– A Álvaro Quirós (-4) le sigue costando un mundo ver la botella medio llena. En este caso sería algo así como tres cuartos de llena, con un 67 en el bolsillo. Sin embargo, según pasaban los minutos, una vez finalizada la vuelta, le iba encontrando el aliciente a su buen resultado. Y hasta se tomaba a broma el Expediente X vivido en el hoyo 12. Allí, tenía un putt de un palmo para hacer el par y lo tiraba dentro, sin mayores problemas, pero la bola, que ya había desaparecido en el agujero, brincaba y se posaba burlona fuera del hoyo después de rebotar absurdamente en el borde de la cazoleta. Un suceso rarísimo, pero que a veces ocurre. «Ya me estaba agachando para recoger la bola del hoyo y la veo ahí puesta. Ni me he enfadado. Parecía una cosa como de magia».
En el 18, no obstante, embocaba desde el rough, desde una posición muy delicada. Un birdie imprevisto que de algún modo equilibraba el ‘robo’ del 12. «Baja y métete», le decía a la bola mientras volaba. Y ella, esta vez muy obediente, le hizo caso.
– Siempre se dice (solemos decir o escribir), que el jugador de golf profesional es normalmente el eterno insatisfecho. El que hace tres menos suele acordarse de aquel putt corto que falló para hacer cuatro menos y se olvida rápidamente de aquel otro de cinco metros con el que salvó un valioso par…
Por eso, cuando la historieta se cuenta al revés es de justicia significarlo. Alejandro Cañizares (-1) se encontraba hoy realmente satisfecho después de una vuelta que desde luego no le llevaba hasta las primeras posiciones. Podría haberse quejado, además, porque su juego había merecido algo más. Sin embargo estaba sereno y contento: sencillamente le había pegado muy bien a la bola y eso a él le llena. Siempre ha sido un purista.
– Portugal tiene un color especial. Hace mucho tiempo que no se veía a cinco jugadores españoles en el top-25 de un torneo después de la primera jornada. ¿Significará este arranque en tierras lusas un cambio de tendencia? Mañana les contamos…
– «Es como si se me hubiera olvidado aprochar alrededor del green», decía Pablo Larrazábal (+1) nada más firmar su tarjeta. Difícilmente se le habrá olvidado a uno de los mejores especialistas en esa parcela, pero esa era desde luego su sensación.
