano Germán. Era una cadena», recuerda.

Aquellos años en el Club de Campo fueron difíciles, pero al mismo tiempo muy bonitos. Antonio era un niño y cuando no cargaba bolsas recibía clases en el mismo Club de Campo. En lo que hoy es el caddie master había una escuela donde iban todos los caddies del club. «Éramos muchos y allí nos enseñaron a leer y escribir. Si no ibas a la escuela te echaban del club», explica. El golf se lo ha dado todo.

De aquellos años, el primer ganador de la historia del European Tour, recuerda con especial cariño a una señora del Club de Campo. «Estaba casada con un alemán muy serio, pero muy agradable conmigo», recuerda. «Yo tendría 15 ó 16 años y siempre me preguntaba cuánto necesitaba para hacer los viajes para competir. Yo hacía las cuentas, le decía la cifra y ella me pagaba siempre el doble», afirma con los ojos humedecidos. «Yo le decía que no hacía falta tanto y ella me decía tú te lo llevas y lo que no te gastes me lo devuelves… y yo siempre se lo devolvía, claro. Una vez me invitó a comer a su casa. ¿Dónde comes mañana?, me preguntó. Y yo le dije que no sabía, que seguramente un bocadillo en el club. De eso nada, me contestó, te vienes a mi casa. Eso sí, que no se entere el señor, entras por la puerta de la cocina y te vienes a la hora que esté durmiendo la siesta. No sabía muy bien qué decir, pero tenía que aceptar, claro. Cómo me puse. ¡Aquella comida fue tremenda!», rememora. Muy emocionado, Antonio se confiesa: «me quedo con la espinita de no haberle agradecido a esa señora lo suficiente lo que hizo por mí. La vida te va atropellando, pero tenía que haberlo hecho, tenía que haber ido a verla con los años y haberle dado las gracias», apunta.

Como se pueden imaginar, aquel torneo del 72 tiene muy poco que ver con el que se va a jugar esta semana. «Bueno, la noche y el día», sonríe Ángel Gallardo. Y añade: «no había carteles, no había voluntarios, no había psicólogos, ni preparadores físicos, ni entrenadores de swing… y recuerdo que las bolas del campo de prácticas eran las que se recuperaban de las que perdían los amateurs. Las pintaban de amarillo y las ponían allí. Al primer golpe, clac, saltaba la pintura», relata divertido.

Mientras charla con Ten Golf, Gallardo mira al putting green y no da crédito. «En nuestra época no había tanta gente ahí dentro… Que si jugadores, caddies, agentes, entrenadores… Lo entiendo. Entiendo que el tiempo pasa y es ley de vida, pero lo veo y aún me sorprende», señala.

En este sentido, Gallardo recuerda que sólo recibió una clase de golf en toda su vida. «Fue en Wentworth, en los años 70. Se lo pedí a Bill Cox, que era muy bueno en aquella época y muy buena persona. Me vio 10 minutos y me dijo: «todo perfecto, lo único que tienes que hacer es esperar a la bola, más tranquilo, no vayas detrás de ella. Gané a las dos semanas y le invité a champán… Qué menos. Yo era autodidacta. Aprendí en la playa de Sitges».

Aquel golf de hace medio siglo era más humano y personal. Los golfistas pasaban más tiempo juntos, se miraban el swing, se ayudaban, se contaban sus penas y sus alegrías. Cada a uno a su manera y con su estilo. «Ahí tenías que ser tú el que tirara para adelante. Te lo tenías que creer tú. No había psicólogos en esa época para ayudarte. Estabas solo. Yo recuerdo que el campeonato que me cambió la vida y del que tengo un recuerdo más especial fue el Campeonato de Castilla de 1966. Éramos ocho y se jugaba en match play. Gané a Valentín Barrios, que era muy bueno, muy fuerte, grande y le pegaba muy lejos, y después a Ramón Sota y Ángel Miguel. Ahí me dije, bueno, si has ganado aquí con gente tan buena, quién sabe, igual te puede ir bien… Me dio la confianza que necesitaba», explica Garrido. Ese trofeo aún sigue presidiendo un lugar de honor en su casa.

Antonio no recuerda demasiadas cosas de aquel Abierto de España del 72, por contra Gallardo sí tiene grabado a fuego un golpe que pegó él. «Fue en el hoyo 16, la salida. Era un dog leg de izquierda a derecha y a mí me venía muy bien porque era un jugador de fade… Sin embargo, la abrí un poco más de la cuenta y se me quedó detrás de un árbol. Estaba empatado en el liderato y ahí se me fue el torneo. Después tuve putt de birdie en el 18, unos siete metros, pero la bola tocó el borde y no entró». Se lamenta como si hubiera sido ayer. Y es que Ángel es un competidor nato. Un ‘fighter’.

El viaje es alucinante y podría seguir durante días y días, pero hay que prepararse para dar el golpe de honor y hay un torneo que tiene que empezar. Nos duele, pero nos vamos a tener que bajar. Quedan mil y una anécdotas en el tintero y muchas lecciones de vida. «El consejo más importante que le he dado a mis hijos ha sido que para ser feliz hay que conformarse con lo que uno tiene y vivir por debajo de tus posibilidades», remata Garrido. Ahí queda eso. Espero que el trayecto les haya merecido la pena.

Resultados en directo del Catalunya Championship 2022